María Estela “Ñata” Legal, ex pareja del dictador Alfredo Stroessner, asegura que el general sabía que algo estaban fraguando en su contra, cuando ocurrió el golpe de Estado de 1989 que terminó derrocando su régimen de 35 años. “Ñata” cuenta cómo se conocieron y muchos otros detalles. Ella tenía apenas 15 años y él andaba por los 50 años cuando siendo presidente de la República la conoció y empezó a frecuentarla. Una charla con Augusto Dos Santos (ADS) para el programa Expresso del canal GEN.

–Augusto Dos Santos (ADS): Recuerdos de su niñez. ¿Tiene algunos recuerdos?

–Sí, guardo muy lindos recuer­dos como de mi infancia cuando vivía en Villarrica y cuando volvimos a Asunción con mis padres.

–ADS: ¿Ellos eran oriundos de Villarrica?

–Sí, ambos eran de Villarrica. Y mis abuelos también y yo también nací ahí. Y bueno, voy siempre hasta hoy. La primaria hice aquí y también la secun­daria. En el colegio Dante Ali­ghieri, cuando eso era el básico y bachillerato. Cuando estaba en el básico, lo conocí al señor Alfredo Stroessner.

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–ADS: ¿Cómo fue eso? ¿Cuántos años tenía usted? ¿Cuáles eran sus actividades en ese tiempo que conoció a Alfredo Stroessner?

–Resulta que mi madre se casó dos veces, yo soy única hija con mi padre y mi madre, después ella se casó y tuvo seis hijos. Bueno después yo entré a la escuela y al colegio, y siempre estaba en casa, con mis her­manos. Yo era un estudiante. Cuando lo conocí al gene­ral tenía 15 años. Yo tuve una infancia, podría decir feliz. Tenía muchos hermanos y con ellos jugábamos en la casa, yo tengo dos hermanas y cuatro hermanos.

–ADS: Un día aparece en su vida el general Alfredo Stroessner. ¿En qué ámbito fue? ¿cuáles fueron las cir­cunstancias?

–Y fue un día, vamos a decir…

–ADS: Usted tenía 15 años.

–Tenía 15 años… fue un día, cómo podemos llamar… Un día cualquiera podríamos decir. Él estaba jugando a las cartas en la casa de un primo mío, el esposo de una prima. Yo voy a la casa y él estaba ahí con unos, no sé, generales, no sé quiénes eran, estaba jugando a las cartas. Y yo fui junto a mi prima y lo he visto así desde lejos al grupo de señores pero como yo era tan jovencita y ese era un grupo de gente grande, como que no me interesó mucho.

–ADS: ¿De qué año más o menos estamos hablando?

–Hablamos del año 1960.

–ADS: Él ya era presidente.

–Sí, él ya era presidente desde el año 1954. Y este, cuando yo pasé él me vio y le preguntó a mi prima por mí y le dijo a mi prima ¿por qué no nos presen­tás? Yo me estaba retirando de la casa y vuelve a llamarme mi prima y me dice “Estela, acá el Presidente te quiere saludar, conocer”. Ah, ¿para qué? Yo no tengo ningún interés en cono­cerlo, le dije. Además ni sabía que existía presidente ni esas cosas porque yo estaba en el tercer año del básico. Enton­ces mi prima me dice, no, vení por educación o si no, nos vas a dejar muy mal. Y así fue que vine junto a él, se paró, me saludó y me dijo mucho gusto señorita, me preguntó a qué colegio iba, en qué curso estaba, cómo me llamaba, todas esas pregun­tas que se hacen cuando uno le conoce a alguien.

–ADS: ¿Él cuántos años tenía?

–Cuando eso tenía, 48 o 50 años, estaba por esa edad. No recuerdo muy bien. Y bien, ahí nos conocimos pero realmente fue un encuentro muy casual.

–ADS: volvieron a sus rutinas.

