En un partido bastante trabado en todas sus líneas, sin la claridad y contundencia necesarias tanto de General Caballero y Nacional, la paridad sin goles fue el resultado en el estadio Ka’arendy de Juan León Mallorquín.
En el acto uno, el local estuvo cerca con el cabezazo de Clementino, que salió muy cerca del poste. El Tricolor igualmente llegó con un disparo de Luis Alfaro, que Guillén cedió un rebote, que Tiago Caballero desaprovechó. El marcador en blanco fue el más justo al cierre del primer tiempo.
En la complementaria hubo más ambición y se abrió más el juego. Clementino nuevamente de media distancia probó a Guillén, quien voló para desviar del ángulo el balón para convertirse luego en la gran figura del partido al abortar en dos acciones un mano a mano con Orlando Gaona Lugo.
Sobre el cierre del encuentro, nuevamente el portero del General salvó a su equipo al sacar una increíble pelota a Gustavo Caballero, quien intentó elevarla encima, pero salió a relucir el gran momento de Guillén, quien de esa manera deja en casa por lo menos un punto para seguir peleando en el fondo de la tabla del promedio.
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Cuatro estandartes y dos escudos: la bandera paraguaya cumple 211 años
Este 14 de agosto se celebra el Día de la bandera paraguaya, uno de los símbolos patrios que nos otorga identidad y nos une como nación. A lo largo de la historia de nuestro país tuvo diferentes banderas, la actual está vigente desde hace 211 años y se destaca por ser la única en el mundo con escudos distintos en el anverso y reverso.
La historia de cómo llegamos a nuestra actual bandera se remonta a la fundación de Asunción, en 1537, de manos de Juan de Salazar y Espinosa, la que fue la primera ciudad del Río de la Plata, elevada como tal en 1541 mediante la Cédula Real del Rey Carlos I de España, explicó el senador e historiador Eduardo Nakayama en contacto con La Nación/Nación Media.
“Nuestra capital lleva ese nombre debido a que en la fecha de su fundación se conmemora la Asunción de la Virgen y como el manto que la envuelve en la mayoría de las representaciones pictóricas es de color azul, fue la inspiración para que la primera bandera paraguaya adoptada fuera completamente azul, con una estrella blanca de seis puntas (sextafolio) ubicada en la esquina superior izquierda de la misma”, indicó Nakayama.
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Esta bandera estuvo vigente durante muy poco tiempo, solo entre el 15 de mayo de 1811 hasta el 16 de junio del mismo año. Posteriormente dio lugar a una segunda bandera, que fue izada por primera vez el 17 de junio de 1811 y flameó hasta el 15 de agosto de 1812. Esta bandera contaba de tres colores: rojo, amarillo y azul.
La tercera bandera ya contó con los colores actuales que representan a nuestro país: el rojo, blanco y azul. “Sin embargo, en esta bandera la franja blanca del medio era más ancha que la roja y la azul. Creada por la Primera Junta Superior de Gobierno, que estaba compuesta por los próceres de mayo Fulgencio Yegros, Fernando de la Mora y Pedro Juan Caballero. Esta bandera estuvo vigente hasta el 30 de setiembre de 1812″, explicó.
La bandera definitiva
En 1812 se izó por primera vez la bandera tricolor paraguaya tal y como la conocemos en la actualidad, con las tres franjas del mismo tamaño. Nakayama señaló que esta es llamada como la primera bandera de la República, debido a que recién en el Congreso General Ordinario, que fue llevado a cabo en ese año, se declaró a Paraguay un gobierno republicano, dejando atrás su pasado como provincia española.
“Durante la dictadura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia se utilizó la bandera azul en alternancia con la tricolor. Luego de algunos cambios, el Congreso de 1842 adoptó definitivamente la actual tricolor (roja, blanca y azul), así como los escudos nacionales, el león acompañado de un gorro frigio y la inscripción “Paz y Justicia”, más el otro, dos ramas de palma y olivo que se alinean en forma de una corona a una estrella de cinco puntas”, detalló.
Institución de la fecha
El historiador y próximo viceministro de Culto, David Velázquez Seiferheld, en contacto con La Nación/Nación Media, indicó que en una reunión de inspectores de escuelas, realizada el 5 de febrero de 1913, el maestro Julián Rojas Chilavert mocionó la institución del Día de la Bandera, y propuso que el mismo fuera el 17 de junio. La propuesta fue aceptada por unanimidad por los inspectores presentes.
“Sin embargo, unos meses después, el 24 de julio, el Consejo Nacional de Educación, integrado por José del Rosario Ayala, J. Inocencio Lezcano y Ricardo Brugada, resolvió adoptar como día de la bandera el 15 de agosto, a propuesta de Brugada, “debiendo comenzarse el día anterior (14) en todas las escuelas de la República”, precisó.
