- POR OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com
“Es una extraña tristeza… morir de nostalgia por algo que nunca vivirás”.
El autor presentaba la edición italiana de este libro con estas palabras: “Esta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Esta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos y dolores, que no tienen un nombre exacto que los designe. Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. No hay mucho más que añadir. Quizá lo mejor sea aclarar que se trata de una historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión”.
Un comerciante de gusanos de seda viaja a Japón para conseguir huevos de calidad, aunque acaba enamorado de los inquietantes ojos de una mujer de rasgos occidentales: se trata ni más ni menos que de la amante de Hara Kei, el señor de las tierras que producen los mejores huevos de gusano del mundo. En Francia, mientras tanto, lo esperan su mujer, su jefe y toda una población que vive de los huevos que él recoge. Esa es, a grandes rasgos, la historia.
“Seda” es una historia de viajes, pasión y, sobre todo, de esa comunicación muda y misteriosa entre dos amantes. Su elegancia es innegable, lo clásico de la agridulce “alegría” de no tener lo que deseás Baricco la convierte en lo que realmente es: dolor. Y hace ese dolor palpable. En menos de 100 páginas te parte el corazón con la premisa de un amor jamás consumado y aun así totalmente compartido. Las interacciones del personaje con la mujer no son solo silenciosas, en casi todas ellas está presente el temido amante de ella, con el terror que solo una mirada los delate y ponga en peligro ambas vidas. Una sola vez ella le escribe y es contundente: “Vuelve o moriré”. Y esas tres palabras convierten al cobarde Joncour en alguien capaz de sacrificar su vida solo por volver a ver a su amada.
Con la maravillosa prosa de Baricco, uno se transporta con Joncour en sus peligrosos viajes, se deleita en la simple idea de lo que puede esperarlo al final. Pero, sobre todo, se puede sentir la abrumadora sensualidad entre dos amantes que se abrazan frente al mundo entero, mientras sus cuerpos permanecen separados para siempre. Una mirada se vuelve un beso y beber del borde de la misma taza de té, el abrazo más sentido. Nos “vende” una historia basada en aceptar que nunca nada va a cambiar, nadie va a cumplir su deseo al final. Salvo si tomamos en cuenta ese vasto paraíso que es la imaginación de un amante, donde absolutamente nada está prohibido.
“Estabas muerto”. Dijo ella. “Y en el mundo entero, no quedaba nada hermoso”.