Por Bea Bosio, beabosio@aol.com - Fotografía: Romina Pereira Fukuoka

Dicen que la Virgen de la Asunción se embarcó en Nápoles y cruzó el océano para llegar a ser patrona de nuestra patria. Cuentan que corría el año 1741 y la encargada de cuidarla fue Lorenza de Zavala. La mayordomía venía instalada como costumbre y cuidarían de esta nueva imagen las mujeres de esa familia y la devoción se iría bordando en el telar de nuestra historia entre glorias y penurias. Porque la Virgen sería testigo de todo: sobreviviría crisis, pestes, guerras y revoluciones. Su fiesta siempre sería el 15 de agosto, aunque en los tiempos del Dr. Francia viviría en ostracismo por haber prohibido este las procesiones. Saldría de nuevo a las calles en el tiempo de los López –pero aquello duraría poco–, pues el horror de la guerra llegaría muy pronto a mancillar honores y devociones.

La familia Machaín Zavala, al salir de la ciudad antes de la ocupación, dejó a la Virgen en Caacupé para que continuara el rito de la Asunción. Pero en el caos del exterminio hubo grandes extravíos y nadie supo muy bien qué fue de su imagen. No había rastros de su figura y cuando ya la daban por totalmente perdida, un buen día se le dio por reaparecer en la Catedral de su ciudad, envuelta en la sacristía.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

En los confines del territorio que llevaba Su Nombre.

Estaba golpeada, un poco herida y la enviaron a restaurarse a Santa Fe, donde su mayordoma, Bárbara Machaín, vivía. Recién en 1877 la Virgen pasaría a custodia del Estado, con la condición de que quedara la misma familia encargada de su cuidado. En el 2019, la luz de aquella tradición se mantiene viva y es Ana María Rodríguez Escobar –tataranieta de Bárbara– quien hoy lleva la mayordomía. Recuerda haberlo hecho desde niña, cumpliendo los ritos que aprendió de su madre y de las mujeres de la familia.

El cinco de agosto –como siempre– la bajan del nicho para acicalarla. La visten, la peinan y la engalanan. Sus ropas son muy antiguas y han sido restauradas. Los bucles llevan su cuidado, pero merecen la pena, porque el 6 pasea Nuestra Señora del Santuario a la Catedral, para empezar la Novena. El 15, cuando es su día, rumbea hasta el Puerto de Sajonia, donde la aguarda una cañonera. Embarca Ella, bien ataviada con la Marina como custodia. Y avanza, río arriba hasta el Puerto de Asunción, donde los fieles la esperan. Pañuelos blancos, a su paso, desde la costa la celebran. Ya en tierra firme, la llevan en andas los marinos hasta la explanada de la Catedral, donde una misa se celebra y vuelve la Patrona entonces al Oratorio donde habita, y su mayordoma aguarda a que se marchen las visitas y luego, como indica el rito, la ascienden, si no a los cielos, al nicho desde donde Ella ve pasar la vida, la historia y la memoria... por los siglos de los siglos.

Déjanos tus comentarios en Voiz