Esta vez es el análisis de lo que vendrá en las palabras y pensamientos de dos especialistas: Carlos Martini, sociólogo, periodista, analista, y Marcelo Lacci, politólogo.
- ENTREVISTAS: LOURDES TORRES LUGO
LOS PÁJAROS
La película “Los pájaros” (1963), dirigida por Alfred Hitchcock, presenta con maestría al ser humano cuando queda expuesto a una amenaza que no puede controlar fácilmente y que lo ahoga en angustias y miedos desmesurados. En un pequeño poblado de California, de repente, las aves parecen enloquecer y atacan de manera despiadada a los seres humanos. Nadie sabía cómo controlar esta embestida. Terror puro. Al final, cuando todo parece tranquilizarse, se ve a las aves que, sin embargo, como una amenaza latente, están sobre los tejados y árboles. Con su habitual perspectiva escéptica, el director de obras maestras como “Vértigo” y “Psicosis” parece recomendarnos que no nos fiemos que las amenazas queden atrás para siempre.
No hay día después.
Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente de Nicaragua, iniciaba con ese recuerdo de “Los pájaros” una reciente columna periodística sobre este tiempo de la COVID-19. No esperemos un día después como si fuéramos a festejar una victoria definitiva. Es bueno que aprendamos más sobre nuestra fragilidad y los imprevistos. Este virus golpeó con saña a nuestra soberbia. Nos creíamos dioses.
Y ahora, en Paraguay, desde el miércoles 11 de marzo, estamos en modo sobrevivencia. Manuel Cruz, filósofo y político español, escribió que el globo se ha pinchado y andamos a tientas buscando sacar lecciones. El futuro fue desplazado por un temeroso presente en que lo único importante es que el virus no nos toque. Se perdió, por el momento, la noción de lo previsible y los planes. Estamos hasta cierto punto perdidos como en ese espantoso laberinto que aparece al final de la novela “El resplandor”, de Stephen King. Presente absoluto y un mañana desdibujado y neblinoso. Desempleo, hambre, sobrevivencia económica desesperada, temores diversos bajo el ropaje de un incierto porvenir.
En este escenario, la política habitual del día a día fue desplazada por el modo COVID-19 en las preocupaciones cotidianas. No significa que esa política de esta mediocre y estancada democracia, apenas electoral, muy lejos de un Estado social y democrático de derecho, se haya ido. Está agazapada sin haber perdido sus mañas.
Sabemos lo que debe cambiar. Se trata de dejar atrás este monumental atraso en salud pública, educación, impunidad pública y privada, terrible inequidad social, pobreza, vulnerabilidad, precariedad, mediocridad… La cuestión, una vez más, no está en el deber ser, sino en lo que somos realmente. Una sociedad conservadora y autoritaria.
Pero los cambios sociales y políticos no dependen, o por lo menos no solo, de las buenas intenciones. Es cuestión de correlación de fuerzas en la búsqueda del poder para mantenerlo y acrecentarlo, como nos enseñó Maquiavelo siglos atrás. Por consiguiente, sin una renovación en las clases dirigentes que ganen el favor de las mayorías y un sentido de mayor control ciudadano, poco se puede esperar.
Es muy apresurado en estas semanas de angustioso anhelo de sobrevivencia avizorar, cual Oráculo de Delfos, qué va a cambiar. O qué está cambiando. Algunas pistas: Alfredo Boccia me decía en Cáritas 680 AM que será un futuro más inhóspito. Manuel Ferreira, quien predominará la fobia social.
Estamos a la expectativa de no ahogarnos en este mar tormentoso. Una vez más, están en el campo de los creadores artísticos las formulaciones más lúcidas. Así, el escritor español Arturo Pérez Reverte, autor de “El pintor de las batallas” o “Falcó”, afirmaba hace poco, en una entrevista de Loreley Gafoglio de La Nación de Buenos Aires, que “hay que ser alumnos continuos de la vida”. Aprender todos los días. Es lo que ahora nos está pasando.
