Fotos: Nadia Monges
En una charla amplia y abierta con Augusto dos Santos para el programa “Expresso” del canal GEN, el arquitecto indígena mbya guaraní Gerónimo Ayala analiza la difícil situación de las comunidades indígenas. Habla que es necesario contar con una política integral desde el Estado, para que los jóvenes de las comunidades nativas puedan tener mayores oportunidades. Repasa además su historia y agrega que sigue con el sueño de hacer historia logrando que una voz indígena tenga su lugar en el Congreso Nacional.
Augusto dos Santos (ADS): ¿Cuál es tu nombre en paraguayo?
– En paraguayo mi nombre es Gerónimo Ayala. En mbya guaraní significa Miry.
– ADS:¿Qué significa Miry?
– Miry es un nombre tradicional del pueblo mbya, según nuestra cosmovisión nosotros tenemos en cuenta los cuatro puntos cardinales de la tierra. Y de acuerdo de dónde vienen las personas, entonces se le da el nombre. Yo vengo del Este, que sería Ñamandu, Opuare, nosotros le decimos. Entonces, por eso es mi nombre Miry.
– ADS: ¿Qué recordás de tu niñez en la comunidad mbya?
– La comunidad Pindo es una comunidad ya asentada de la EBY. Yo recuerdo desde los siete años. Es una comunidad que fue digamos avasallada en todos sus sentidos, verdad, porque anteriormente mis abuelos, mis padres, estaban en la isla Yacyretá, y posteriormente con la construcción de la represa fueron sacados de ese tekoha, de ese lugar.
– ADS: ¿Sin ningún motivo?
– Sin ningún motivo. Lo que recuerdo es que los primeros tiempos hice el segundo grado ahí y no había nada prácticamente en esa época. Nosotros tuvimos que caminar. Yo hice mi segundo grado y teníamos que caminar cuatro kilómetros hasta la comunidad Ñua’o para ir a la escuela. Hacíamos 8 kilómetros por día para ir a la escuela y, famoso, descalzo. Nosotros no teníamos nada, y ¿por qué me recuerdo de esas cosas? Porque generalmente cuando sos mitã‘i te solés tropezar y nosotros nos tropezábamos por la ruta y esos fueron famosos recuerdos. Y otro recuerdo que teníamos era que debíamos pasar por una propiedad privada y estaba el famoso vaka ñarõ y la vaca nos perseguía. Ese era nuestro dilema. Y después ya se hicieron cosas. La binacional construyó un par de aulas y terminé ahí mi sexto grado en la comunidad. En esa época estábamos 10 familias y ahora suman 30. Realmente, los abuelos, digamos que lucharon por esa zona, ya no están con nosotros físicamente y fueron ellos los primeros que pusieron el nombre por las palmeras. Es una zona baja ahí y hay muchas palmeras y por eso el nombre.
– ADS: ¿Qué representa ese elemento que tenés en la cabeza?
– Simboliza un soldado mbya guaraní. Nosotros tenemos una jerarquía también entre las comunidades. Yo me considero un soldado que está al servicio de las autoridades. Eso simboliza. Generalmente los más pequeños tienen. En las comunidades se usan hasta ahora, algunos con sus nombres, o con los nombres de sus comunidades. Para nosotros su nombre es akangua. Que simboliza a un soldado.
– ADS: ¿Cómo es la historia de tu vida después de la escuela. Y cómo es que te encaminás a ser arquitecto?
– Terminé el sexto grado en la comunidad y a los 13 años ya salí. Me fui a una comunidad que se llama Coronel Bogado, hasta el noveno grado digamos de ahora, antes era tercer curso. Y después de eso ya fui al Colegio Técnico de Encarnación, que es un colegio técnico que tenía construcciones civiles, carreras industriales, y entonces yo elegí la carrera de construcciones civiles y terminé como maestro mayor de obras y obviamente que la carrera que tenía que seguir era arquitectura o ingeniería, y entonces yo me incliné más hacia la arquitectura.
– ADS: ¿Por qué te interesó más la arquitectura?
– Me interesó mucho porque la arquitectura abarca muchos aspectos de la vida. No es simplemente técnico. Es humano. Estudia mucho al ser humano. A la sociedad, a la cultura. Y la arquitectura es el resultado de lo que es la sociedad y del pensamiento del hombre. Y por eso me gustó y elegí la carrera.
