A Jorge lo mataron en un ataque voraz. Desde ese instante la Policía comenzó a hurgar en su vida privada para intentar comprender qué pudo llevar a un crimen con mucho condimento de venganza. Muchas pistas, pero un camino equivocado.

Por Óscar Lovera Vera

Periodista

–Fueron quince dis­paros de un pro­yectil calibre 38, en varias partes del cuerpo. Pero encontré veintiocho ori­ficios. Solo cuatro plomos que­daron. Solo uno de todos estos tiros está distante y es en la mano; nos indica que intentó cubrirse, por instinto. Luego encontré en el rostro, maxi­lar y tórax. También en la pel­vis y piernas, cuatro en total. Esto me hace suponer que el asesino no quiso que huya. Lo inmovilizó. La causa de la muerte podemos establecer en exanguinación, la pérdida masiva de sangre. Esto le pro­vocó un fallo multiorgánico y shock hipovolémico. –La forense Felicia Mora reportó su inspección.

Esta misma conclusión la escuchó el médico forense Pablo Lemir –imposible que haya sobrevivido a un ataque así. El que lo disparó sabía lo que hacía, quizás no fue pro­fesional, pero al menos sabía dónde está disparando. Digo que no fue profesional porque este solo buscaría puntos vita­les; la cabeza o el corazón.

El que hizo esto lo hizo con saña, con rabia contenida y dejó un mensaje para los que rodeaban a Jorge.

¿Qué pasó, doc? ¿Cómo murió? –Preguntó el oficial de Policía en la morgue de Sajonia.

–Exanguinación. El ser humano tiene un promedio de cinco litros de sangre, Soler perdió el 90% de ella. Unos cuatro litros. Ahí es donde cayó en un shock hipovolé­mico –contestó el forense Pablo Lemir.

Los disparos, en gran can­tidad, y en varias partes del cuerpo, provocaron una muerte segura en el empre­sario. Lo que no lograban comprender es quién encargó el crimen. Desde un primer momento tomaron como un ajuste de cuentas, y esto por­que los asesinos no llevaron ningún artículo de valor. Nada de dinero, teléfono o el mismo automóvil. El misterio arropó impetuoso.

–Fiscal, fiscal, ¿qué hipóte­sis envuelven a este crimen? –preguntó un periodista al funcionario de la Fiscalía que tomaría la investigación. Era el fiscal Miguel Vera, el hombre estuvo de turno esa semana y recaería sobre él la responsa­bilidad de esclarecer sobre la enorme nube de dudas que se extendía sobre la muerte de Juan.

Momentos antes de esa rueda de prensa. La policía de homi­cidios ya tenía avanzada su pesquisa desde hacía varios días. Lograron acceder a todas las llamadas que hizo el empresario, sus mensajes de texto y correos electrónicos. Para la Fiscalía las posibili­dades eran varias.

–Puede ser pasional o ven­ganza –contestó el fiscal ante la primera consulta.

Juan estaba a cargo de la admi­nistración de la firma gasoli­nera Barcos y Rodados. Algu­nos periodistas manejaban el rumor del tráfico de combus­tible, y esa tesis también se hizo presente en la trinchera de preguntas.

–¿Mafia del combustible? ¿Una guerra entre emblemas? –consultó la comunicadora.

–No creo, pero no podemos descartar… –contestó dubi­tativo el agente.

–Pero, ¿por qué pasional, qué elementos maneja? –un perio­dista insistió sobre la teoría de una venganza desatada por una infidelidad.

–Por la activ… ehmm… era una persona soltera, de 42 años, que… generalmente… ehh... tenía algún tipo de salida nocturna. Sobre eso estamos investigando –contestó el fis­cal, con muchas dudas sobre cómo describir la vida social de Soler sin herir susceptibi­lidades.

–¿Y venganza por qué doctor? –consultó efusivamente otro periodista.

–Y que puede ser algún tipo de relación que haya tenido con alguien, verdad –mencionó el investigador.

–¿Él tuvo algún inconveniente con alguien? –una pregunta clave se abrió paso en la impro­visada conferencia.

–No, al contrario. Soler no tenía problemas con nadie. Nos dijeron que era una per­sona que no tenía enemigos, no tenía rivales. También los fun­cionarios de la empresa donde trabaja coincidieron en eso.