–Yo volví al colegio, volví a mi rutina diaria. Después, pasó como un mes, mi prima viene a mi casa y dice: Estela, el Presi­dente quiere que te vayas, hay un almuerzo en casa y quiere que vos asistas también. Y le dije yo, no, qué voy a hacer ahí, no, además, yo nunca fui elocuente. Entonces no tenés que irte, me dijo mi mamá; si no se quiere ir ella no la vamos a obligar. Pero mi prima dice, no tía, la tene­mos que llevar o si no, vamos a quedar mal con el general. Y bueno, de tanto que insistió, me voy. Fuimos al almuerzo, esta­ban algunos generales, algunos ministros. Mi prima y yo fui­mos las únicas mujeres de esa mesa. Bueno, estuvimos ahí, ni recuerdo de qué conversamos, porque yo era tan joven.

–ADS: Imagino que esta­bas al menos sorprendida, o asustada.

–Y estaba asustada ante la pre­sencia de toda esa gente que estaba sentada. Y yo también me preguntaba qué papel des­empeñaba ahí (risas). Bueno, luego terminó el almuerzo y me dijo “¿usted tiene quién le lleve a su casa?” y mi prima le dijo “yo la traje y la llevo otra vez porque así le prometí a mi tía”. Enton­ces él dijo, bueno, está muy bien.

–ADS: ¿Ustedes en qué barrio vivían?

–En el barrio Sajonia. Cerca del Colegio Experimental Para­guay Brasil entonces. Después la prima me llevó a la casa. Pasó de vuelta un buen tiempo y una vez estaba yo saliendo del cole­gio, por la tarde yo iba, aparece un joven vestido de traje y me dicen las compañeras “Estela, Estela, ahí hay una persona que pregunta por vos”.

–ADS: La persona trajeada estaba frente al colegio pre­guntando por vos.

–Sí, entonces las compañeras que ya se adelantaron, allá está, ese hombre de traje está pre­guntando por vos. Las demás compañeras ya me estaban señalando. Entonces viene el hombre y me entrega una carta. Tenía membrete de la Presiden­cia de la República y ahí decía, no sé si señorita Estelita y qué se yo, dos líneas tenía y decía que le gustaría tener una con­versación conmigo y qué día y dónde podía ser eso.

–ADS: O sea, era una esquela oficial digamos.

Sí, una esquela oficial. No era una carta digamos. Dos líneas y firmaba Alfredo Stroessner, presidente de la República. Y yo dije…

–ADS: ¿Él firmaba ese tipo de comunicación como fir­maba los documentos oficia­les o firmaba de otra forma?

–No, cuando me escribía las cartas, en la casa, en la inti­midad, yo le llamaba Alfred, entonces en cualquier carta o escrito firmaba Alfred. Bueno, yo después de leer esa esquela me quedé tan sorprendida, pero tan sorprendida. Me fui a casa, no sabía si contarle a mi mamá, porque estaba un poco hasta asustada, porque cuando entonces yo no tenía la menor idea de qué podía ser.

–ADS: Pero ya sabías que era nada menos que el pre­sidente de la República.

–Ya sabía a esas alturas que era el Presidente. Y mi prima me decía, pero Estela, él es el Presidente y quiere saber de vos, porqué te ponés así. Y yo le decía que no tenía nada que hablar con él. Luego, el joven que me entregó la carta me dice cuándo puedo venir a llevar la respuesta. Y yo por decir, le dije dentro de dos días. Recuerdo que fue un miércoles, recuerdo muy bien porque falté al cole­gio un jueves y viernes, porque no sabía qué respuesta le podía dar. Y el lunes cuando yo me fui al colegio, ya estaba este hom­bre de vuelta frente al colegio.

–ADS: ¿Era un militar?