– ADS: Normalmente, los miembros de las parcialidades indígenas no tienen muchas oportunidades de llegar a la universidad, ¿cómo lo lograste?
– Es como un compromiso que tenía la entidad Yacyretá con la comunidad Pindo, ellos tenían un programa de asistencia para que la comunidad se consolide. Y dentro de ese programa había becas a los estudiantes. Entonces, aproveché esa oportunidad y fui becado prácticamente desde el séptimo grado hasta el segundo año de arquitectura, gracias a esa posibilidad. Luego, desde el tercer año hasta terminar la carrera fui becado por la propia Universidad Católica. Es decir, tuve dos grandes oportunidades a las que, así como dijiste, las poblaciones de las comunidades indígenas tienen muy pocas posibilidades de acceder. Pero también yo tengo mi postgrado en didáctica universitaria y justamente hice un trabajo del acceso a la educación superior de los jóvenes indígenas.
– ADS: ¿Cómo está eso?
– Ahí hice un relevamiento, en realidad hay posibilidades. Hay muchas universidades, la Católica, la nacional y otras privadas que ofrecen becas a los indígenas. Solamente que para alcanzar esas posibilidades, los jóvenes indígenas tienen muchos obstáculos. En primer lugar la pobreza, y muchas veces para los jóvenes es un poco, o sea, es un gasto estudiar. Prefieren trabajar para salvar el día a día y seguir con sus vidas.
– ADS: Terminaste la carrera y encontraste en la arquitectura una motivación para redescubrir, no solamente las ciudades sino tu entorno de origen. ¿En qué cosas te inspira tu comunidad indígena en tu tarea como arquitecto?
– Y realmente me inspira en muchos ámbitos. Desde las perspectivas. Por ejemplo, para recibirme como arquitecto yo hice una tesis basada en una vivienda tradicional mbya guaraní. Generalmente hay muchas instituciones que implementan las viviendas en las comunidades, pero son proyectos diseñados fuera y se implementan dentro. Y eso muchas veces no funciona. Yo hice al revés, trabajaba en las comunidades y presenté a las autoridades. Los abuelos decían que las viviendas tienen que estar hechas de las cosas materiales de la naturaleza. Por ejemplo la tierra, las tacuaras, el kapi’i, son recursos de la naturaleza y entonces la vivienda tradicional tiene que estar hecha de estos materiales. No de la chapa y otras cosas. Y por otro lado, otro factor importante es la fogata. Ore rojetapyva’erã ore rogapýpe (Nosotros tenemos que hacer el fuego dentro de nuestra casa). Y se tiene que hacer ese espacio para hacer el fuego. Es un sitio, digamos, simbólico para las comunidades indígenas, especialmente para mi pueblo. Y por otro lado llevo muy en cuenta la escala humana.
– ADS: Quiero quedarme en el tema anterior. ¿Qué es el fuego para una comunidad mbya, para una vivienda indígena?
– Y simboliza en sí la vida. La vida por la cual el hombre o los seres humanos tienen que guiarse, porque la fogata tiene humo y entonces ese humo tiene que estar direccionado y eso depende de las personas, y, entonces, eso simboliza no solamente para el uso de la cosa, sino que simboliza mucho la cultura del pueblo mbya guaraní.
– ADS: ¿Cuáles son los espacios de reunión familiar en una casa mbya?
– Cuando se trata de espacios familiares, es la fogata. Pero, cuando es espacio comunitario, es el opy. Dentro de la comunidad tenemos la vivienda, nuestro templo, un espacio sagrado en donde los no mbya guaraní no pueden entrar y ese es el lugar de reunión, que se llama opy. Y muchas veces se usan otros lugares, por ejemplo, debajo de un árbol. Porque el mbya guaraní vive afuera. Por eso las casas de los mbya no son altas, más bien se usan para dormir. El desarrollo de la vida mbya guaraní se da afuera.
ADS: Si los planes de viviendas se hicieran desde la perspectiva tradicional de la vivienda indígena, ¿habría menos gente que deje sus hogares?
– Sí. Tiene mucho que ver eso. Pero hay que llevar en cuenta también la extrema pobreza que tienen los pueblos indígenas. Por más que no sea de su propuesta, la gente no tiene otra posibilidad. Por ejemplo en el Chaco, prácticamente casi es el doble de la temperatura alta en la región, pero se implementan viviendas de chapa. Y los hermanos no tienen otra alternativa que usar, el lugar, el hábitat en sí, te da una respuesta si vamos a ir desde la perspectiva arquitectónica.