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Pero, en la reglamentación, la Dirección General de Escuelas resolvió instituir el 14 de agosto de cada año como el “Día de la bandera”, y dispuso que dicha fecha sería asueto a los efectos de la celebración de los “ejercicios patrióticos” en todas las escuelas de la República. Los denominados “ejercicios patrióticos” eran el saludo a la bandera, el canto del himno nacional y la jura a la bandera.
“En conclusión, el día de la bandera es una conmemoración que nació y se consolidó en el ámbito escolar, y que desde allí, fue luego adoptada por el conjunto de la sociedad y las instituciones del país”, expresó Velázquez Seiferheld.
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Nacional sonríe sobre el final
Nacional consiguió un triunfo clave de 2-0 en un partido más que complicado ante Guaireña. El equipo de Pedro Sarabia encontró la fórmula de los goles sobre el tramo final, gracias a la eficacia de sus delanteros.
El Tricolor fue el equipo que más cerca estuvo de abrir el marcador en un primer tiempo de poco brillo. Una de las primeras fue tras un pelotazo que el juvenil Tiago Caballero alcanzó a puntear ante la salida de Finochietto, pero la pelota cayó en el exterior del travesaño.
Luego, cuando promediaba esa etapa, nuevamente fue Nacional el que tuvo dos ocasiones claras, incluyendo otra pelota impactada en el travesaño.
Pese al esfuerzo de ambos equipos, el partido entró en numerosos baches en ambos tiempos, pero cuando hubo que buscar el partido y el resultado, la Academia fue siempre el más ambicioso.
Pedro Sarabia quería más en el segundo tiempo y se jugó con cambios buscando decididamente la victoria. Y la apuesta le resultó efectiva. Minutos antes del gol, Cristhian Ocampos -uno de sus cambios- mandó el aviso cuando su remate a gol fue impedido en forma impresionante y sobre la línea por Miguel Paniagua.
Pero luego, el mismo Ocampos, con un toque sutil, habilitó a Gustavo Aguilar, que encaró decidido al arco. Su remate colocado fue tapado a medias por Finochietto, pero el rebote le favoreció al delantero que con golpe de cabeza mandó el balón al fondo del arco.
Para coronar su gran partido y con Nacional aún más ambicioso, otra vez Aguilar y luego de una nueva asistencia de Ocampos sentenció de zurda. Premio merecido para la Academia y toque de alerta para Guaireña, que con esta derrota, entra en la zona roja del promedio.
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Fernando Román es Tricolor
El lateral izquierdo paraguayo Fernando Román es nuevo futbolista de Nacional, en donde arriba luego de un importante paso por Aldosivi de Argentina.
En principio, el acuerdo con Román es por una temporada. El zurdo hizo inferiores en Libertad y también en Cerro Porteño, donde debutó oficialmente en Primera División.
En el fútbol argentino, Román llegó a Aldosivi en la temporada 2021, lo que fue su primera experiencia en el extranjero.
Nacional, que tiene varias bajas para esta temporada, sigue trabajando intensamente para rearmar el plantel. En ese sentido, el entrenador Pedro Sarabia tiene que intensificar la actividad para dar funcionamiento del equipo con miras a los torneos locales y la competencia internacional.
En esta semana de inicio del torneo Apertura, el Tricolor realiza los ajustes necesarios para arrancar de la mejor manera. El sábado 28 de enero visitará el Parque del Guairá para enfrentar al elenco local.
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Efraín Alegre y su toalla tricolor
- Por Josías Enciso Romero
Antes que imitar al mendigo Pelele, uno de los personajes de Miguel Ángel Asturias, en “El señor presidente”, quien, en un pasaje de la novela, repite incesante ¡erre, erre, erre, erre, erre…!, Efraín Alegre, candidato presidencial por la Concertación Nacional opositora, en un rebuscado arranque que denota su inseguridad, pretende menoscabar la figura de uno de sus adversarios, Santiago Peña, distribuyendo él mismo (Alegre) un video en que supuestamente el aspirante del Partido Colorado rechaza alzarse sobre sus hombros una bandera con los colores patrios. En realidad, Efraín es lo más parecido posible al “presidente de la República, benemérito de la Patria, jefe del gran Partido Liberal y protector de la juventud estudiosa”, quien solía vomitar “en una palangana, que en el fondo tenía esmaltado el escudo de la República”. Lo de “presidente” forma parte de la ficción del premio Nobel guatemalteco. Pero la similitud se agranda y se vuelve real cuando el titular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) utiliza como “sudadera”, “toalla” o “absorbente de la excreción de las glándulas sudoríparas” una enseña tricolor –rojo, blanco y azul–, aunque no sabemos si tiene sus distintivos escudos nacionales. Lo cual ya no sería un chauvinismo proselitista, sino un deleznable sacrilegio de lesa patria. Pero, en fin. Aunque soy un cuarentón que todavía no acepta la sentencia infalible de las redes (lo que me ha ocasionado infinitas batallas galácticas con mis hermanos menores), los internautas, navegantes de las autopistas de la información y la comunicación, ya le dieron su teté. ¡Y cómo!
