- Por Carlos Giménez, cultura@gruponacion.com.py
La historia de una de las obras maestras de Demetrio Ortiz se trata de una inspiración profundamente marcada por la nostalgia y el amor.
En plena noche, la cámara cae en picada por calles animadas, se introduce por una ventana y sobrevuela un salón bullicioso, cargado de acento y utensilios; esquiva mozos y pasa ante un escenario aún vacío, y se cuela por una puerta que justo se abre, sube unas escaleras, un pasillo y llega hasta la habitación donde suenan suaves acordes de guitarra. Quien las rasguea es un hombre de 32 años, recostado en la cama, con el rostro fruncido por el dolor, aprieta los ojos y tararea nostálgicamente: “Dónde estás ahora, kuñataî...”. La cámara se lleva la melodía y se eleva hasta el cielo, velozmente atraviesa nubes y tiempo, y se posa en un balcón, frente a un imponente lago de verano, justo cuando sucede un instante mágico, en los latidos de ese hombre...
La historia detrás de “Recuerdo de Ypacaraí” es de película. Posiblemente muchos no sepan que su autor, Demetrio Ortiz (1916-1975) se inspiró para esa afamada canción estando en Córdoba, Argentina, y en un momento difícil, aquejado por intensos dolores físicos. De hecho, la historia de Demetrio Ortiz es de película, como se puede descubrir en su autobiografía: “Una guitarra, un hombre… Demetrio Ortiz” (Edición Servilibro, Fondec, 2014).
Mientras continúan diversas actividades para conmemorar los 70 años de la obra musical, como la escultura “Kuñataî”, de Javier Guggiari, que será inaugurada el próximo 15 de noviembre en el Hotel del Lago de San Bernardino; evocamos, a continuación, el relato en primera persona de Demetrio Ortiz.
UNA NOCHE TIBIA
“El conjunto que dirigía el famoso creador de ‘Pájaro Campana’, Félix Pérez Cardozo, estaba realizando sus presentaciones en la ciudad de Córdoba, en la Argentina, y yo con ellos, como uno de sus guitarristas ritmistas.
Trabajábamos en el mismo hotel donde nos hospedábamos, pues en el subsuelo había una peña folclórica. Después de cada entrada teníamos una hora y media de descanso, que yo aprovechaba para subir a mi habitación con mi guitarra y tirarme en la cama un rato, ya que sentía fuertes malestares digestivos; esto se venía sucediendo desde hacía un buen tiempo y hubo noches en que el dolor que me aquejaba era muy intenso, lo que me tenía bastante preocupado; no tenía a nadie para poder cuidarme: solo y sin parientes, lejos de mi tierra. En esas noches tristes, para aliviar mi dolencia, distraía mis pensamientos hacia aquellos momentos felices de mis actuaciones artísticas allá en mi país. Y una vez recordé la que realizamos en uno de los lugares más pintorescos de mi Paraguay en 1946 (San Bernardino, villa veraniega del departamento de Cordillera, a orillas del lago Ypacaraí).
Estuvimos allí tres días, realizando nuestras presentaciones por las noches en el club de la localidad que nos había contratado (se refiere al Club Alemán, hoy Club Náutico).
Al segundo día, por la tardecita, una hermosa muchacha pasó frente al hotel donde nos hospedábamos (Hotel del Lago); no pude resistir su simpatía y me atreví a saludarla, y ella se dio vuelta respondiéndome con una sonrisa tímida. Prudentemente, la seguí hasta que entró en una casa; me quedé en la esquina observando los alrededores y al cabo de un rato, vi con alegría que esa muchacha volvía a salir.
Me puse nervioso, no sabía qué hacer, me costaba resolver si debía acercarme a hablarle o no; por fin me decidí a caminar a su lado y tratar de iniciar una conversación. La joven, gustosa, aceptó mi compañía.