– ADS: ¿Cómo hiciste en la universidad para integrarte? Si bien no somos tan discriminadores, tampoco somos tan abiertos.
– Fue un poco difícil también, porque cuando el joven indígena se desprende de su comunidad es muy fuerte; primeramente tiene que superar muchos obstáculos. En primer lugar, la discriminación. Me incluyo, somos muy discriminadores. Muchas veces el joven indígena si tiene esa debilidad espiritual para no aguantar eso, vuelve a su comunidad. En mi caso, yo hacía la metodología que yo inventé. Me iba una semana en la ciudad y el fin de semana a mi comunidad, para seguir nutriéndome espiritualmente. Y ese fue mi proceso. Pero, si te voy a hablar, yo, por ejemplo, tuve muchos amigos y profesores que me demostraron respeto. Y por otro lado, siempre me presenté como tal, verdad. Como un mbya guaraní. Muchas veces los paraguayos somos tímidos. Recuerdo que el primer día de clases, la profesora preguntó de dónde veníamos. Y había descendientes italianos, en Itapúa hay crisol de razas, hay polacos, italianos, alemanes, y justo me tocó a mí. Yo soy de San Cosme, soy un mbya guaraní. Y toda la gente miró (risas). Entonces, yo creo que eso tuvo mucho que ver, eso de presentarme tal cual.
– ADS: ¿Te inspira tu origen para ver tu tarea arquitectónica en tu trabajo en sí. Le agregás eso siempre a tus proyectos, a tus trabajos?
– Sí, siempre. Y ese proyecto que había hecho (viviendas indígenas) no se llegó a concretar, por diferentes motivos. Recuerdo que presenté en todas las instancias decisivas, desde el distrital hasta la Presidencia, pero no se tuvo en cuenta. Pero yo siempre trato de ayudar a los proyectistas que van a intervenir en las comunidades indígenas, porque de eso se trata, de ayudarnos. En las charlas que me invitan siempre hablo demás, porque nosotros como mbya guaraní somos muy celosos, cerrados, y muchas veces no podemos decir cosas. Pero yo digo, comparto con mis hermanos blancos.
– ADS: ¿Seguís obedeciendo a alguna autoridad en tu comunidad?
– Sí, tenemos un líder, un cacique. Y siempre se le respeta a esa persona. Para irse a trabajar hay que comunicarle, para irse de visita por ejemplo, primero al cacique y después se va. Hoy día es más flexible, hay líderes jóvenes más abiertos.
– ADS: ¿Estás trabajando en tu profesión?
– Sí, tengo mi estudio en arquitectura en Encarnación y aparte otro trabajo, como un proyecto sociopolítico con los hermanos indígenas. Seguimos con un proyecto ambicioso que es el proyecto político.
– ADS: ¿Qué te tuvo postulando para senador en el 2018. Te frustró no ganar un escaño?
– Nos nutrió de mucha fuerza. De mucho valor. Cómo los hermanos se quedaron con entusiasmo e interés de seguir con esa idea. Sabemos que es algo un poco difícil, pero era un proceso que teníamos que empezar. Entonces, nos quedamos con esa ganas de seguir.
– ADS: Hay una historia muy fuerte de manipulación hacia los indígenas en el tema político...
– Sí, bastante. Hoy en día en muchos lugares, por ejemplo, los votos indígenas hacen la diferencia. Acá en Paraguay estamos 112 mil indígenas, de los cuáles 80 mil hermanos son votantes, Augusto. Y para senaduría se necesita mínimo 50 mil votos; entonces, eso siempre les digo a los hermanos. Ñande jaregalahína peteî (Nosotros estamos regalando un) espacio seguro en la senaduría. Pero ese espacio, nosotros también somos conscientes de que a esos espacios vamos a llegar a través de este tipo de proyectos.
– ADS: ¿Cómo ves el tema cuando se suceden cuestiones como el caso reciente de la niña indígena (violada y luego asesinada) surgen temas relacionados a la desprotección de las comunidades. Cómo ves en general las políticas públicas al respecto?
