Por David Rafael Velázquez Seiferheld
Cada 25 de junio se celebra el Día del Libro Paraguayo recordando la publicación de la obra de Ruy Díaz de Guzmán, publicada ese día del año 1612 bajo el nombre de “La Argentina” y luego como “Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata”. La mirada de Ruy Díaz de Guzmán, nacido en Asunción, nieto del primer gobernador y conquistador español, Domingo Martínez de Irala y de la india Leonor. Desde estas páginas, rendimos un homenaje al libro paraguayo desde la mirada de un especialista en historia de la Educación, que nos cuenta qué leían nuestros abuelos en otras épocas, como parte de la formación educativa.
1.Los libros escolares: el jardín secreto del currículum
Estas líneas, escritas a propósito del Día del Libro Paraguayo (25 de junio) buscan dar a conocer algo del muy interesante campo de la historia de los textos escolares. La Historia de los Libros Escolares está relacionada con la creación de escuelas y la educación obligatoria; la aparición de la imprenta; con los cambios en el concepto de niñez, adolescencia y juventud; cambios en el concepto mismo de educación desde la educación centrada en la niñez a la educación a lo largo de la vida; y, por supuesto, cambios en el concepto de la institución escolar y su papel a lo largo de la historia. En este sentido, Tiana Ferrer, se refiere al estudio de los textos escolares y su historia como el acceso “al jardín secreto del currículum”.
El estudio de los libros escolares nos muestra los cambios en el currículum, la pedagogía, la didáctica, en cada época; así como los criterios estéticos utilizados al momento de producir un libro escolar. En síntesis, digamos que “la Historia de los Libros Escolares abarca tanto su contenido como el contexto social, económico, cultural, político en el aparecen”.
2. Buscando una definición
No existe una definición uniforme de qué es un libro escolar, pero sí se lo define por su intencionalidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Se acepta por lo general que su aparición está relacionada con los inicios de la escuela contemporánea, como parte de los métodos utilizados en el siglo XVII en las Escuelas Cristianas de los Hermanos de Juan Bautista de La Salle, en Francia.
Estas son las primeras en introducir los grupos ordenados por edades y estados de aprendizaje, que constituyen el preludio de la Escuela Graduada: este método, conocido como método simultáneo, requería que, para que todos los niños de las mismas edades y del mismo estado de aprendizaje evolucionaran de manera homogénea en sus aprendizajes, utilizaran los mismos recursos didácticos, entre ellos, los libros.
El primer libro escolar moderno es el “Orbis Sensualium Pictus” (El Mundo Sensible en Imágenes), escrito por el educador moldavo Jan Amós Komensky (Juan Amos Comenio), entre 1631 y 1658. Su estructura sirvió como modelo para todas las generaciones siguientes de libros escolares, hasta incluso inicios del siglo XX. Su rasgo más importante es que permite asociar palabra con imagen, facilitando así el proceso de aprendizaje de la lectura y evitando que el aprendizaje de la lectura consista, únicamente, en el deletreo.
3. Textos y Educación en el Paraguay provincial
En el caso del Paraguay, como predominó por casi tres siglos y medio el modelo de Escuela de Primeras Letras, los libros escolares modernos aparecieron recién a fines del siglo XIX, con la introducción de la escuela graduada, en 1890. Hasta entonces, en un aula convivían niños y jóvenes de distintas edades, de entre 10 u 11 y hasta 19 o 20 años. En las aulas del Paraguay provincial y de la Primera República (1811 – 1870), el método era magisterial y expositivo. El maestro podía recurrir al apoyo de alumnos llamados monitores, alumnos que ayudaban a compañeros con dificultades de aprendizaje, un método intuitivo antiguo en educación.
