Por Micaela Cattáneo, micaela.cattaneo@gruponacion.com.py

Su melena rubia simétrica llamaba la atención allá por el 2008. Su look excéntrico y erótico despertaba la curiosidad de quienes la escuchaban por primera vez. “The Fame”, su álbum debut, fue una bomba de tiempo para ese tiempo, un volcán en erupción para esa época, una que aún recurría al pendrive, a las descargas por Ares o a los rankings de MTV para conocer a las nuevas promesas de la música.

STEFANI JOANNE ANGELINA

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Su propuesta musical fue un choque para la sociedad porque el impacto fue inmediato. Y es que las canciones de Stefani Joanne Angelina Germanotta –nombre real de Lady Gaga– trajeron una impronta glamurosa al pop de los 2000, género que en ese entonces experimentaba una pobreza conceptual, ya que priorizaban las formas y no tanto las ideas.

La intérprete de “Poker Face” importó el estilo de sus influencias musicales, estrellas de los 70 y 80, a sus composiciones, modernizándolas e incorporando más espectacularidad a todo el asunto. Así el glam rock de David Bowie, la audacia de Madonna, la potencia de Queen y la rebeldía de Marilyn Manson tiñeron el cuerpo artístico de Gaga, por lo menos, hasta el álbum “Artpop” del 2013.

INTIMIDAD Y LUEGO EL ÉXITO MASIVO

Después la historia se contó con otro sonido, menos show y más intimidad. “Joanne”, el disco que lanzó en el 2016, es una especie de diario personal, de autobiografía sanadora, de relato sincero sobre su pasado y el de su familia. El disco lleva este título porque homenajea a su tía, la hermana de su padre, quien falleció a los 19 años a causa del lupus.

Esta sensibilidad atípica coincidió con el diagnóstico de su enfermedad: la fibromialgia. El mal que la alejó de la música por un tiempo, pero el hecho que la mostró sin máscaras, sin adornos, sin brillos y sin excentricidades. Era simplemente su voz y un disparo de emociones guardadas.

Y es que ese pop más emotivo le era familiar. Mucho antes de lanzarse como Lady Gaga fue Stefani, la artista que cantaba en el bar neoyorquino The Bitter End y

grababa canciones de su autoría en un estudio. El resultado de esta etapa fue su verdadero –aunque discreto– álbum debut: “Red and blue”. Un disco naif en el que su voz es casi irreconocible porque suena puro y hasta rozando lo punk.

Pero esta aventura fue breve y poco visible porque el verdadero viaje llegaba después, con “The Fame” (2008) y el resto de los álbumes que le siguieron. Luego, el escape que hizo de aquella intensidad que coronó su carrera fue oportuno porque descubrió otras caminos, abrió otras puertas y aún así siguió brillando. “Star is born” (2018), la película que protagonizó con Bradley Cooper, es un ejemplo de ello; de que Gaga, en el arte, nunca tendrá techo.

Melena rubia, flequillo. Apenas asomaba en el pop, pero impactaba.
Impacto. En los MTV del 2010, Gaga apareció con un “traje de carne” y diamantes.

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