– Yo participé en muchas charlas y conferencias y en esos lugares siempre me dejan enseñanzas. Por ejemplo, los hermanos decían que los pueblos indígenas no son vulnerables. Los pueblos indígenas fueron vulnerabilizados durante mucho tiempo, y ese es el ejemplo. Y estamos siendo vulnerabilizados no desde hace cinco o seis años, estamos arrastrando esa problemática desde hace muchísimos años. Si vamos a hablar desde las perspectivas del Gobierno, tiene muchas instituciones que trabajan con las comunidades y tienen sus espacios. Pero falta esa implementación de políticas públicas particulares, como el tema de la niñez. La Fiscalía tiene su espacio, el Ministerio de la Niñez tiene también para el sector indígena, lo que falta es un trabajo entre las instituciones, interdisciplinario.
– ADS: ¿Cuál es tu mirada en cuanto tienen que ser las comunidades indígenas. Así como la tuya, tienen que abrirse o integrarse? Háblame un poco de tu teoría al respecto.
– Hoy día ya no son muy cerrados así como te mencionaba. Y la propuesta, por ejemplo, nosotros tenemos. Los gobiernos de turno tienen el plan nacional. Y dentro de ese plan nacional, departamental o local, tiene que estar el desarrollo de las comunidades indígenas. Porque de por sí, para las comunidades indígenas es difícil solucionar la cuestión en forma autónoma.
Las comunidades necesitan vivienda, acceso al agua, se necesitan de mucho trabajo, en forma conjunta en las comunidades. Y se tiene que ver en forma genérica cómo instalar una política. Por ejemplo el tema de los niños en las calles. No solamente se ve en Asunción, también en otras ciudades. Entonces, yo no puedo llevarles sin ninguna propuesta, de llevarlos a sus lugares de dónde están viviendo.
– ADS: Claro, no es simplemente devolverlos...
– Eso. Lo principal es ver qué yo puedo darle en su comunidad para que tenga el sentido de arraigo de vuelta. Porque la gente pregunta por qué vienen. En primer lugar hay mucha deforestación. Hay mucho avance de los grandes empresarios. Entonces, las comunidades se quedan muy desprotegidas y lo único que les queda es salir de ese lugar. Y muchas veces los jóvenes indígenas se suicidan por eso, Augusto.
– ADS: ¿Hay muchos suicidios en las comunidades?
– Hay, se da con frecuencia.
– ADS: Pero no sale tanto en los medios.
– No sale, pero hay muchos jóvenes que se están suicidando justamente por esa razón. Yo veía muchos casos en Brasil, en Argentina, por ejemplo, pero yo nunca vi ejemplos acá y se está empezando a ver esos casos.
– ADS: ¿Qué le decís a la gente que tiene esas soluciones rápidas o los simplistas que dicen que hay que devolverlos y listo?
– Yo estoy de acuerdo con aquello de que las comunidades indígenas deben desarrollarse de acuerdo a su historia y a sus costumbres. Y tampoco se le puede negar a las comunidades que piden un desarrollo integral, verdad.
– ADS: Estás hablando de dos cosas, usos y costumbres, y desarrollo e integración con las cuestiones paraguayas, digamos.
– Claro, porque hay que diferenciar bien esto. Los derechos de los pueblos indígenas y los derechos humanos. Entonces, la gente no puede decir, ustedes son indígenas y tienen que vivir tal cual como antes. Ya no se puede. Cuando hice aquella propuesta de vivienda, justamente me dijeron eso. Pero, ustedes los indígenas son nómadas, no pueden tener una vivienda definitiva.
– ADS: Hace poco creo que el presidente del Indi (Instituto Paraguayo del Indígena) dijo eso.
– Lo que pasa es que no podemos separar las cosas. Las costumbres y el desarrollo pueden ir juntos. Las comunidades deben mantener sus tradiciones, pero también deben tener una visión de desarrollo. Y muchos jóvenes indígenas ya tienen esa visión, pero eso no quiere decir que van a dejar de ser indígenas. Los indígenas tienen sus derechos humanos, como el acceso a derechos básicos, como el agua. Muchas comunidades no tienen sistema sanitario adecuado. No tienen vivienda, acceso a educación, a salud. Y esas son cuestiones básicas de derechos humanos y nadie puede negar que los indígenas no tengan acceso a eso. Yo creo que las comunidades, sin olvidar sus costumbres y tradiciones, tienen que tener una mirada de desarrollo.