Me enteré así de que la noche anterior ella había estado en el festival y le había gustado mucho nuestra actuación; me felicitó, además, por las canciones que había interpretado en esa oportunidad. Ella también amaba la música y el canto, y allí nomás me lo demostró, cuando se puso a entonar con una dulce voz viejas y típicas canciones en guaraní.
Hablamos de muchas cosas mientras seguimos caminando, y llegué a simpatizar con ella de una manera extraña, por su sencillez, su sonrisa y su cautivadora manera de andar y de expresarse. Ella también demostró simpatizar conmigo y entonces hicimos planes para seguir viéndonos: ella iría a Asunción las veces que pudiera y yo vendría a su pueblo apenas un tiempo libre de mi trabajo me lo permitiera. Así habíamos quedado con aquella muchacha de mi tierra, con un compromiso que se podía haber concretado con un final feliz, si no fuera por la desgracia que azotó al país con la contienda civil del año 1947 que truncó muchos sueños y desencadenó el éxodo de miles y miles de ciudadanos que no tenían nada que ver con la política como en el caso mío.
Esa noche, recordando todo eso, pulsé mi guitarra pensando en aquella muchacha que se había quedado allá tan lejos, y a la que quién sabe qué destino le había tocado transitar. Fue en esos momentos cuando nació ‘Recuerdo de Ypacaraí’. Dos años después, Zulema de Mirkin le adaptó una hermosa letra”.
VIEJAS MELODÍAS EN GUARANÍ
En el 2016, al cumplirse el centenario del nacimiento de Demetrio Ortiz, su hija María Esperanza Ortiz Maidana nos recibió en el museo privado dedicado a su padre, en su residencia, y entre tantos objetos que guardaron la esencia del músico, también nos relató esa historia, que conoció tan de cerca:
“1948, Demetrio Ortiz forma parte del conjunto musical del gran maestro Félix Pérez Cardozo.
Estaban actuando en Córdoba. Y justo papá estaba en esos días aquejado de enfermedad digestiva, que le hacía tener unos dolores impresionantes. Y cada vez que actuaba, porque ‘el show debe continuar’, lo hacía, terminaba la actuación y él tenía que irse a su habitación para recostarse un rato, y sobreponerse para el próximo encuentro con el público.
Para hacer pasar esos tremendos dolores, en una de esas noches se acordó de los momentos más hermosos que había pasado en su Paraguay querido antes de salir.
Estamos hablando de que se acordó de una actuación realizada en el verano de 1946, en San Bernardino, donde fueron contratados él y su dúo, Ignacio Melgarejo, para actuar en el Club Náutico. Se hospedaron en el Hotel del Lago en esa oportunidad porque era un fin de semana que estuvieron contratados. Al día siguiente de la primera actuación, él se asoma al balcón del hotel y ve pasar a una chica hermosa, graciosa, que le llamó tanto la atención. Entonces se baja y la sigue. Ve que la chica entra en una casa cercana, la espera, y cuando la joven vuelve a salir, él le esboza una sonrisa y la chica le devuelve la sonrisa, y eso le permite comenzar a conversar con ella.
Resultó ser una chica tan agradable, que le comentó que la noche anterior había estado en la actuación de ellos, que le había gustado muchísimo, porque a ella también le gustaba la música paraguaya y cantaba un poquito canciones en guaraní. Mientras caminando por la orilla del lago, la chica fue entonando algunas de esas canciones. Eso le llegó muchísimo al corazón, a papá. Y quedaron en una amistad y en una promesa de que él la iba a seguir visitando las veces que pudiera porque en aquel entonces no eran tan fácil llegar hasta ahí, y la chica, en algún momento, iba a venir a Asunción. Fue una promesa que no se cumplió porque vino la revolución, en el año 1947, y papá emigró, y no existían los medios de comunicación como para que él accediera a conversar alguna vez más con ella.
