El fútbol americano está pasando por una etapa crítica a pesar de estar en la cúspide de la popularidad entre los deportes en Estados Unidos. La misma naturaleza del deporte, que se basa en constantes golpes a la cabeza y el cuerpo, está generando consecuencias irrecuperables para los jugadores, llevando a algunos de ellos a dejar de lado el deporte en los mejores años de su carrera y a la liga a pagar cientos de millones de dólares en daños.

  • Por Juan Pablo Zaracho
  • @laespadasagrada
  • Fotos Sam Greene / Getty Images / TNS

Rob Gronkowski, ala cerrada de 29 años de los New England Patriots de la NFL, estaba en su cama tras una nueva vic­toria de su equipo en el Súper Tazón, la gran final del Fút­bol Americano en Estados Unidos. Lágrimas caían por su rostro, no por la felici­dad de volver a ser campeón, sino por el dolor insoportable que sentía en su muslo, pro­ducto de un golpe sufrido en el partido. Esta escena es algo común para los jugadores de este deporte, quienes están dispuestos a dejar el deporte a cada vez más temprana edad para disminuir las secuelas sufridas por su cuerpo.

SOBREVIVIR A LOS GOLPES

Aquel tackle recibido por Gronkowski no era un golpe extremo, sino uno común en un juego de durísimo con­tacto. La lesión, un hema­toma, causaba tanto dolor que no le permitía dormir más de 20 minutos por noche por varias semanas, llevando a los doctores a drenar casi un litro de sangre para reducir la inflamación. El jugador, con­siderado el mejor en su posi­ción de la liga e incluso de la historia, llevaba tiempo pen­sando en el retiro, pero tras aquel triunfo en febrero deci­dió colgar los botines, a pesar que todavía estaba en un nivel altísimo de rendimiento.

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Hoy Gronkowski trabaja como imagen de una empresa que vende productos deriva­dos de la marihuana para cal­mar el dolor, siendo un ejem­plo ideal para sus cualidades. Meses después de su retiro mencionó que el fútbol ame­ricano lo “bajoneaba” y que estaba perdiendo la alegría en su vida debido a las constantes lesiones que sufrió durante su carrera. Esta admisión era aún más chocante siendo que siempre se conoció al jugador por su buen humor, siendo una de sus frases más famo­sas “yo soy fiesta”.

Este relato se sumó a la deci­sión del mariscal de campo Andrew Luck de solicitar su retiro dos semanas antes del inicio de la nueva temporada. Luck, también con 29 años, estuvo dispuesto a renun­ciar a unos 60 millones de dólares de su contrato actual que duraba 3 años más. Luck, quien sufrió varias lesiones graves, entre ellas una del hombro que lo dejó fuera de la temporada 2017, dijo que estaba “desgastado mental­mente” y que “debía alejarse del fútbol americano” para poder recuperarse.

EL ENEMIGO SILENCIOSO

Estas secuelas son algo inevitable para un deporte donde los golpes son una parte intrínseca del mismo. En años anteriores la pro­pia liga vendía videos desta­cando los tackles más vio­lentos, con música y efectos de sonido para resaltar cada choque y posterior desorien­tación. “Por sobre todo, el fút­bol americano es un deporte de alto impacto” era una de las frases que utilizaba la propia liga para vender este material.

El creciente número de estu­dios vinculando los golpes con que jugadores retirados sufren encefalopatía traumá­tica crónica hizo parar esta tendencia. Esta condición, conocida como CTE, es una enfermedad degenerativa del cerebro causada por reci­bir constantes golpes en la cabeza. La dirigencia de la liga quiso ignorar los resultados, debido a que los ex jugadores podrían demandar a la insti­tución por los daños sufridos, situación que fue retratada en la película “Concussion”, con la actuación de Will Smith.

Decenas de jugadores exhi­bieron secuelas gravísimas tras retirarse, desde cons­tantes jaquecas, problemas de memoria, hasta cambios en su humor, llegando al extremo de la violencia. Aaron Hernán­dez, ex jugador de los New England Patriots, quien ase­sinó a su ex novia en el 2013 y se suicidó 4 años después, sufría el caso más grave de CTE que habían visto de un joven de 27 años, con doctores afirmando que estas lesiones podrían sin dudas cambiar la mentalidad de una persona. El problema con esta enfermedad es que solo puede ser revisada tras la muerte de la persona.

Cientos de ex jugadores demandaron a la NFL, acu­sando a la liga de engañarlos sobre los posibles daños neu­rológicos que sufrían a con­secuencia del deporte. Tras años de litigación, la aso­ciación decidió llegar a un acuerdo con los jugadores, estableciendo un fondo de más de mil millones de dóla­res para compensar las secue­las sufridas, entre ellas CTE y demencia. Finalmente se espera que el pago total lle­gue a unos 1.500 millones de dólares para más de 2 mil ex jugadores en la liga.

Para reducir el riesgo inhe­rente del juego, la liga ha implementado varios inten­tos de solución, entre ellos invertir unos 100 millones de dólares en investigar y pre­venir las consecuencias de daños cerebrales. También han hecho más de 50 cam­bios de reglas para castigar el contacto violento y han pre­parado cascos especiales para reducir el efecto de los golpes en el cerebro. El problema es que, sin importar las medidas a tomarse, siempre habrán golpes que pongan en riesgo el físico del jugador.

UN FUTURO LEJOS DE LA GLORIA

El miedo de los jugadores a sufrir las secuelas del CTE ha llevado a algunos a reti­rarse antes de tiempo. Uno de los casos más famosos fue el del Chris Borland, jugador defensivo de los San Francisco 49ers, quien tras solo un año en la liga deci­dió dejar el deporte porque ‘no creía que valía la pena el riesgo’ de sufrir lesiones irre­versibles. Esto se suma al dato que en promedio un jugador solo dura 3,3 años en la liga, arriesgando su futuro por una oportunidad muy difícil de mantener.

Otros jugadores sufrieron tantas lesiones que tuvie­ron que dejar el deporte a una joven edad. Uno de ellos es Doug Baldwin, quien dejó el deporte a los 30 años tras estar en el quirófano incon­tables veces tratando de recuperar su cuerpo para un siguiente partido. Casi como una contradicción, varios jugadores siguen siendo figuras a pesar de pasar los 40, como Tom Brady y Drew Brees, demostrando que el avance de la medicina per­mite alargar algunas carre­ras, pero no puede evitar otras consecuencias.

Todo esto ha causado que la cantidad de jóvenes dispu­tando fútbol americano en los colegios de Estados Uni­dos se reduzca en un 6%. A pesar de esto, el deporte sigue siendo el más practicado por un amplio margen, pero este se va reduciendo año tras año. Con la imagen de reconocidos deportistas, ídolos de miles de niños, dejando el deporte que aman debido a las consecuen­cias de jugarlo, es factible que el fútbol americano esté en una crisis que sacude la base misma del juego.

Fuentes:

“Technology can’t save foot­ball players' brains” - Endga­dget.com

“La violencia del fútbol ameri­cano espanta a sus estrellas” - ElDiario.es

“In Andrew Luck’s Retire­ment, Football’s Consequen­ces Weigh Heavily” - New York Times

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