–No, era un civil. Un asistente seguramente. Y ahí me dice, señorita, usted no me trajo la respuesta a la carta. Y le dije que yo no podía darle ninguna respuesta. Por favor, yo voy a volver mañana para esperar una respuesta. Entonces ahí, le conté a mi madre al volver del colegio. Le conté que yo había recibido esa carta y le pregunté qué podría hacer. Y ella me dijo, no tenés por qué contestar, de qué vas a hablar con él. Enton­ces bueno, no le contesté. Y venía y venía continuamente el enviado. Después, un día de esos, después de un tiempo, no sé qué me pasó pero tomé una hoja en blanco, dibujé un cora­zón en la hoja y le entregué. Y le puse ahí Estela. Pero eso me nació así. Y le entregué y se fue.

–ADS: Pero era una res­puesta contundente.

–(risas) Y bueno, después él me escribió otra carta. Que quería conversar de vuelta, que fue un placer conocerme, que estaba muy bien vestida, o sea, me halagó muchísimo. Y yo dije ahí, qué será lo que este señor quiere de mí. Bueno lo que sí yo no le contesté más esa carta. Después de eso, vino mi prima a casa a decirme que el Presidente me invitaba para un almuerzo en San Bernardino, toda la familia, mi papá, mi mamá y todos los hermanitos.

–ADS: ¿Su padre a qué se dedicaba?

–Mi padre era militar. Y mi padre estaba en una situación muy incómoda. Él era capitán nomás. Y tal era así que… bueno, mi padrastro digamos. Enton­ces como el Presidente mandó decir que todos nos vayamos, entonces nos fuimos todos y después del almuerzo, a la tardecita volvimos todos y él (Stroessner) muy distendido, muy amable como él era, atento.

–ADS: ¿En algún momento durante esa reunión habló del interés que tenía por usted?

–No, en ningún momento. Nada. Y después todo fue en plan de amistad. Después pasó el tiempo, pasó como un mes, o dos meses, viene llegando a mi casa. Fue en el mes de agosto.

–ADS: Viene llegando sin nin­guna invitación.

–Sin invitación. Viene llegando porque sabía ya que salía a las 17:40 del colegio y él a las 18:00 ya estuvo en casa. Entonces habló con mi padrastro, por­que él estaba todavía en servicio activo, y conversando ahí, dia­logando, él como si fuera parte de la familia ya. Y así comenzó nuestra relación. Se fue poco a poco consolidando. Porque no, prácticamente mi mamá no entendía lo que este señor que­ría; él ya casi se iba día de por medio y muy puntual a las 18:00.

–ADS: Se iba puntual y con custodios…

–Él iba con toda la guardia, con todo. Y los días jueves que él estaba en el Comando en Jefe, iba vestido de general. Salía del Comando y se iba a las seis de la tarde siempre a casa. Él nunca tuvo ningún reparo.

–ADS: Y la relación se pro­fundiza y establecen enton­ces una relación sentimental, digamos, ¿no?

–No, entonces ahí mi madre me dice, pero este señor viene por vos. Y me dice, nosotros no vamos a hacer que se alegre en nuestra casa. Cuando venga la próxima vez, yo no voy a apare­cer ni tampoco tu papá. Y vos ya vas a ponerte bien distante de él para que él no pueda venir más a esta casa, porque tu papá no le puede decir nada. Y por­que él (Stroessner) tampoco se manifiesta. Entonces volvió otra vez, me trajo un disco de Palito Ortega.

–ADS: Habrá sido en 1962 por ahí.

–Fue en 1961. Porque lo nues­tro fue dándose poco a poco. Entonces me trajo el disco con una dedicatoria y subrayada la música que se llama “El amor que no se olvida” o algo así. Entonces, me pregunta “vos no tenés tocadisco” y dice, vamos a escuchar. Y así me fue ganando, fue ganando espacio, cariño, con vamos a decir, con sus gestos.

–ADS: Al mismo tiempo transcurría su tiempo como presidente y eran años muy intensos. ¿Él transmitía, en su relación con usted, diga­mos los nervios y tensiones que tenía en su gestión?

–Una de las cualidades que yo descubrí de él y adquirí de él un poco fue el autodominio. Nuestra relación fue una rela­ción puramente sentimental. Y nunca en nuestra casa y en las horas de expansión trascendía de él ni una preocupación.

