Una mirada a la ópera prima de Hugo Giménez desde el interior del proceso. La banalidad del mal en clave de dictadura paraguaya. Por Natalia Santos, natalia.santos@gruponacion.com.py
Exterior. Monte. Día.
Machete, pala, cal, un silencio repleto de monte. Dos hombres, Pastor (Éver Enciso) y Dionisio (Aníbal Ortiz) están/son. ¿La locación? Un lugar tierra adentro, (in)definido por el calor y el aislamiento… las mismas cosas que ¿condicionan? al Paraguay desde que se crearon los mapas.
“Atención Kokue 5, aquí Central 3.
Se enviaron tres paquetes, tres paquetes.
Cambio…”.
(Una voz metálica e interferida corta el aire pesado).
“Paquetes” es la adaptación de “empaquetados”, término utilizado en los registros para dejar asentado que alguien está muerto, explica Antonio Pecci, periodista especializado en temas de cultura, investigación y memoria histórica ante un celular que –como parte del equipo de Dirección de Arte– extiendo hacia él en el período previo a la filmación de “Matar a un Muerto”, película de Hugo Giménez. Habla como miembro de la Mesa Histórica e impulsor del Museo de las Memorias, pero también desde su vivencia como ex preso político durante la dictadura estronista.
En la sala de cine... desde la tela curvada de la pantalla todo se humedece del clima de una orilla, en un punto en la nada y lleno de vegetación llegan esos cuerpos que –expuestos a las condiciones ambientales– sufren los claros y continuos efectos de la putrefacción. ¿Metáfora? Sí. Pero en medio de todo lo que se colapsa, se desmorona y cambia... junto a los muertos que llenan de moscas, larvas y hedor el ya enrarecido espacio-tiempo de los enterradores, está también un paquete que respira, que habla, que tiene un nombre: Mario (Jorge Román).
LA ERA DE LA VERDAD/FICCIÓN
Es domingo, 18 de junio de 1978, cuando empieza todo. Stroessner está –una vez más– en el sillón presidencial tras las elecciones de febrero. Se impone la fantasía de que la temperatura es de 28 °C, pero el sudor, el agitado respirar, delatan los casi 40 °C.
Donde antes solo había cantos de aves y grillos, la intermitencia de dos radios… Una por la que llegan las órdenes y los encierra en ese círculo de ocultación… La otra, los saca para llevarlos lejos a una fiesta deportiva que es mecanismo de distracción.
En Argentina se juega el Mundial de Fútbol, evento del cual la Albirroja no participó, pues quedó eliminada tras empatar ante Colombia –primero– y luego ante Brasil, siempre con marcador 1-1. Se enfrentan la Verdeamarelha y la Albiceleste, las selecciones de los países vecinos, esos sobre los que también vuela el Cóndor.
Según el calendario de Moisés Bertoni… es período de lluvias, ese que antecede al frío, tal y como se da en la ficción de la ópera prima de Hugo Giménez, producida por Gabriela Sabaté.
–¡Ficción! ¿Ficción?, pregunta confundida una chica peruana que asiste a la avant-première del filme. Ella se encuentra ante la pantalla grande y se confronta –por primera vez– con la historia reciente y doliente de la patria en la que está de visita.
¿Cómo explicarle en poco tiempo que esa película que ella no sabe cómo calificar es una narración creada por el director sobre hechos que se repitieron y repitieron y repitieron miles de veces?
–Pero pasó, ¿verdad?
Reitera su asombro, la que tuvo su infancia marcada por el Sendero Luminoso y que nada sabe del Operativo Cóndor, del Archivo del Terror.
–Sí, pasó, con otros nombres, en otros escenarios, con otras palabras, a lo largo de años, aquí y en toda la región.
LO QUE SE PUDRE
Matar el espíritu, no el cuerpo… ese es el fin primero de la tortura. El doctor Carlos Portillo, médico psiquiatra que asesoró tanto a la Dirección de Verdad, Justicia y Reparación, como al Equipo Nacional para la investigación, búsqueda e identificación de personas desaparecidas y ejecutadas extrajudicialmente, lo certifica durante su acompañamiento al equipo de arte que recreó la época para la película.
Los restos son hallados –en su mayoría– sin señas personales, con poca ropa, la misma que vestían en su captura y prisión, según Rogelio Goiburú Benítez, coordinador del Equipo Nacional para la investigación, búsqueda e identificación plena de personas detenidas-desaparecidas y ejecutadas extrajudicialmente durante el período 1954-1989.
No suelen existir envolturas adicionales –afirma– aunque también hay “caramelos” (así llamados por testigos de la época), metidos en bolsas de arpillera… las mismas que se usan para las mercaderías a granel… Los atan en los tobillos y cuello, con la misma soga que queda tensa entre los dos extremos para poder trasladarlos como si fueran simples cosas… sin nombre ni identidad.
La señal radiofónica y la pelota juegan a favor del muerto “vivo”, pero ¿le salvará eso de terminar bajo tierra?
El suelo removido por las palas recibe los cuerpos y los hace desaparecer.
