- Por Eduardo Palacios, epalacios@tigo.com.py
Pocas tareas son tan mágicas como la de hacer radio. Y el laureado escritor y narrador exquisito, Mario Halley Mora, lo supo y fue uno de los más afamados protagonistas de los tiempos en que era el medio en el que se fusionaban lo mejor de la escritura con sus guionistas y lo mejor de los artistas en el micrófono.
Nuestra historia de hoy es fantástica. Está contenida en dos capítulos de una obra autobiográfica de Mario Halley Mora, donde nos cuenta a través del relato en primera persona, entre otras cosas, sus inicios. Es la historia de un hombre que a partir de su trabajo como operador de radio, que a la vez le permitió de pura casualidad escribir su primer libreto, pasó a ser luego con el correr de los años, uno de los más importantes escritores nacionales. La obra contiene un relato imperdible, en un lenguaje identificado con nuestra realidad, que nos cuenta cómo fue construyendo las bases de lo que sería luego su extraordinaria habilidad narrativa, y que hoy es un legado imperecedero de obras importantes para las letras nacionales.
Mario Halley Mora, quien falleciera el 28 de enero del año 2003, fue periodista, dramaturgo, narrador y poeta. En 2001 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, por su obra “ Yo anduve por aquí “, Editorial El Lector, 1999. Publicado también por la Biblioteca Virtual Cervantes, año 2001, es una obra en la que relata su vida, y como señala en el prólogo de la misma: “son parte de esta substancia que empiezo a construir con los ingredientes de mis observaciones, padeceres y placeres en mi paso por la vida, y más o menos que con estilo literario, con el periodístico que se adecua mejor a lo que es este libro “.
EN RADIO TELECO
Sus inicios en la tarea radiofónica, nuestro ilustre escritor lo rememora en su obra, señalando que : “Por fuerza, aquella etapa de placentera vagancia y exploración del mundo bohemio debía terminar, y, por gestión de mi hermano Gerardo logré entrar como «operador» en la radioemisora de un gran señor, industrial, empresario y filántropo hoy injustamente olvidado, don Eugenio Friedman, Radio Teleco. Mi trabajo consistía en abrir y cerrar el micrófono desde un tablero cuando el locutor lo pedía con un timbre, y poner los discos que él anunciaba. Como se ve, algo sencillo el trabajo del «operador», que hoy sigue siendo el mismo, pero los «operadores» de ahora se hacen llamar pomposamente «ingeniero de sonidos».
Era el año 1946, y en aquella época era además Halley Mora el auxiliar de los técnicos que tenían a su cargo las transmisiones desde “exteriores”, es decir fuera de los estudios centrales de Teleco, tal como el mismo lo relata en la obra “Crónicas Secretas “de César Avalos (h), que nos sirve también como fuente para nuestras historias de radio.
“La vida familiar había pagado su tributo al tiempo, y el signo era el de la disgregación. Los hermanos mayores ya habían formado hogar y familia. La abuela Venancia era sólo un recuerdo melancólico. Gerardo, que trabajaba al mismo tiempo en «La Tribuna» y como relator deportivo en radio Teleco, vivía en una pensión donde estaba cerca de su trabajo. Sólo mi hermano Eulalio y yo, acompañábamos aún a la envejecida mamá Elisa, que sobrevivía con un pequeño almacén en 14 de Mayo y Piribebuy. En esa emisora, radio Teleco, conocí y fui amigo de grandes locutores como Álex Solhberg, Juan Bautista Cazal, Nelly Prono, Juan B. Duarte, Carlos Banks y otros” cuenta nuestro escritor.
Halley Mora relata también sus peripecias y frustraciones en otras actividades comerciales que emprendiera antes de su incursión en las letras, actividades que culminarían sin mucho éxito, según señala, por lo que: “No pude menos que mudarme a una «casa de alquiler» y reanudar mi oficio de «operador». Al mismo tiempo, con mi amigo Sergio Enrique Dacak, tomamos en alquiler un garaje y montamos una oficina con una mesa y una máquina de escribir. «Estudios Álex», así se llamaba, se llenaría de dinero escribiendo por encargo discursos y otros trabajos. Llegamos a hacer un solo discurso, mortuorio, para un paisano que debía hablar en el sepelio de su compadre. Una variante, las cartas de amor, fueron más abundantes pero menos rentables, de modo que «Estudios Álex» no duró mucho. “
EM PRIMER RELATO
En la obra autobiográfica, Halley Mora, cuenta su primera experiencia para escribir un libreto reemplazando ocasionalmente en dicha tarea a Nestor Romero Valdovinos. “Corría más o menos los primeros años de la década del cincuenta. Romero Valdovinos, era un curioso caso de exiliado doble. Venía a Asunción y tenía nostalgias de Buenos Aires y cuando se marchaba a Buenos Aires tenía morriñas de Asunción, en uno de cuyos estados melancólicos escribiera los inolvidables versos de «Tardes Asuncenas». En la época a que me refiero, Romero Valdovinos gozaba o sufría de una breve estada en Asunción y para ir tirando, escribía para Radio Teleco los libretos de un programa titulado «La Pensión de doña Liga», con personajes que representaban cada uno, a un club de fútbol. Así, el cerrista era un chófer de taxi, el olimpista un señor pacato y anciano, el de Nacional un académico, y así el resto, habitantes de la pensión donde imperaba doña Liga, la única mujer del elenco. Ernesto Báez, Carlos Gómez, Nicasio Altamirano daban vida a los personajes. Un día, Romero Valdovinos, cuando faltaba una hora para el programa y no enviaba los libretos, llamó y avisó que estaba enfermo. El elenco se desesperó. Entonces, yo, tímidamente me levanté de mi taburete de operador y me ofrecí a escribir el libreto. Me miraron con sorna, y por fin, Carlos Gómez sentenció que «probar no cuesta nada». Escribí el libreto en treinta minutos, lo emitieron casi sin ensayar, y nadie se dio cuenta de que el libretista había cambiado.”
EN RADIO PARAGUAY
Cuenta también que “Aquel fue un episodio pasajero, porque Romero Valdovinos volvió a encargarse del programa, pero yo ya había percibido algo que conocía, la técnica radial; sabía manejar los diálogos y los cortes, y que podía intentar convertirme en libretista. La oportunidad se presentó pronto, cuando «La Pensión de doña Liga» terminó su ciclo, mi hermano Gerardo había inaugurado Radio Paraguay y alrededor de 1955, lanzamos el primer programa, una variante del anterior: «La Pensión de ña Lolita», que duró siete años y hacía que el talento y la vena cómica de los actores, atrapara junto a sus receptores de radio a media Asunción, los viernes, a las 20 horas.”
Concluye finalmente el gran escritor, al referirse a ese capítulo inicial de su tarea como libretista que: “Gran parte de lo mejor del caudal actoral paraguayo, pasó por aquel programa. Las «Ña Lolitas» fueron cambiando con los años. Miriam Celeste, Sarita Rivas Crovato, Celia María Benítez y Graciela Pastor fueron sucesivas «ña Lolitas». Los actores fueron Rafael Rojas Doria, Alejo Vargas, Raúl Valentino Benítez, Sergio Enrique Dacak, Nicasio Altamirano, César García, creador insuperable del personaje bruto, «Bolidote», y aunque parezca mentira, un famoso rematador de aquella época, insuperable en hacer personajes árabes o alemanes, pero no permitía que se incluyera su nombre en el elenco, Alcibiades Barba.”