Según el médico Lucas, quien relata el Evangelio, posiblemente de la boca de Pedro, en los Huertos de Los Olivos, en la noche de Jueves Santo, Jesús, quien es Dios, “sudó como gotas de sangre que caían hasta el suelo”. Sin ni siquiera una remota posibilidad de paralelismo, porque la blasfemia es un pecado imperdonable, todos los paraguayos y paraguayas nos preguntábamos si Efraín Alegre sudaba. Al menos, en público. No teníamos vestigios de algún residuo salobre que se desprendiera de su humanidad. Es que el agua acumulada en el cuerpo requiere de esfuerzo para salir afuera. Ese esfuerzo se llama trabajo. Y en el largo prontuario de quien sueña, por tercera vez, convertirse en presidente de la República del Paraguay y comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación, no registra en su diccionario la palabra trabajo. No sabemos cómo se ganaba el pan sin que le sudara la frente. ¡Cosas de mandinga!, diría yo. Porque de Dios no es. La Biblia, en ese sentido, no admite debates.
Y Efraín Alegre empezó a sudar. Era normal, con más de cuarenta grados, detrás de los votos. Sin que se le conociera oficio alguno, empezó a ordeñar vacas (ni siquiera tiene originalidad), a picar piedras (que le podría serle útil en el futuro a la luz de las denuncias de sus propios correligionarios), a levantar, a duras penas, una canasta con chipas y a manejar una carretilla con lo que parecía estiércol de vaca para la producción de ladrillos artesanales. Y si era lodo, me disculpo. Lo concreto es que, en todos esos casos, Efraín utilizó “alegremente” el estandarte tricolor para secarse el sudor. Ando muy de rimas últimamente. Sudor proveniente de la frente, de los cuellos, de las manos y, eso no presenciamos, de las axilas. Pero él es “patrrrriota”, y la “ciudadanía puede estar seguro (sic) de eso”, porque va a “acabar con los privilegios de todos los funcionarios públicos”. Esos funcionarios públicos elegidos, ya lo saben, son todos colorados. Cuando fue ministro de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) durante el gobierno de Fernando Lugo tiró a la calle a trabajadores del Estado con estabilidad laboral y mujeres en situación de embarazo, sin ningún tipo de consideraciones, ni legales ni humanitarias. ¿La razón? Todos ellos estaban inscriptos en los registros de la Asociación Nacional Republicana. ¿Fue por cuestiones de austeridad? ¡Noooo! Ingresaron en su reemplazo afiliados del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). De yapa, utilizaba su cargo para hacer proselitismo. Naturalmente, tratando de apuntalar sus ambiciones presidenciales para el 2013. Ahí mismo, nomás, Fernando Lugo le puso de patitas en la calle. Y comenzó la rabieta de Efraín, que amenazaba y amenazaba con un juicio político. Que, finalmente, cumplió el 22 de junio de 2012. Y, Lugo, con el voto de Efraín, del Palacio de López fue a parar a la calle.
Aunque todavía no pensaba en garabatear en un diario, instintivamente guardé aquel video –y los medios impresos– con la voz rencorosa de Alegre: “Voto por la condena”. Lo que implicaba la destitución de Fernando Lugo. Un Lugo al que ahora declara como aliado, “porque el cambio ya llega”. Y remata con la hipocresía de los fariseos: “¡Fuerza, Lugo!”. Y, bueno, si se limpia el sudor con una bandera que tiene los colores de la patria, no se puede esperar mucho de él. Si hasta se declaró de “centroizquierda”, siendo un liberal manchesteriano. Los medios son lo de menos, si el fin es algo bueno. Bueno para él. Y para nadie más. Al sonar de los tambores, sus corifeos mediáticos cantan como muñequitas y declaman ditirambos como poetas con las tendencias de la antigua Grecia. Es lo que hay.
Sin ni siquiera una remota posibilidad de paralelismo, porque la blasfemia es un pecado imperdonable, todos los paraguayos y paraguayas nos preguntábamos si Efraín Alegre sudaba.
Aunque todavía no pensaba en garabatear en un diario, instintivamente guardé aquel video –y los medios impresos– con la voz rencorosa de Alegre: “Voto por la condena”.