–ADS: No hablaban de la política.

–No, no se hablaba. Solamente de música, porque estudié música, y tocaba el piano, y a veces yo me levantaba del lugar y me iba a tocar y él se sentaba a escuchar.

–ADS: Tanto los que lo aman como los que odian a Stroess­ner hablan siempre de su talante muy autoritario, muy fuerte, ¿cómo se trasladaba eso en su relación con usted?

–Yo realmente a él no lo conocí en esa forma. Lo conozco sí como un hombre firme, tra­bajador incansable. Cons­tructivo, eh, qué más podría decirle. Puntual.

–ADS: ¿Nunca tuvo una reac­ción desfavorable?

–Conmigo nunca, le puedo ase­gurar.

–ADS: Y los años siguieron, la relación ya se consolidó y creo que el mismo día que se inauguró el Puente de la Amistad nació la primera hija, ¿verdad?

–Así es. Realmente yo me decidí a tener los tres hijos maravillo­sos porque su buen trato y su manera de ser, vamos a decir, firme, me ganó el cariño. Ganó en mí el cariño.

–ADS: Ese momento histó­rico arroja luces de afectos y también críticas, como todo lo demás. Usted vivió, pudo sentir eso que se denuncia al respecto de lo que se denun­cia o vivía aparte de esta cir­cunstancia.

–La verdad que yo puedo decir… que en esa época nosotros está­bamos vamos a decir bajo un lineamiento político de Estados Unidos, no puedo hablar de eso porque ya pasó, ya eh.

–ADS: No quiere hablar de eso.

–No es eso, es una realidad. Y que yo sepa él no hizo ningún decreto ni hizo fusilar gente.

–ADS: Y qué opinión le merece la gente que trabajó con él. ¿Usted piensa que alguna vez ellos pudieron haber actuado de manera unilateral?

–No, completamente no. Todo el personal. Yo creo que toda la gente que trabajó con él, desde la gente que estaba en casa, como los que trabajaban con él, estaba muy conforme. Y pasado el tiempo, que hoy en día todavía queda testimonio, que se encuentra conmigo y le reconocen a él.

–ADS: En concreto ¿cuán­tos hijos?

–Tuvimos dos hijos y dos hijas. Y como padre fue excelente.

–ADS: ¿Venía a visitarlos permanentemente?

–Él venía todos los días. Tal es así que una vez le dije a él, por­que venía todos los días y había veces que yo quería hacer otras cosas y pero ¿vos te juraste alguna vez, por eso es que venís siempre? Y él me decía pasa que yo me siento muy a gusto. Y le digo, pero yo también me siento a gusto contigo, pero solamente te pregunto si es que venís con agrado todos los días.

–ADS: ¿Nunca se plantearon vivir formalmente juntos?

–Pero si nosotros vivíamos juntos.

–ADS: ¿Y cuál fue la relación suya digamos con el matri­monio oficial de Stroessner?

–Yo la verdad nunca tuve una relación con ellos.

–ADS: ¿Nunca conoció a su esposa?

–Nunca. Y la verdad que nunca incursioné en nada de nada de su familia porque era tanto lo que él me ofrecía, que yo no estaba enterada que tenía otra familia.

–ADS: Pero digamos, poste­riormente se enteró.

–Claro, eso sí, después me enteré y sabía. La señora asistía a todos los actos oficiales, pero después de ahí él directamente, su casa era mi casa.

–ADS: ¿Pero en algún momento se planteó que el Presidente esté solamente con usted?

–Y pasa que él, no sé, estar en el poder no es muy fácil. Especial­mente para la señora, entonces yo realmente quería que él la deje, pero sabía que no la iba a dejar.

ADS: ¿Cuánto tiempo duró?

–18 años.

–ADS: ¿En qué momento usted descubre que es infiel? Digo porque usted menciona en su libro que, más allá del matrimonio, usted se enteró que él tenía otras relaciones.

