- Por Ricardo Rivas , periodista
En 1912 –cuando el mundo era mundial y no global- el 5 de marzo, se inauguró en Mar del Plata, Argentina, unos 1670 Km al Sur de mi querida Asunción, el Oratorio de la Inmaculada Concepción dentro del por entonces imponente edificio del Asilo Unzué. Algunos aseguran que se trata de “la única muestra de arte neobizantino en la región”. Fue construido por orden de las hermanas Concepción Unzué de Casares y María de los Remedios Unzué de Alvear que contrataron para ello al arquitecto francés Louis Faure-Dujarric. Sus interiores están revestidos en mármoles que fueron traídos hasta la periferia marplatense desde Pronesco, Abisinia y Carrara. Aquellas aristocráticas damas no repararon ni se contuvieron por el alto nivel de los gastos que demandaba día a día la construcción. El pantocrátor (palabra de origen griego que da cuenta una forma especial de representar a Jesús de Nazaret) es similar de otra imagen instalada en la catedral de Santa Sofía, en Estambul, Turquía. “El edificio, desde su inicio, 107 años atrás, tuvo como destino amparar y formar para desarrollar actividades simples, sencillas, a niñas y adolescentes de bajos recursos, huérfanas o desamparadas”, me explicó en un atardecer septembrino apacible, un puñado de años atrás, mientras caminábamos por la playa, el querido amigo “Chago” Novoa, amigo del alma y del corazón desde más de medio siglo. “Pero, en algunos casos, también alojaban en él a jóvenes de la alta sociedad solteras y embarazadas que permanecían allí hasta que parían y volvían con sus familias. Antes de partir, dejaban a los recién nacidos al cuidado de las monjas”. Pacatería epocal. Hipocresía eterna de las clases dominantes de entonces. Conocedor de historias increíbles me propuso detenernos y sentarnos sobre la arena de espaldas al Atlántico Sur. Con nuestros ojos clavados en el más que centenario edificio, por él supe que “el Unzué tiene fantasmas”. Descreído, sólo atiné a escucharlo en silencio.
LOS ESPECTROS DEL ASILO
“Según muchos relatos populares y de algunos trabajadores y trabajadoras, el llanto de un bebe, una mujer que llora desesperada y las risas estridentes de niñas y niños se escuchan en las noches oscuras. Especialmente, cuando los católicos recuerdan, cada 31 de agosto, a San Ramón Nonato”, continuó El Chago. Escuché en silencio. Desde el vamos, la gestión integral del establecimiento, al igual que la atención de las internas era responsabilidad de la congregación de las Hermanas Franciscanas de María. Su mirada continuaba clavada en las viejas y descascaradas paredes que acumulan 107 años de historias, de santidades y de episodios non sanctos.
No logré encontrar a nadie entre los notables contadores de historias marplatenses que confirmara que tales relatos son ciertos. Sin embargo, no son pocos quienes aseguran, incluso, que en el subsuelo del viejo asilo se ocultan túneles. Son más los que los niegan.
Sin embargo, sobre “las presencias”, por llamarlas de alguna manera, la insistencia se extiende por décadas. Los cuidadores nocturnos de las instalaciones, “de tanto en tanto”, aseguran que “las camas se mueven solas cuando comienzan a escucharse los llantos de un bebé, la música de una cajita musical y los gritos desesperados de una mujer que podría ser monja e implora no ser violada en el nombre del altísimo”.
“Les creo a esas presencias”, dijo El Chago circunspecto. “Las múltiples historias aberrantes que contra niñas, niños, religiosas y religiosos se hicieron públicas en los últimos años me impiden descreer. Al menos, es una historia verosímil”, reflexionó.
UNA MUJER EN LA VENTANA
En ese contexto, el relato popular da cuenta que, en 1927, una joven novicia que rezaba en el oratorio, fue atacada sexualmente por el capellán del establecimiento. Al parecer, la religiosa quedó embarazada por lo que fue recluida en uno de los túneles del lugar y nunca volvió a saber nadie de ella ni de su hija o hijo que nació en cautiverio.
Novoa contó que alguna vez escuchó a un tal Víctor Recanatesi, director del Unzué, quien “confirmó que aquel capellán –del que no aportó ningún dato de identidad- vivía muy cerca del asilo. A menos de media cuadra” pero, agregó incertidumbre cuando explicó que “otras versiones, revelan que el abusador fue un camionero que, después de la agresión, abandonó la ciudad sin que nadie supiera hacia dónde partió”.
El querido amigo comentó también que “cuando comenzaba el nuevo milenio, en un balneario cercano, una turista de esas que todo lo fotografía, mientras tomaba unos mates en la playa, descubrió que en una de las fotos que tomó, en la que hizo foco sobre una de las ventanas, apareció la imagen borrosa de una joven mujer que claramente estaba embarazada”.