–ADS: Si te postulás de nuevo para senador, o si algún gobierno se iluminara y dijera, este hombre puede ser presidente del Indi, ¿cuáles son las tres primeras medidas que tomarías?
– En primer lugar, priorizaría el acceso a tierras. Teniendo en cuenta que como seres humanos, no podemos vivir del aire; entonces, los pueblos indígenas tienen que tener una base sólida, una base física en donde se pueda desarrollar en forma integral. El acceso a la tierra para nosotros es un proyecto prácticamente que tiene muchos años de desarrollo, muchas veces ya vimos la lucha de muchos hermanos para conseguir lo que era de sus propios ancestros, la tierra de ellos. En Itapúa tenemos una lucha de más de 10 años por unas 78 mil hectáreas que corresponden a lo que nosotros decimos era nuestro tekoha guasu, un territorio que abarca Itapúa y Caazapá. Nuestros hermanos ava guaraní por ejemplo, que fueron desplazados en Alto Paraná para construir la Itaipú. La oficina de la binacional está dentro mismo de lo que era el tokoha guasu de los ava. Lo principal es el acceso a tierra. De las 710 comunidades, el 50% tiene título de propiedad y el resto no. Viven en propiedades privadas, en estancias. Muchas veces incluso tienen título, pero igual no logran asistencia.
El segundo punto sería lograr la asistencia de los servicios básicos a las comunidades indígenas. Paraguay es un país subdesarrollado por eso, porque la gente no tiene acceso a cuestiones básicas. Muchas veces en las comunidades, el abastecimiento de agua son los manantiales. Y esos manantiales no tienen la protección adecuada.
– ADS: Y menos ahora, ¿no?
– Y menos. No hay garantía de agua potable. Yo te hablo con mucha propiedad, porque recorrí muchas comunidades acá en la región Oriental y en el Chaco. Yo también siempre trato de hablar con mucha sinceridad y hay veces que hablamos del mejoramiento de salud. Pero la salud también tiene sus instancias. Yo no puedo hablar de que hay un mejoramiento del sistema de salud si en las comunidades indígenas no hay viviendas adecuadas.
– ADS: O sea, un hospital nomás no es salud.
– Claro, para el hábitat indígena y de cualquiera. Si yo no consumo agua potable, no mejoramos la salud. En síntesis, en las comunidades indígenas se debe intervenir en forma integral. Una parte las viviendas, por otro lado el mejoramiento de las condiciones humanas que las comunidades indígenas necesitan.
– ADS: ¿Te parece que hay generaciones nuevas que están con mayor capacidad de dialogar con oídos sordos de poder sobre estas cosas?
– Sí. Hay muchos jóvenes que tienen ese interés, de lo que te decía, de acceder a un sistema de educación superior, o básico, o superior, y tenemos esa intención. El tercer punto sería la educación para los pueblos indígenas. Ahora se está trabajando desde la Dirección de Educación Indígena para tratar de agregarle a los abuelos dentro de la malla curricular, para que los chicos no pierdan esa educación, ese idioma.
– ADS:¿Qué enseñan los abuelos en las escuelas mbya?
– Enseñan las tradiciones, el uso del idioma, nuestro nombre propio. Por ejemplo, un profesor que no es indígena, no le llamen así, que su nombre es Gerardo, por ejemplo. Eso no se puede prohibir. Hablar nuestro propio idioma. Todo eso se enseña. Los remedios medicinales, cómo se construye una casa, cómo cortar las tacuaras. Cómo danzar, la diferencia entre el tangara y el jeroji.
– ADS: A ver, ¿cuál es la diferencia?
– (Risas) El tangara es más alegre, mucho más abierto, los hermanos te pueden mostrar, y el jeroji es más cerrado, menos alegre que el otro. El tangara es mucho más alegre, el jeroji es netamente para nuestro líder espiritual.
– ADS: Los mbya tienen poesías, canciones, ¿qué es lo que te queda para toda la vida de tu comunidad?
– Las poesías en sí son el canto tradicional, que si no sos mbya no vas a entender mucho.Y por otro lado tenemos nuestro saludo tradicional, uno largo y otro corto. Si vienen de otro lado, empezamos a hablarnos en oraciones, pero es saludo. Y, por supuesto, el respeto a la naturaleza y a los abuelos y abuelas.