Hasta hoy, muchos de estos cuerpos siguen bajo el polvo de la era de “la paz y el progreso”. Pero en la ficción, es junio de 1978, dos hombres se cubren de barro y sufren –cada uno a su manera– de una locura que les muerde desde el interior, la que les ladra a lo lejos como un perro salvaje. Esa que perturba al espectador que sigue a estos personajes y piensa solo en una cosa: ¿Podremos dejar de matar a nuestros muertos para desenterrar de una vez nuestra memoria?
ENCIERRO A CIELO ABIERTO
Por Hugo Giménez, director.
Una extraña sensación se apodera de mí una mañana de 1989, cuando con los ojos de un preadolescente descubro el derrocamiento del dictador, lo veo subir a un avión que lo lleva al exilio con total tranquilidad; antes de eso no sabía que teníamos un presidente militar en Paraguay.
Crecí en la aparente calma de la transición democrática, crecí en un encierro a cielo abierto; donde los verdugos coexistieron con nosotros acechando desde las sombras. Años después alcanzo a comprender que esa tranquilidad era en realidad impunidad. No logramos instalar como sociedad la discusión sobre la dictadura, ella penetró profundamente en nuestro tejido social y desde allí incubó a sus hijos, que hoy treinta años después de la caída del régimen están nuevamente al frente del gobierno.
Ese cúmulo de sensaciones y pensamientos sobre nuestra historia reciente, que me persiguieron por mucho tiempo, se conectaron a la hora de escribir y dirigir “Matar a un muerto”, que representa una forma de mirar 35 años de dictadura que se reflejan en el presente.
La exploración sobre la dificultad de matar a un hombre despierta la conciencia de los dos protagonistas, en un contexto no solo de opresión militar, sino también de la naturaleza, haciendo que la banalidad del mal que subyace en las acciones de los dos hombres generen comportamientos ciegamente dramáticos.
DESDE EL ÚLTIMO ESLABÓN
Por Gabriela Sabaté. Productora
En el 2015, leí una nota a Hugo sobre la película que se había publicado en el diario y que me llamó mucho la atención el título: Matar a un muerto. Casualmente, dos días después, Hugo me llama y me comenta sobre el proyecto y fue cómo si estuviéramos en sintonía sin conocernos siquiera. A partir de allí empezamos a reunirnos a trabajar.
Me parecía que después de 10 años de hacer películas como coproductora, productora asociada o como parte del equipo técnico era hora de encarar un proyecto desde el principio hasta el final y como productora mayoritaria. Me parecía que este proyecto tenía mucho potencial desde la idea misma. Ese primer año ganamos Hubert Bals, una iniciativa del Festival Internacional de Cine de Rotterdam, que es un fondo de desarrollo. Fuimos seleccionados por el Brlab, que es un laboratorio de guión en Brasil, por Los Residentes, de Paraguay, y en Puentes que es un programa de Latinoamérica y Europa que nos ayudaron a darle forma a Matar a un muerto desde el desarrollo hasta la distribución. Terminó siendo una coproducción de Argentina, Francia y Alemania con Paraguay liderando como país mayoritario. Se sumaron la ganadora del Oscar por “El secreto de sus ojos”, Vanesa Raggone (Argentina), con su productora Zona Audiovisual; Christoph Friedel (Alemania) que fue coproductor en Las Herederas y Alexa Rivero en Francia.
Esta historia se cuenta desde el último eslabón de un sistema nefasto que es el stronismo, que son los enterradores de cadáveres clandestinos. Es una idea fuerte, una historia contundente que debe ser analizada y contada.
CONSTRUIR EL LIMBO
Por Adriana Ovelar. Directora de Arte.
El proceso creativo de “Matar a un muerto” fue duro y desgarrador. La primera instancia fue realizar una investigación histórica en cuanto a materiales, texturas, gráficas y tipografías de la época y las circunstancias explícitas en cuanto a las muertes, las torturas y al proceso de descomposición de los cuerpos. Esta fue la tarea más compleja dentro del departamento de arte, ya que debíamos trabajar conjuntamente con el equipo de maquillaje para la caracterización de los actores en ciertas escenas y de los cuerpos de utilería en otras.
La casa del estilo culata jovái la teníamos que construir de cero. Tenía que ser una casa vivida, desgastada, que se perciba que hace tiempo estaba ahí con lianas, hojas, humedad. Necesitábamos que formara parte de manera orgánica del espacio.
El monte y la casa forman parte de este universo que es una especie de limbo, así como el mundo de los muertos y los vivos terminan siendo el mismo.
La ambientación acompaña el caos emocional de estos personajes, desordenado, austero y precario donde la vida, incluso la de ellos, no tiene valor.
“Matar a un muerto” es una película realizada con mucho compromiso y una entrega total. Todos sabíamos lo que estábamos contando y cómo lo queríamos contar.
Ficha técnica:
Descripción
Paraguay 1978, dos hombres entierran cadáveres clandestinamente. Un día encuentran a una persona que aun respira. Deben matarla pero nunca asesinaron a nadie.
Sinopsis
Paraguay 1978. En plena dictadura, dos hombres entierran cadáveres clandestinamente en un bosque. Una mañana entre el montón de muertos encuentran a una persona... Ver más
Protagonistas
Ever Enciso
Aníbal Ortiz
Jorge Román
Silvio Rodas
Director
Hugo Giménez
Guionista
Hugo Giménez
Productor
Gabriela Sabaté - Vanessa Ragone - Carolina Urbieta - Alexa Rivero - Christoph Friedel