El aprendizaje era, simultáneamente, de lectoescritura y doctrina cristiana, con obras como el “Catecismo de la Doctrina Christiana”, del jesuita Gaspar de Astete o simplemente “Catecismo de Astete”, que apareció en el siglo XVI. El “Catecismo y Exposición Breve de la Doctrina Cristiana” del también jesuita Jerónimo Martínez de Ripalda, escrito en 1591, también se utilizó en América con estas múltiples finalidades de evangelización, sometimiento o persuasión, y también de lectoescritura. Un dato muy importante de señalar es que estos catecismos fueron traducidos al guaraní, para su uso en las misiones. Se aprendía a leer por deletreo y por memorización. Más tarde, en 1796, apareció el catecismo elaborado por el gobernador Lázaro de Ribera, que es una síntesis del elaborado por el obispo de Córdoba, Joseph de San Alberto, en 1781. Este último es un catecismo teológico-político escrito para afirmar la autoridad real en toda América luego de que se produjera la sublevación de Tupac Amarú.
Incluso luego de la Guerra de la Triple Alianza, en 1888, se siguió usando el catecismo de Astete. El texto seguiría siendo un pilar fundamental hasta el Concilio Vaticano II, en 1965, cuando aparece de un nuevo enfoque doctrinario católico.
4. En la Primera República (1811 – 1870)
Durante toda la época que va desde la Junta Superior Gubernativa, hasta el segundo consulado no existió imprenta en territorio paraguayo. La Junta solicitó la compra de ciertas obras que se consideraban fundamentales para la instrucción pública. Documentos de Aduana dan cuenta del ingreso de algunos textos, de circulación muy restringida y controlada durante la época de Francia. Maestros como Escalada, Velázquez, Quintana o Téllez dictaban sus lecciones a un cierto número de copistas amanuenses, que, a su vez, las distribuían entre los alumnos. Años después, el “Tratado de los Derechos y Deberes del Hombre Social” de Carlos Antonio López, también circulaba como manuscrito, al igual que apuntes de geografía, historia, cosmografía y doctrina cristiana, que se encuentran en el Archivo Nacional de Asunción. Con la imprenta, el “Catecismo de la Escuela Normal” pudo circular entre los alumnos de esta.
En 1863, en el marco del creciente fortalecimiento de la autoridad estatal, se reimprimió para las escuelas paraguayas el “Catecismo Real”, del obispo José Antonio de San Alberto. Este catecismo enfatiza la sacralización de la figura real, y por analogía la figura presidencial, desde una perspectiva conservadora y absolutista. Las planas existentes en el Archivo Nacional, en las que se registran los ensayos de lectoescritura de los alumnos de primeras letras, son fuentes primarias que ilustran sobre los métodos educativos durante el Periodo de los López.
Con relación a los libros de época, Juan Ramón Dahlquist señala que “En cuestión de textos escolares, eran de uso obligatorio el catecismo, la cartilla y el catón cristiano, la Aritmética de Sastre, la Gramática de Queirós y la Constitución Nacional arreglada con preguntas y respuestas”.
Otros libros utilizados en las Escuelas y Colegios eran importados, como “Arte de Hablar en Prosa y Verso”, de José Gómez de Hermosilla, y la obra de Santiago José García Mazo, “El Catecismo de la Doctrina Christiana explicado”. Aparece también la “Filosofía Elemental”, de Jaime Balmes (1810 – 1848). También textos literarios clásicos, como “La Cabaña del Tío Tom”. Llegan al Paraguay diccionarios de inglés y francés para facilitar la traducción de libros en dichos idiomas.
5. La Educación en el período liberal
Tras la Guerra se pretende imponer el proyecto liberal y regenerador en tensa contradicción con los modelos culturales y mentalidades de la preguerra. Estas luchas se traducen en el currículum, en las actitudes del magisterio y en los textos para las escuelas.
Un texto escolar clave de posguerra es el “Compendio de Geografía e Historia del Paraguay” escrito por el ingeniero siciliano Leopoldo Gómez de Terán y el escritor y político colombiano Próspero Pereira y Gamba. El libro tuvo varias ediciones desde 1879, y dejó de utilizarse a inicios de la década de 1920. La obra lleva a la escuela la narrativa antilopista y regeneradora de la historia y la educación. Carece de mapas, imágenes, dibujos, retratos, o cualquier otro recurso de apoyo. La estructura es puramente expositiva, sin preguntas guía u otros elementos didácticos como los conocemos actualmente.
