Cuando se dice que la competencia es sinónimo de libre mercado, se cree que esa cualidad la define. No es así. La competencia, es cierto, permite a las personas participar en el mercado comprando y vendiendo a sus prójimos, productos y servicios sin privilegios para nadie, cumpliéndose así el principio de igualdad ante la ley.
Mediante la competencia personas y empresas se deben a los consumidores que a cada instante deciden qué comprar, vender o intercambiar der o intercambiar según sus arreglos voluntarios. Nadie es coaccionado en las transacciones de productos, servicios, conocimientos o cualidades relacionadas al talento de una persona.
El vendedor tratará de obtener el precio más alto y el comprador el precio más bajo posible. Para que el intercambio se haga efectivo las partes deberán llegar a un acuerdo donde no es necesario que una entidad u organización (el Estado) les diga a qué precio hacerlo, sencillamente las partes celebrarán la compra venta porque saldrán beneficiadas según el precio voluntariamente acordado.
En el libre mercado no existe tal cosa como aquello de alguien pierde y el otro gana. Las partes salen ganando porque se benefician según sus propias escalas de necesidades y deseos. El comprador desde luego tratará de obtener el precio más bajo posible pero también el vendedor bajará el precio hasta donde todavía siga ganando.
Si entre A y B no hubiera acuerdo tienen la posibilidad de buscar a otros como C, D y más. De modo que si bien la competencia es relevante en la economía de mercado, lo fundamental es la libertad económica; es decir, una cuestión de orden moral por el cual las personas pueden trabajar, comprar, vender, y contratar libremente sin estar sometidas a la voluntad de otros.
Es la autonomía del individuo libre frente a la coerción. Y el daño ocasionado a otros por estafa, robo o mentiras es remediado por el propio mercado excluyendo al agresor.
Estamos ante un proceso virtuoso en el que resulta necesaria la propiedad privada porque nadie puede disponer de lo que no es suyo, al menos que sea un delincuente. De ahí que el libre mercado es sinónimo de libertad y propiedad. No es necesario usar la fuerza para que las personas colaboren entre sí, apoyándose mutuamente. De igual importancia, la economía de mercado no lo creó nadie y el intervencionismo estatal solo acarrea daños y fracasos. El libre mercado es un proceso natural y moral del ser humano mediante un amplio e insustituible orden de cooperación social.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.