Un trabajo silencioso, pero de un valor incalculable, es el que día a día realizan los integrantes de la Unidad de Cría Ogarenda, del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción. Este sitio es, en muchos casos, la última esperanza de vida de cientos de pequeños animales silvestres que son enviados allí para su rescate y cuidado.

La Unidad de Cría Ogarenda, en el Jar­dín Botánico y Zoo­lógico de Asunción, es un lugar donde se reciben ani­males muy pequeños o recién nacidos de todas las especies silvestres que por diversos motivos no pueden ser cui­dados por sus madres o que no pueden integrarse a sus grupos, por lo que son atendi­dos y cuidados en este predio.

Buena parte de la pobla­ción de especies del lugar es fruto de los decomisos rea­lizados por las institucio­nes de protección animal, en especial de los operati­vos hechos por el Ministe­rio del Ambiente y Desarro­llo Sostenible (Mades).

La época de fin de año, por ejemplo, es prolífera en casos de venta ilegal de especies sil­vestres en las calles, especial­mente aves, según explicó la doctora Alicia Coppola, direc­tora de la Unidad de Cría.

Coppola, quien es egresada de la Universidad de la Plata, Argentina, fue quien dio vida a este proyecto en el 2002, ini­ciando el trabajo desde la base. “Yo trabajaba con el Dr. Tuma en el zoológico y ya entonces había muchos muchos deco­misos de animales, había muchos animales bebés y me los daban a mí. Yo alimen­taba a los loritos con jeringa y a los monos les daba de comer con la mano, pero llegaba un momento que empezaban a crecer y entonces surgió la pregunta: ¿dónde los pone­mos? Necesitábamos un lugar para la segunda etapa de cre­cimiento. Entonces, presenté el proyecto en el 2002, pedí una hectárea y me manda­ron a donde estaba la antigua administración, que entonces era una tapera. Y me mandé acá con un jaguerete hembra que fue emblemática Kuña­taî, que ya era viejita, y con Coco, un papagayo azul cuyo caso también fue muy difun­dido porque era una especie en extinción. Desde ahí empe­zamos”, contó la directora.

LAS ÁREAS

En la actualidad, Ogarenda cuida, alimenta, protege y “mima” un promedio cons­tante de unos doscientos ani­males de diversas especies. Aves como tucanes, papa­gayos, una garza blanca y recientemente una cría de urutaû; monos, un oso hormi­guero y uno melero, coatíes, chanchitos, zorros, cabras y una cría de gato montés recién llegada; jacarés bebés y tortuguitas son solo algu­nas de las especies que inte­gran la Unidad actualmente.

Las áreas de trabajo que desa­rrollan son: nursery, es decir, el lugar donde se reciben ani­males muy pequeños o recién nacidos de todas las especies silvestres, que por diversos motivos no pueden ser cuida­dos por sus madres; adapta­ción, cuando los animales que no pueden integrarse a sus grupos son atendidos y cuida­dos; reproducción, se trabaja para tener la infraestructura necesaria para la reproduc­ción de algunas especies en peligro de extinción, y edu­cación, se trabaja tanto en la formación de recursos huma­nos como en programas edu­cativos dirigidos al público visitante.

El proyecto busca a la vez contribuir a la conservación de poblaciones de animales silvestres mediante el man­tenimiento, cría y reproduc­ción de ejemplares en cauti­verio, dando prioridad a las especies nativas en peligro de extinción, fomentando la formación de valores y acti­tudes en las personas para crear conciencia conserva­cionista responsable y par­ticipativa, según explicó la doctora Coppola.