Para el aprendizaje de la lectoescritura se utilizaban los libros de Sastre (la recordada anagnosia) y de Sarmiento, este análogo al método Mándevil (castellanización del nombre de Henry Mandeville), que consiste en aprender a leer y a escribir simultáneamente por el método del silabeo.
El 28 de abril de 1882 se estableció, por primera vez desde el Estado, un listado de libros de utilización obligatoria en las escuelas primarias. Aparecen allí los libros de “Ciencias Naturales”, de Luis Nata Gayoso; el de “Historia Sagrada”, de Fleury, el de “Gramática” de Quiróz, luego sustituido por el de Martí; el de Terán y Gamba ya mencionado; entre otros.
En la biblioteca de la escuela dirigida por el padre Fidel Maíz en Arroyos y Esteros encontramos textos de lectura como el de José Abelardo Núñez, pedagogo mexicano cuyos libros de lectura gozaron de gran difusión en toda América y sirvieron de base y modelo a otros textos; el de “Economía e Higiene Doméstica” de Florence Atkinson y otros autores, dirigido a las niñas, así como el de Fitch, “Conferencias sobre Enseñanza”, con orientaciones para docentes.
Prácticamente, no existían por aquellos años, textos de autores paraguayos, salvo la “Pequeña Geografía de Arroyos y Esteros”, escrito en 1886 por el ya citado Maíz; y la tímida recepción de las obras de Blas Garay. “El Lector Paraguayo”, de Manuel de Mendoza, publicado en 1896, es uno de los pocos que cuenta con ilustraciones.
Una buena síntesis del estado de la producción bibliográfica escolar de aquellos años, nos la brinda Ramón Indalecio Cardozo, quien en 1897 comenzaba su carrera como normalista:
“era una honda pena ver que los niños paraguayos leían libros de lectura escritos para niños argentinos (…) libros argentinos —Mercante, Torres, Petrascione, Bassi— guiaron a los maestros en su enseñanza; libros argentinos se ponían en manos del niño paraguayo para emprender los primeros deletreos, para beber la primera ciencia, para orientarle sus sentimientos patrios”.
En 1901 apareció “Geografía de la República del Paraguay”, de Héctor F. Decoud. De ese mismo año es “Economía Doméstica”, de la librepensadora Ramona Ferreira, --entonces jefa de la sección femenina del periódico El Porvenir y quien también dirigió el periódico La Voz del Siglo desde 1902. Igualmente, Manuel W. Chaves publicó sus “Nociones de Instrucción Cívica”; “El Escolar” (con Juan José Soler) y “El Nene Paraguayo”, como texto de aprendizaje de lectoescritura, basado en “El Nene”, del educador argentino Andrés Ferreyra.
En 1912, apareció “Geografía de América y Asia”, de Virgilio Barrios. En 1919, el español Fermín Domínguez y el argentino Wenceslao Jaime Molins lanzaron “Lecturas Selectas Paraguayas”. Domínguez publicó además “Poesías Escolares”. En 1920 Luis de Gásperi publicó “Geografía del Paraguay”, con fotografías en blanco y negro, una innovación en la época. Federico De Gásperi puso en circulación un conjunto de mapas del Paraguay para escuelas primarias. Con ilustraciones de Héctor Da Ponte, Marcelino Machuca Martínez publicó en 1921 “Mi mejor amigo”, libro de lectura para las escuelas rurales.
Una revista, -quizás la primera- para escolares era Cabure’i, dirigida por Juan Ramón Dahlquist. Apareció el 22 de abril de 1917. Aparecía los domingos, y costaba un peso. Entre los temas abordados se destacan artículos como “El abanderado de Tuyutí”, la historia de “un mocetón, apenas salido de la infancia” que muere en la Batalla de Tuyutí, durante la Guerra de la Triple Alianza. El autor es Juan E. O’Leary y es una de las primeras narraciones de la niñez combatiente de la Guerra de la Triple Alianza. El último número apareció el 30 de octubre de 1921.
En 1921 apareció Ysoindy, en Yaguarón, que circuló hasta 1965. Creada y dirigida por el maestro y profesor normal Ramón Bogarín Arámbulo, constituye un testimonio invalorable para la historia de la educación.