–Luego, después ya fue. Por­que estuvimos 18 años, pero no es que yo lo dejé a él en ese periodo de tiempo. Ya cuando estábamos allá por los 14 años juntos, yo dije, a él no le podía decir, pero yo pensaba que yo no iba a morir con él.

–ADS : Cuando usted plan­tea la separación, él no reac­ciona bien.

–Él no se la esperaba. Porque yo nunca hice saber. Yo le sor­prendí un día con la propuesta de que nuestra relación ya no iba más.

–ADS: ¿En qué época fue?

–Fue en el 79.

–ADS: Después de eso, usted viaja a Europa, tengo enten­dido.

–Fue después. Después de dos años viajo a Europa. Por­que pasó que terminó el amor y nosotros construimos un puente de buena amistad.

–ADS: ¿Él seguía visitán­dola?

–Siempre, siempre. Hasta el último día quedamos bien. Porque nosotros tuvimos muy linda relación.

–ADS: ¿Recurrieron a usted, personas que se sintieron perseguidas por la gestión de Stroessner, que venían a pedir clemencia o algún tipo de ayuda?

–A mí no realmente. Yo no estaba involucrada en el tema político, en sus gestiones. Porque él lo tenía muy bien separado.

–ADS: Y su relación con los hijos de Stroessner y la señora Mora ¿cómo fue?

–Muy buena. Los hijos de él reconocen a mis hijos muy bien. Tal es así que él siempre los unió. Y lo hizo tan bien, que ahora que ya falleció él y queda solamente Graciela, se frecuenta muchí­simo con mis hijas.

–ADS: Si tuviera que citar dos o tres fortalezas y debilida­des, o errores de Stroessner, ¿cuáles serían?

–Yo estoy convencida que él sabía que iba a suceder algo. Él sabía, yo te puedo asegurar. Pero lo que no sabía era cuándo iba a ser y cómo salirse de eso.

–ADS: Podría relatarnos lo que fue la noche, o digamos, la tardecita de ese 2 de febrero antes del golpe. Stroessner fue a visitarle a su casa.

–Sí, como de costumbre. Él estaba en casa esa vez. Yo ya estaba casada con el arqui­tecto Yegros cuando eso. Y este, tan buena era nuestra relación que él podía llegar a casa y no había ningún incon­veniente. Y él me había pedido venir a visitar a las hijas y entonces él podía venir por­que esa era su casa también y que podía venir las veces que quisiera.

–ADS: Entonces ese día él llega a su casa a la tardecita.

–Sí, como siempre, a su hora acostumbrada. Estaba él con­versando con sus hijas, porque ellas ya eran adolescentes, y bueno él venía a interiorizarse. Él se acostumbraba a tomar cafecito y un vaso de agua, por­que él también era un hombre sencillo, austero.

–ADS: Entonces transcurre las horas de la tarde y noche ahí.

–Estuvo conversando, y des­pués viene alguien y le dice que va a suceder algo.

–ADS: Que hay una conspi­ración.

–Y él dice, no, no es cierto, eso no hay que creer. Yo creo que él no quería convencerse. Porque yo como lo conozco, él no era un hombre así nomás. Era un hom­bre firme. Él dijo que era imposi­ble que suceda eso (golpe) y que no hagamos caso de esas habla­durías.

–ADS: Y después se retiró…

–Y cerca de las 21 y 20 por ahí se fue, y las hijas felices también. Él entró por atrás, porque en la casa teníamos dos entradas. Esa vez salió por delante y cuando estaba llegando a la altura sobre la avenida Mcal. López y Repú­blica Argentina, entonces lo llamé al auto y le digo, escucho una cantidad de como si fuera una fiesta, y entonces le digo a la empleada, parece que es la pro­cesión de San Blas. Entonces me dice la empleada para entrar a la casa. Le escondió a mi hijo bajo la cama. Y se empezó a escuchar tipo bombas por todos lados.

–ADS: Estamos hablando de que ya estaban atacando la casa.