Esa noche él pensó en esa joven y dijo: qué habrá pensado de mí, que soy un mentiroso, que nunca cumplí mi palabra. Seguramente se habrá casado con otra persona porque era tan bonita, tan graciosa, tan agradable. Y esa noche, en Córdoba, papá compone ‘Recuerdo de Ypacaraí’ para esa joven de San Bernardino, cuyo nombre nunca supimos, yo nunca le pregunté a papá quién era, porque no pensé que mi papá se iba a ir tan pronto y yo también era muy jovencita como para hacer ese tipo de preguntas.
Yo viví conociendo esa historia. Él compuso la música y parte de la letra, porque si no, no se entendería, porque es una canción de amor dedicada a esa joven, si te ponés a rememorar los versos.
Luego, un tiempo después, se hace una reunión en la casa del doctor Mirkin, que era muy amigo de don Félix Pérez Cardozo, y ahí estaban presentes la señora Zulema de Mirkin, que estaba casada con Jorge Mirkin, hermano del médico, que fue el que le atendió a papá en aquella vez, por esa dolencia. Y le dice don Félix a papá: ‘Demetrio, por qué no nos deleitás con esa hermosa música que compusiste ahora en Córdoba, cuando estuvimos la última vez’. Y papá le dice: ‘Lo que pasa, Félix, es que no terminé de armar todo el poema’. Don Félix le responde: ‘Así como está porque es maravilloso’. Y papá interpreta ‘Recuerdo de Ypacaraí’ y se acerca la señora Zulema de Mirkin, que se estaba iniciando en la poesía y le dice: Demetrio, qué posibilidades habría de que yo termine contigo esta poesía. Y papá, como caballero, le dijo: No hay ningún problema, señora; vamos a hacerlo. Entonces, Zulema lo que hace son unas correcciones métricas, vamos a decirlo así. Y por respeto, y como caballero, registran la obra juntos; como autora, la señora Zulema de Mirkin y como compositor Demetrio Ortiz. Pero todos saben que esa inspiración fue de mi padre. Y tampoco lo digo yo, lo declaró varias veces mucha gente, incluyendo Ben Molar, el editor, que dijo: El mejor regalo que pudo haber recibido en su vida la señora Zulema fue ser coautora de ‘Recuerdo de Ypacaraí’”.
ECOS DE UNA GUARANIA
“Recuerdo de Ypacaraí” se registró en Sadaic (Argentina), en 1950, y la canción se interpretó por primera vez en 1951, convirtiéndose en un éxito de la época y traspasando fronteras al ser interpretada por reconocidos artistas como Javier Solís, Julio Iglesias, Luis Alberto del Paraná, Caetano Veloso, Berta Rojas y Paquito D’Rivera, Los Panchos, Teresa Parodi, entre otros; y en diversos idiomas, incluyendo el mandarín; así como una versión en guaraní, de Aparicio de los Ríos, que es la favorita de la hija del compositor.
Sin embargo, “de las más de 1.000 versiones que tiene esta guarania, el 85% son extranjeras”, señala la descripción del concurso “Ecos de una guarania” (www.ecosdeunaguarania.com.py), que en un mes sumó 147 covers nacionales (incluyendo el videoclip grabado especialmente con destacados invitados), y premió una versión fresca y juvenil, a ritmo de reggae y rock, del grupo Mbarete, oriundo de Ypacaraí, encabezado por su cantante Bianca López. Además de esta idea original de Publicitaria Nasta y Esperanza Ortiz, con el apoyo de Banco Itaú y Fundación Itaú; el 2019 arrancó con la inauguración de una escultura sonora ante el afamado lago, creada por el arquitecto y músico Fernando ‘Amberé’ Feliciángeli, guitarrista de la banda de rock Deliverans. También se publicó un disco tributo a Demetrio Ortiz, con artistas locales e internacionales, que tuvo un exitoso show de lanzamiento; y la historia de la canción integra un tomo de los “Cómics Cancioneros”.