Artemio Franco Preda señala cuáles eran los libros usados en Villarrica en aquellos años: “El texto de lectura ‘Vida’, del educador uruguayo José Enrique Figueira (sic), los de ‘Aritmética’ de Lucía Tabarozzi (sic), de ‘Educación Cívica y Moral’ de María Rodiño e ‘Historia’ de F.V.D., constituían nuestra fuente de información escolar”.
Ramón Indalecio Cardozo aportó a la historia “El Paraguayo”, de lectoescritura para las escuelas. De 1931 es “La Cocinera Paraguaya”, de Raquel Livieres de Artecona, utilizado en las clases de Economía Doméstica y Educación para el Hogar. También en 1931 Cardozo designó un equipo que elabore material autodidáctico para la Escuela Activa Paraguaya, que no pudo cumplir con su objetivo dada su renuncia al cargo de director general de Escuelas, en 1933.
A la Escuela Activa le debemos también los dos primeros textos de mujeres sobre historia del Paraguay dirigidos al público escolar: el de Clotilde Bordón, “Historia del Paraguay”, y el conjunto de biografías publicadas por Catalina E. de Cáceres, “Biografías de Hombres Célebres del Paraguay”.
Manuel Riquelme escribió una recordada serie “lecturas sugestivas”: “Esfuerzo”, para el tercer grado; “Aspiración”, para el cuarto grado; y “Solidaridad”, para el quinto grado. Produjo además textos valiosos para la historia de la pedagogía. Para la educación cívica, aparecen las cartillas de Marcelino Machuca Martínez denominadas “El Ciudadano Paraguayo”, de 1930; y de María J. Rodiño, “Apuntes de Conocimientos Cívicos”, que contó con varias ediciones para dos ordenamientos constitucionales distintos, el de 1870 y el de 1940.
Al final de la “era liberal”, solo 2 de cada 100 niños que iniciaban la primaria, la concluían: se había logrado mejorar la matriculación, pero no la retención del sistema. La Guerra del Chaco (1932 – 1935) profundizó el desgranamiento escolar. Los libros, desde siempre, solo respondían a la realidad de la política de castellanización, y al rechazo del guaraní, un déficit que la educación paraguaya habría de lamentar permanentemente.
6. Educación y textos en el periodo autoritario
El nacionalismo y el anticomunismo fueron las bases para los decretos sobre la enseñanza nacionalista y anticomunista bajo los gobiernos de Rafael Franco y Félix Paiva, así como la “Cartilla Anticomunista”, redactada por Emiliano Gómez Ríos en 1937, y el libro de lectura nacionalista titulado “La Ruta” (1939), escrito por Justo P. Benítez.
También en el año 1931, el ministerio adquirió para las escuelas 500 ejemplares del influyente libro “Ñande Ypy Cuéra”, escrito por Narciso R. Colmán (Rosicran).
Emiliano Gómez Ríos también escribió “Historia del Paraguay e Historia de América”. Entre 1949 y 1953 aparece una serie de libros escritos por Concepción Leyes de Chaves: “Amanecer”, “Caminito”, “Nave”, “Alegría”, “Patria Mía” y “Cumbre”, para cada uno de los grados de la educación primaria.
Desde 1945 se desarrolló la campaña de alfabetización de adultos basada en el método de Frank Charles Laubach, que incluyó la distribución gratuita de material de lectura por parte del Ministerio de Educación. Otras medidas de combate al analfabetismo, no contemplaron la cuestión de los textos escolares como prioridad. El resultado de la pobreza generalizada, de un sistema educativo que no respondía a las demandas y características de la mayoría de la población, y la ausencia de una más profunda cultura de la escritura, según la conocida expresión de Philippe Ariés, y del libro, era el analfabetismo que para mediados del siglo XX alcanzaba al 33% de la población.
La Reforma que se inició en 1955 y comenzó a aplicarse en las aulas en 1957 marca una nueva era en la historia de la educación paraguaya, por múltiples razones; tantas, que nos obligan a construir una segunda exposición, que compartiremos en otras entregas.
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