Mediados de 1970. Melenudos y vestidos al estilo Deep Purple, pero sin físicos de gym, tatuajes ni aritos. Nada de eso. En esta parte del mundo, eran épocas duras de edictos que prohibían todo, brutalidad policial y “caperucitas rojas” estronianas. Eran tiempos difíciles, sin filtrar, con cambios que ocurrían en el mundo, nunca en el país de flores y naranjos. En el “país de las maravillas” no habían –todavía– hippies drogones ni las revueltas universitarias que exigían “la imaginación al poder” o “prohibido prohibir”. Todavía era la “isla sin mar” de Roa. Paraguay era un “remanso” en donde un rubio general de bigotes, uniforme, gorra y garrote, mandaba como en su chacra. Hasta que aparecieron los primeros “rebeldes”. Hasta que, tímidamente, surgieron ellos.

“Es difícil preciar con exactitud los inicios del rock paraguayo. Básicamente comenzó a la par que cual­quier parte en el mundo. No estábamos tan aislados del mundo como se cree. Pero sí podemos sospechar que sus inicios de lenguaje propio fue a partir de mediados de los sesentas”. Explica Dany Zayas, arquitecto de profe­sión, que ejerce de heavy metal porque el rock le da vida. Can­tante y líder del grupo meta­lero NASH, es uno de los pione­ros del metal paraguayo.

Un día, hace una década, tuvo una “visión onírica” y despertó pensando que era posible llevarlo a cabo: crear el primer museo del rock paraguayo. “Es un empren­dimiento mío con financia­ción propia. Golpeé muchas puertas para conseguir aun­que sea una locación perma­nente, pero sin éxito, tanto por parte de representan­tes del Gobierno como de la Municipalidad de Asunción. Hoy es un acervo dormido en mi depósito sin descartar su exhibición permanente en algún momento”, explica Dany. La idea de Zayas es, entonces, concretar un museo nómada, “rodante”.

CUATRO JOYAS. La Fender original de Cachito Verdecchia, el bajo “Hohner” de Alcy Rock, la Washburn de Alberto Rodas y la Fender granate de Roberto “Goyo” Thompson.

“SHERLOCK” ZAYAS

Como si fuera un detective del rock, Zayas comenzó a seguir el rastro de objetos, instrumentos de talentos del rock nacional, documentos, fotos, grabaciones y demás, desde la época de las orques­tas de salón y bailes.

“Son parte del museo fotos, libros, discos de vinilo, obje­tos personales e instrumen­tos de conocidos músicos que fueron y son parte de la historia del rock paraguayo. “El museo tiene los instru­mentos que pertenecieron a Chester Swann, Aftermad’s, Alcy Rock, Cachito Verdec­chia, Roberto Thompson, Alberto Rodas, Deliverance, Nash, entre otros”, detalla.

Bandas como Los Blue Caps, Los Brujos o Los Rebeldes y IODI dejaron su impronta entre los rockers locales, aunque Blue y Rebeldes fue­ron muy conocidos luego en Argentina y el resto de Amé­rica. Los Rebeldes emigraron al Brasil a fines de los 60’ no sin antes dejar grabados cua­tro temas propios en un disco. “Creo que es el primer disco de rock nacional en importan­cia junto con el de Pro Rock Ensamble luego. Los Rebeldes fueron pioneros en el estilo y actitud desenfadada. Pelo largo y ropa rara. Llegaron a causar histeria colectiva en sus presentaciones. Eran de barrio Jara”, dice Dany.

MÚSICA “BEAT”

Antiguamente al rock (para disfrazarlo) se lo llamó música Beat en Paraguay porque prácticamente estaba prohibido utilizar el término rock, señal de rebeldía para la dictadura, relata Zayas. El “Primer Festival Beat del Paraguay”, el primer gran evento de rock en Paraguay, se celebró el 16 de mayo de 1970, en el desaparecido esta­dio Comuneros. Allí partici­paron casi todas las bandas de rock que existían enton­ces. Ese festival fue un con­curso internacional organi­zado en varios países y existe un disco del Primer Festi­val Paraguayo de Música Beat producido y editado en Argentina, cuenta.

SEXO, DROGA Y…

–¿Con el rock paraguayo, pasó algo del famoso mito de “sexo y drogas”?

–Particularmente me man­tuve alejado de esa arista, pero sé que muchos fuma­ban básicamente algún “ino­cente” cigarrillo de mari­huana. Creo que las drogas caras eran más bien consu­midas en un ambiente eli­tista de “nenes de papá” más que nada. La Policía siempre estuvo presente en cada con­cierto previamente autori­zado por la “autoridad”.

Y la Policía pegaba fuerte. “A veces los eventos termina­ban en una arreada colectiva a la comisaría y otras veces sin inconvenientes. Depende de qué época haya sido pun­tualmente. Yo pertenezco ya a una corriente entre 1983 y 1988. Después del golpe de estado cualquiera ya era roc­kero. Antes era un riesgo y un desafío”, aclara.

DISEÑO Y CALIDAD. Música para los perros de Pro-Rock Ensamble (1983 y editado en CD en 1996) fue uno de los vinilos más solicitados en su tiempo.

¿En dónde grababan? Alcy Alfonso tenía su estudio de grabación y tiene mucho material que merece ser digi­talizado y recuperado. Con él grabaron muchos rockeros de la época, dice el músico y “museólogo”. Existieron luego estudios más profesionales como el estudio “Digital” de Ricardo Candia y EMI Aiub dónde se grabó en 1986 toda la promoción del “Festival de la Década” pagado por la radio Primero de Marzo. Grabamos allí Nash, RH+, Faro Callejero, Cash Al Contado, The Deeks y todos los que participaron de ese encuentro.

EXTRAÑO DE PELO LARGO

“ALCY ROCK”. Alcides Alfonso es uno de los fundadores del movimiento rock nacional en 1970 con el grupo Los Bravos junto con Roberto Thompson.

Melenudo era sinónimo de drogón y vago. “Tener el pelo tapando las orejas ya era con­siderado ‘melena’, termino más local que pelo largo. Y vestir tachas y cueros era una rareza al principio. En más de una ocasión fui tildado de ‘americano drogadicto’ por andar por la calle con esos atuendos”, se ríe ahora Zayas. “En una ocasión fui atacado por un borracho que criticó mi forma de vestir cuando estaba aguardando el colec­tivo frente al CNC luego de una práctica que lo hacía­mos en un garage detrás de la cancha de Guaraní. El tipo comenzó a gritarme: Ameri­cano drogadicto! Mientras se abalanzó sobre mí a quien lo esquivaba reiteradamente hasta que fue de bruces al suelo por su alto grado etí­lico”, apunta intacto.

Y los infiltrados de entonces eran igual a los de ahora: “En otra ocasión al terminar un concierto fui abordado por un tipo de lentes oscuros y bigo­tes quien reiteradamente me invitaba a acompañarle para ‘fumar un join’. Al ver que yo lo evadía comenzó a gri­tarme: careta! Sos un careta! Después supe que era la tác­tica de los ‘pyragues’ (policía de civil) para atrapar incau­tos y llevarlos preso”.

¿Pero fumaban o no algún petardo por ahí? Nuestra banda no acostumbraba ni a tomar cerveza en grupo. ¿Éramos una rareza? O éra­mos caretas… que sé yo. La verdad es que lo tomábamos muy profesionalmente todo y nos cuidábamos mucho. Con­feccionábamos por ejemplo un atuendo especial para cada concierto.

Dany Zayas.

ESTA HISTORIA CONTI­NUARÁ…

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