TRABAJO DE AMOR

En Ogarenda trabajan otros jóvenes profesionales que también se involucran en un 100% en la vida y la reali­dad de la institución. Uno de ellos es la doctora veterinaria Agustina Johannsen, quien está en la Unidad hace un año y dos meses. Ella comentó que las tareas “empiezan muy temprano con la lim­pieza, luego les damos de comer, priorizamos los ani­males bebés, luego los más grandes”. Agregó que en la formación universitaria (es egresada de la UNA) tienen una carencia en lo que res­pecta a conocimiento de ani­males silvestres, y que esta experiencia le abrió todo un universo nuevo fascinante. “Todo lo que sé de anima­les silvestres, lo aprendí acá y se lo debo a la doctora Ali­cia. Aprendemos día a día, con cada animal, de golpe llegan muchos y no se le puede dar cualquier alimento. Investi­gamos muchísimo”, dijo.

La doctora Coppola viene realizando un pormenori­zado seguimiento al res­pecto: “Hasta el día de hoy sigo anotando cada toma (de alimento, de cada animal), eso me resultó lo más difícil; agarro un cuaderno y anoto cada toma y saco el prome­dio en el día y luego saco el promedio de cómo fue cre­ciendo. Es un trabajo muy desgastante y absorbente, te tiene que gustar esto. Este es un trabajo de amor”.

El sueño de Coppola es llegar a formar equipos para que entrenen ani­males para liberarlos. “Es el último objetivo de este proyecto, el que queda aún pendiente”, señaló.

VISITAS PROGRAMADAS

Ogarenda, por sus características, no es un lugar que pueda abrir al público de forma permanente. Sin embargo, explicaron que se realizan visitas programadas para grupos, en especial de estudiantes.

La forma de coordinar estas visitas es comunicándose a través de la página de Ogarenda (en el Facebook, como: Ogarenda). Hay un costo básico que se paga para la visita guiada. Durante el año escolar reciben al menos una visita de grupos de estudiantes a la semana.

UNA HISTORIA TRAS CADA ANIMALITO

Un mono sin un brazo, una garza sin un ala, un gato montés hallado en un gallinero… Muchos de los animalitos que integran la Unidad de Cría tienen historias muy particulares que incluso llegan a tocar muy de cerca a los que trabajan allí, ya que en varios casos, las crías son llevadas a las casas de los integrantes del equipo para su cuidado.

“Los osos son mis estrellas, el hormiguero que se llama Cariñosito y el melero Milito, que es el encargado de combatir el kupi’i acá en el Botánico”, señaló la doctora Coppola.

La doctora Coppola (centro, de remera azul), junto con su equipo.

Rememoró que a Cariñosito lo trajeron unos bomberos desde Villa Hayes. Un auto había atropellado a la madre y el osito estaba abrazado al cadáver. “Lo puse en una canasta y lo llevé a mi casa y lo tuve por 8 meses. Cuando empezó a romper los zócalos, mi marido me dijo: ¿no te parece que es tiempo de llevarlo de vuelta?”, recordó entre risas.

Esperó esos meses porque ese es el tiempo en que ese tipo de oso vive literalmente agarrado a la madre. “Ese tiempo estuvo en casa prendido a mí, cada vez que le daba la leche lo tenía alrededor de una hora en mi regazo porque me dijeron especialistas que él tenía que tener contacto físico o se te muere. Hoy está grandote y es muy cariñoso”, agregó.

La doctora Johannsen, con Juanita en sus brazos.

Entre otras particularidades, las profesionales contaron también que utilizan peluches para los animales, ya que ellos necesitan abrazarse.

Una nueva “inquilina” es la zorra Juanita. “A ella la trajo un día un niño en una caja, dijo que lo trajo ‘de los incendios’, pero no estamos seguros. Era muy chiquita, por lo que la llevé a criar a mi casa, ahora está acá. Tuvimos que cortarle la cola porque estaba muy descompuesta. Todavía no sabemos su destino. Me encantaría liberarla, pero no siempre se puede”, contó por su parte la doctora Johannsen.

Coppola recordó también que en un momento llegó a criar nueve cachorros de puma. “Habían matado a varias hembras y quedaban los cachorros. Yo los crié. Son los que están ahora en la nueva zona de felinos del zoológico. Están todos grandes, ya no puedo identificar quién es quién”, señaló.

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