El Paraguay que conocíamos hasta el martes 10 de marzo ya estaba agotado y era insostenible. Eso lo sabíamos. Ahora lo que sabemos es que no sabemos cómo seguirá el rumbo político.
Los pájaros siguen allí.
“NO VA A CAMBIAR NADA”
Creo que no va a cambiar nada porque el sistema político paraguayo es bastante rígido, estructurado sobre dos partidos tradicionales que tienen apoyo afectivo, entonces no creo que vaya a cambiar nada. Además, no hay acciones políticas de esta pandemia que hagan pensar en alguna evolución en la forma de hacer política, no creo que sea uno de los campos que cambien en forma directa.
Creo que la recesión que se verá, que va a ser económica, determinará si habrá cambios en la sociedad, pero hay que ver si tendrá influencia directa en la clase política. Por lo que está ocurriendo ahora, no hay ninguna posibilidad que haya cambios estructurales.
Si la recesión económica es más dura, sí podría producir algún cambio, pero no hay elementos que hagan pensar que puede haber situaciones reales de cambio. Ahora sí, se estuvo haciendo mucho hincapié en la eliminación de privilegios de la clase política, pero esas son cuestiones solamente coyunturales, animadas por presiones políticas o sociales sobre un sector desde la clase media y su dominio de las redes sociales.
El sistema político, por la debilidad que demostró la estructura socioeconómica de no poder enfrentar situaciones como la de continuar en el trabajo, de los servicios sociales a favor de la ciudadanía, que aparte de este parche que se puso con la transferencia de 500 mil guaraníes a la gente, lo único que hace es reforzar el sistema clientelar.
La gente tendrá más dependencia debido a la crisis, de la estructura política y clientelar paraguaya. Entonces, los sistemas políticos de los partidos tradicionales se van a ver reforzados porque para asumir esas falacias del sistema político social, se necesita un Estado mucho más sólido debido a la debilidad que ha surgido del sistema educativo, de salud. En Paraguay no existe el seguro al desempleo como sí existe en otros países, que es un apoyo a las empresas en crisis, y que ayuda a sostener a las personas en desempleo.
El hecho que el debate público se haya concentrado en la eliminación de los privilegios y los malos gastos en un país que prácticamente no tiene recursos fiscales suficientes, no tiene inversiones para construir un Estado social de derecho real, te da una idea de cómo no vamos a tener un cambio revolucionario de la sociedad porque no hay una asunción de la misma, de cuáles son las verdaderas problemáticas.
Todos los cambios que se vayan a dar serán de apariencia porque no cambiará la sustancia. Para cambiar la sustancia política, se debería trabajar sobre la cuestión impositiva fiscal, se tendría que estudiar la posibilidad de impuestos mucho más fuertes, eso sería cambio político porque el país tiene más puesto y se tiene un Estado que funciona y que da los servicios que tiene que dar, la cultura clientelar ya tendrá menos cabida. Porque el sistema clientelar paraguayo se basa en las faltas del Estado.
Un ejemplo, si se tuviera un servicio de sepelio público gratuito para las familias que no tienen recursos, la persona no necesitaría recurrir a un político para solicitarle un cajón fúnebre, y ese ejemplo vale para todo. Por tanto, el problema político se basa en la estructura económica que tiene el país; si no hay cambios políticos en la forma de enfrentar esos problemas, para mí el problema de la presión fiscal es central, habrá consecuencias. Tenemos un sistema político basado en la necesidad de acción de cada político de resolver los problemas de las clases populares, que son la mayoría, ya que abarcan el 60% para abajo. Ya que la clase media es muy baja en Paraguay.
Entonces, las clases populares, que son mayoría de población en Paraguay, al no ser atendidas por el Estado van a pedir clientela, por tanto el sistema político tradicional se verá reforzado. ¿Cómo eliminamos eso? Eliminando las necesidades de las clases populares, y para eso hay que fortalecer el Estado. ¿Y cómo se fortalece? Con un sistema impositivo que permita financiar al Estado. No se puede pensar que solo eliminando los gastos malos, los despilfarros, se va a resolver el problema. Porque el Estado no tiene suficientes recursos para resolver.