La entrevista al paso terminó dejando muchas preguntas sin contestar. Pocas dudas aclara­das y con varios indicios apun­tando a todos lados.

La Fiscalía recibió el extracto de la línea telefónica que uti­lizaba Jorge. Aquella apun­taba a una relación amorosa que mantuvo el empresario durante varios meses con una mujer comprometida. Esto generó una profunda pesquisa en la vida perso­nal de Arce Soler. Su vida sentimental y sus activida­des laborales, la información sobre los lugares que fre­cuentaba y de igual forma las personas con quienes más o menos intimaba.

UNA AGENDA

El primer destino era volver sobre los pasos de Jorge ese día. Desde que decidió salir de la oficina para comer y quizás ver lo que tenía marcado como actividad para después. Ahí quizás encontrarían una pista.

El fiscal pasó al frente para dirigir el recorrido con los policías de homicidios; entre ellos se destacaba un oficial inspector: Micher Aquino; llevaba tiempo en el departa­mento y en ese momento era el indicado para mirar con ojo quirúrgico, lo necesitaban.

Los periodistas aguardaban agazapados frente a la oficina de Arce Soler. Veían los movi­mientos tras el ventanal de vidrio templado.

–¡Bajan, bajan! –dijo uno de los reporteros, alertando al resto del pelotón sobre la conclusión del procedimiento.

–Fiscal, ¿algo nuevo?, ¿qué encontraron en la oficina del administrador?

–Encontramos una agenda que contiene datos de él y de la empresa. Vamos a ir anali­zando punto por punto. Datos de personas para saber más sobre la víctima, sus relacio­nes personales y comerciales.

–¿Estos datos son números de teléfonos de mujeres…? –interrumpió Rolando Rodi, un experimentado reportero de un canal de televisión. Las sos­pechas –entre los periodistas– corrían vertiginosas sobre el sendero de los vínculos ínti­mos que mantuvo Jorge.

–Son varios, son varios núme­ros… –contestó el fiscal inqui­rido insistentemente.

–¿Son varios números, doc­tor? –insistió el comunicador.

–Sí, son varios números.

–¿Hay un nombre, número que particularmente les llame la atención? –con insistencia frenética Rodi descargaba pregunta tras pregunta. Algo más tiene que haber le dictaba el subconsciente al reportero.

–Sí, hay un número y también encontramos un soporte elec­trónico, su correo, el contacto con una mujer. Esto vamos a tener que analizar.

–Con relación a los datos de la empresa, ¿son también impor­tantes, doctor?

–Ehhh, más bien con quién él operaba comercialmente y tenía relaciones comerciales. Pero no descartamos ninguna relación –contestó el fiscal.

–¿El email estaba en la máquina? –retomó el perio­dista en el sendero de la tesis pasional.

–Sí, así es.

–Entonces, ¿la van a incau­tar?

–No, no. La máquina lacra­mos y la vamos a dejar acá –respondió nuevamente el agente fiscal refiriéndose a la oficina de Arce Soler.

–Doctor, hasta el momento van apuntando a lo pasional por lo que veo.

–Sí, hacía ahí. Una venganza del tipo pasional. Eso creemos, hasta ahora –concluyó enfá­tico el investigador. Para ellos la pesquisa estaba tomando el camino que las primeras pis­tas le iban dibujando.

Los primeros resultados pusieron sobre la mesa una carpeta conteniendo los men­sajes de texto que remitió el empresario a una promotora de productos que trabajó en la misma empresa. Esa mujer era casada. Este simple dato muy particular tornaba la pesquisa robusta en torno a que el posible ejecutor de los disparos fuera una persona agraviada en esa furtiva rela­ción de cruce de mensajes. La información se convirtió en el primer indicio de sospecha. El oficial Micher Aquino tomó el mismo camino y debía cotejar cada detalle de la conversa­ción que mantuvo Jorge con aquella mujer. ¿Solo fue un cortejo o se trató de algo más?

Los días se multiplicaron al igual que la incertidumbre, poco pudieron avanzar y solo generaron descartes. El expe­diente escuálido se mostraba, iba perdiendo peso de certeza.

Algo estaban obviando, un detalle se perdió de vista, y esto complicaba la línea a seguir. ¿El asesino fue el resentido o alguien encargó su muerte?

Desde ese instante intuye­ron que tenían muchas pistas, pero un camino equivocado.

Continuará…

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