- Por Juan Pablo Zaracho, @laespadasagrada
Hace 50 años, la final entre Estudiantes y Milan por la Copa Intercontinental se convirtió en un campo de batalla, en lugar de una fiesta de fútbol. Agresiones, jugadores arrestados y una competencia que nunca volvería a ser la misma.
El 23 de octubre de 1969 la cárcel de Devoto en Buenos Aires tenía a tres nuevos internos. No eran ladrones ni asesinos, eran jugadores de Estudiantes de la Plata que jugaron la final de la Copa Intercontinental la noche anterior. Eduardo Luján Manera, Ramón Aguirre Suárez y Alberto Poletti eran quienes pagarían las consecuencias de un partido que se convirtió en una cacería y que el gobierno militar debía encontrar la forma de limpiar la imagen del país ante el mundo.
LA VIOLENTA INTERCONTINENTAL
Desde su primera edición en 1960, la Copa Intercontinental era el torneo que definía de manera no oficial al mejor equipo del mundo, enfrentando a los campeones de la Copa de Europa y la Copa Libertadores. Desde el Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, el Inter de Helenio Herrera, grandes clubes marcaban la historia de la competencia, pero para finales de los 60 el espíritu había cambiado.
Las finales eran cada vez más violentas, siendo el partido final de 1967 entre Racing y Celtic en Montevideo un ejemplo, con varios expulsados por equipo y marcado por ataques entre jugadores. En 1968 un nuevo equipo ganó la Copa Libertadores: Estudiantes de la Plata. Dirigidos por Osvaldo Zubeldía, los pincharratas impulsaban un juego físico que utilizaba cualquier método para ganar, incluyendo lo que llamaban las “trampas” o el “antifútbol”. Así lograron vencer al Manchester United en la Intercontinental.
Al año siguiente, con la ayuda de jugar sin rivales de Argentina o Brasil, Estudiantes volvió a ganar la Libertadores y enfrentaría a un histórico equipo europeo: el AC Milan, dirigido por Nereo Rocco y comandado por el talentoso “Bambino” Gianni Rivera. En el primer partido el Milan demostró su superioridad ganando por 3 a 0, dejando la definición a jugarse el 22 de octubre en la Bombonera.
LUCHA EN PLENO
Ya con una serie casi perdida, Estudiantes debía enfrentar los 90 minutos restantes e intentar superar al equipo italiano. Su estrategia: la intimidación. Ya desde antes del partido el clima era de tensión, al punto que en el vestuario el capellán del Ejército dio un mensaje al plantel: “Tienen que ganar o morir”.
Los jugadores del Milan ya la pasaban mal en el calentamiento prepartido. El público lanzaba objetos y maltrataba a tal punto que tuvieron que entrar anticipadamente al vestuario. En el túnel los hinchas les derramaban café caliente encima, como si fuera la invasión a un castillo de la Edad Media. El partido parecía ser una ventana de posible tranquilidad, pero terminó siendo una continuación de la espiral de violencia.
A los 15 minutos Pierino Prati fue noqueado por un golpe, pero continuó en el partido. Para el final del primer tiempo el partido iba 2 a 1 para Estudiantes y no parecía verse un camino a remontar la diferencia del primer partido. Donde sí hicieron diferencia era en los golpes. La estrella Gianni Rivera fue golpeado en el piso por el arquero Alberto Poletti, pero la mayor víctima fue Néstor Combin, jugador nacido en Argentina, pero que jugaba por la selección francesa.
Combin recibió un codazo que le causó lesiones en la cara por parte de Ramón Aguirre Suárez, quien fue expulsado, al igual que Eduardo Luján Manera. Al terminar el partido, el arquero Poletti buscó agredir a varios jugadores italianos con patadas voladoras, causando una pelea que luego fue separada por la policía.
Los medios de prensa denunciaron al partido como un bochorno para el deporte. La Gazetta Dello Sport publicó que fueron “90 minutos de cacería”, mientras que Clarín desarrolló que “Doscientas millones de personas nos estarán juzgando como nos merecemos” y que fue “(…) la apología a la brutalidad y la locura”, mostrando el claro rechazo hacia el juego violento de los pinchas.
DEL CÉSPED AL CALABOZO
El delantero Combin, con la cara ensangrentada por el codazo recibido, tuvo una nueva sorpresa al ir al costado de la cancha. Fue recibido por un grupo de militares que lo llevó preso debido a que supuestamente había evitado ir al servicio militar en el país años antes. La mañana siguiente, periodistas italianos recorrían comisarías buscando al jugador, pero este fue trasladado a una prisión militar para estar aislado. Finalmente al mediodía, por pedido del entonces presidente, el general Juan Carlos Onganía, fue liberado tras haber mostrado su libreta de conscripción, asumiendo que algo así podía ocurrir.
Quienes no corrieron la misma suerte de ser liberadores fueron Aguirre Suárez, Manera y Poletti. Los tres fueron detenidos por orden de un decreto de Onganía y enviados a la cárcel de Villa Devoto, donde estuvieron aislados de los demás reclusos por 30 días, cuando finalmente fueron liberados. La AFA también castigó a los jugadores, dando a Poletti una suspensión de por vida, suspensión que luego fue levantada.
El pedido de cárcel se daba en parte como una forma de limpiar la imagen de un gobierno que sufría una pérdida de popularidad, protestas masivas como el Cordobazo y ataques por parte de grupos guerrilleros como Montoneros. Era una forma de quedar bien ante los medios internacionales y el público argentino, castigando a los “bárbaros”. Solo un año antes Onganía recibió a los jugadores tras vencer al Manchester United, lo que llevó a Carlos Bilardo, símbolo de aquel equipo, a decir que en Argentina tenés dos alternativas: “La gloria o Devoto”.
LA COMPETENCIA DESLUCIDA
Estos hechos de violencia llevaron a los equipos europeos a cuestionar su participación en el torneo. Al año siguiente el Feyenoord participó, pero el Ajax de Johan Cruyff rechazó participar en 1971 debido a la violencia de los equipos argentinos y el ambiente hostil en el que se jugaba. Esta tendencia continuó durante la década del 70, con los campeones europeos rechazando jugar la Intercontinental, quitándole prestigio al torneo.
La FIFA recibió varios pedidos para intervenir el torneo y evitar los hechos violentos, pero su presidente Stanley Rous insistía en que no podía hacer mucho debido a que el torneo no era organizado por la FIFA, sino que era algo entre la UEFA y la Conmebol. Finalmente en 1980, con el ingreso de un auspiciante para dar mayores premios, se pudo volver a enfrentar a los campeones de Europa y América cada año, pero ahora a un solo partido en la lejana Japón.
Fuentes:
“Hace 50 años, Estudiantes y Milan protagonizaron una de las finales más violentas de la historia del fútbol” - Diario Clarín
“Three players jailed, one ‘kidnapped’: Estudiantes v Milan 50 years on” - The Guardian
“La gloria o Devoto: a 50 años de la final de clubes más violenta de la historia” - Agencia Télam
“Tres jugadores a la cárcel por bárbaros” - Diario El País (España)