–Sí… yo no entendía lo que pasaba. Había dos tanques en el patio de la casa, se apagaron todas las luces y bueno, enton­ces le llamé a él y le dije, mirá no sé qué está pasando, están inva­diendo la casa. Y me dijo, que­date tranquila, te veo la guardia. Es cierto que teníamos guardia pero esa vez él me dijo que iba a reforzar y al ratito viene lle­gando y empieza un enfrenta­miento en el patio.

–ADS: ¿Cuántos soldados murieron en el patio de su casa?

–Bueno, yo no conté cuánto, pero yo lo que he visto fueron como 11 muertos. Y realmente porque parece que se confun­dieron unos con otros, yo no puedo hablar tanto de eso.

–ADS: ¿qué pasó cuando el golpe estaba consumado?

–Yo hablé con él como tres veces. Y después cuando se refugió en el Comando en Jefe volvimos a hablar una vez más.

–ADS: ¿Y qué le dijo la última vez que hablaron en esa noche?

–Y lo que me dijo es que esté ahí con las chicas y que esté bien res­guardada.

–ADS: Pero nunca habló de que esa vez iba a dimitir.

–Nunca habló de eso.

–ADS: Amanece el 3 de febrero. ¿Qué pasa con su familia?

–Nos fuimos al hotel del Yacht, nos refugiamos ahí porque la casa estuvo semidestruida y también estaba resguardada por guardias.

–ADS: ¿Hubo algún tipo de comunicación del gobierno, de Rodríguez, con ustedes? Creo que después le obliga­ron también a salir del país.

–Sí, y en mi libro destaco eso. Al otro día del golpe, bueno, se va muy temprano un coronel a casa. Y me dice “vengo de parte del Presidente y pide que usted deje el país porque no tenemos cómo protegerla ahora” y bueno está muy bien les dije, pero no pensé qué día, ni qué hora, me pareció, no sé, una amabilidad de su parte también.

–ADS: ¿Cómo pasó el exilio de Stroessner? ¿Se vieron de vuelta? ¿Tenía comuni­cación con él?

–Sí, siempre nos veíamos. Yo viajé, fui a Suiza porque cuando me pidieron que fuera del país, al día siguiente se fueron de vuelta y dijeron que tenía que ser ahora. Y nos iban ayudar a hacer todas las documenta­ciones. Eso fue tipo a las 7 de la mañana y a las 11 ya me acom­pañaron al aeropuerto.

–ADS: O sea, fueron prácti­camente expulsadas

–Por razones que yo desco­nocía.

–ADS: Esas visitas a Stroess­ner, ¡se dieron varias veces?

–Varias veces. Todos los años casi. Porque venían las hijas y algunas veces les acompañaba a ellas.

–ADS: ¿Qué decía él sobre lo que pasó? Supongo que tuvo un rencor eterno con Rodríguez.

–La verdad que no. Un día yo le dije, Alfredo por qué será que Rodríguez hizo lo que hizo. Es muy simple, envidiaba mi lugar. Envidiaba mi puesto, fueron sus palabras textuales. Y acabó ahí. Después nunca más hemos hablado. Solo que cada tanto decía que iba volver a Paraguay.

–ADS: ¿Alguna vez se cruzó en la vida con gente que ha sido víctima de Stroessner, con esas personas que reivin­dican esto de los desapareci­dos y todo eso?

–La verdad que nunca. Yo, la verdad que en aquel tiempo yo nunca escuché o he visto que él hizo un decreto para fusilamiento o…

–ADS: ¿O sea no cree que Stroessner deba pedir per­dón por nada?

–Bueno, como toda persona habrá tenido sus errores tam­bién. Pero yo no sé si, que yo sepa, yo no sé qué haya hecho fusilar gente o algún decreto así.

–ADS: ¿Sus hijos se dedican a la política?

–Ninguno. Cada uno tiene su profesión y se dedican a eso.

–ADS: ¿Acumuló muchos bienes con Stroessner, señora?

–No, yo realmente fui muy joven y nosotros vivimos una relación realmente de amor. Y tanto fue así que después ter­minó en una linda amistad.

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