- Turín, Italia. AFP.
Un nuevo récord en un 2023 de ensueño: Novak Djokovic cerró la temporada convirtiéndose en el primer tenista en ganar el Masters ATP en siete ocasiones, este domingo, al derrotar al italiano Jannik Sinner en la final de Turín por 6-3, 6-3.
Djokovic, de 36 años, compartía el récord de victorias en el “torneo de Maestros” con el suizo Roger Federer, seis veces campeón. Sinner se quedó a las puertas de ser el primer italiano en ganar el Masters cuando parecía preparado para ello tras haber derrotado ya al serbio en la fase de grupos. En aquel enfrentamiento de gran intensidad Sinner se llevó la victoria tras 3 horas y 39 minutos por 7-5, 6-7 (5/7), 7-6 (7/2).
Pero el joven de 22 años, al igual que Carlos Alcaraz en la semifinal de la víspera, no pudo frenar a Djokovic en la final, quien recuperó su mejor forma en el momento justo del torneo.
“UNA DE MIS MEJORES TEMPORADAS”
“Es muy especial ganar este título, es probablemente una de mis mejores temporadas, estoy muy contento y orgulloso de mis dos últimos partidos”, comentó Djokovic.
El año 2023 se mantendrá como uno de las más laureados de la carrera del serbio, con récords y estadísticas que han marcado la historia del tenis. Ganó tres de los cuatro torneos de Grand Slam (Abierto de Australia, Roland Garros, US Open) y cayó en la final de Wimbledon contra Carlos Alcaraz, alcanzando la cifra de 24 Grandes, más que ningún hombre antes e igualando el récord de Margaret Court.
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Gloria Oviedo, maestra de danza: “Los bailarines somos muy valientes”
- Por Paz Godoy
- paz.godoy@nacionmedia.com
La bailarina, coreógrafa y docente Gloria Oviedo (55) es una destacada referente de la danza en Paraguay. Directora académica del Instituto Superior de Bellas Artes (ISBA) e instructora de varias academias del Área Metropolitana, lleva más de 37 años formando a profesionales de la danza. Tiene título de abogada y está culminando un doctorado en Educación.
Ha sido premiada a nivel nacional e internacional por sus preparaciones a bailarines y bajo sus alas han surgido artistas que hoy levantan la bandera paraguaya en el extranjero, tal es el caso de Guido Cañete del Ballet Nacional de Chile; Gabriela Flecha y Júnior Caballero del Ballet Nacional Sodre de Uruguay; Jiva Velásquez del Ballet del Teatro Colón, Argentina, entre otros.
La maestra que se destaca en danza clásica y contemporánea tuvo el llamado del arte a la tierna edad de 5 años, tras asistir a presentaciones en el Teatro Municipal de Asunción. “Mi madre me llevaba a ver muchos espectáculos en el Municipal, yo iba a ver zarzuelas, obras de teatro, festivales de danza. Recuerdo que en una oportunidad, siendo muy pequeñita, me llevó a ver un espectáculo de Reina Menchaca y yo le dije a mi mamá: ‘Esto es lo que yo quiero hacer’”, comenta Gloria Oviedo a La Nación del Finde.
SU TRANSITAR
Tras esta revelación, Oviedo insistió a su madre para inscribirse en una academia de danzas. Cuenta que luego de dos años logró su objetivo y con 7 años lució su primer atuendo de bailarina siendo alumna de la Academia de Reina Menchaca en Asunción. Allí estudió danza clásica, paraguaya, jazz, española, malambo, entre otras. En su adolescencia, también formó parte de la Academia Tala Ern de Retivoff en Asunción, y del Ballet Irasema, dirigido por Celia Domínguez y Gilda Ruiz de Segovia. Gloria Oviedo se convirtió en una profesional de la danza a los 18 años, tiempo en que empezó a impartir clases. En 1987 audicionó para el Ballet Clásico de Asunción y logró un puesto.
“Estuve allí 5 años, luego me presenté en uno de los primeros concursos nacionales de danza, organizado por el Consejo Paraguayo de la Danza, participé de la competencia con dos danzas de repertorio y una de carácter entre moderno y contemporáneo”, recordó la artista. Tras esta presentación, Gloria Oviedo tuvo la oportunidad de dar su salto al extranjero.
EN EL EXTERIOR
Oviedo ganó una beca para capacitarse en el Ballet Nacional de Santiago, Chile, donde vivió durante 4 años; fue parte de ballet juvenil de esta importante compañía. También colaboró con la compañía principal. “Pude bailar en muchísimas óperas también. La tradición operística en Chile es muy fuerte, bailé en muchísimas ciudades de Chile, allí tuve excelentes maestros como Claudio Muñoz, Marta Hertz, Jaime Pintos, entre otros”, destaca.
En el extranjero fue flechada por Cupido y se casó con un chileno con quien formó una familia con dos hijos. A su retorno a nuestro país audicionó para el Ballet Nacional del Paraguay, donde logró un lugar y pudo presentarse en diferentes rincones del territorio nacional e incluso pisó escenarios en Europa, Asia y diferentes países de América. “En este ballet pasé por una etapa dorada, donde anualmente pasaban dos coreógrafos internacionales a formarnos”, menciona.
LA DOCENCIA
Si bien hoy día el Ballet Nacional del Paraguay está extinto, los momentos que vivió la docente en este lugar siguen en su mente. A la par que bailaba en dicha compañía, empezó a enseñar en varias academias de danza, entre ellas en la del ISBA. En esta casa de estudios recibió el título de licenciada en Danza. Aparte, se recibió de abogada en la Universidad Nacional de Asunción, y cuenta con una Maestría en Gobierno y Gerencia Pública y actualmente está culminando un Doctorado en Educación.
Además, es directora de la compañía del ballet del ISBA y es docente de materias pedagógicas de la danza. También se la reconoce por su activismo por los derechos de la danza en Paraguay y apuesta por la profesionalización de esta área. Sobre sus años de docencia, reflexiona que sus alumnos y alumnas le han brindado apoyo en sus días oscuros y proyecta estar en los salones de danza hasta que su cuerpo se lo permita.
“Yo pienso que un profesor, un maestro de danza tiene que pasar por la experiencia artística, profesional, que implique interactuar con coreógrafos, que implique interactuar con puestas en escena. Debe capacitarse continuamente y allí poder transitar con firmeza en el ámbito de la enseñanza. Yo siempre le digo a mis alumnos: ‘Los bailarines somos valientes’, y digo por la cantidad de tiempo que uno tiene que dedicar a esta práctica, por la disciplina y por la pasión por el arte”, concluye
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Exhiben plan maestro de la Costanera Norte
El jefe de Gabinete de la Municipalidad de Asunción, Nelson Mora, dio detalles del plan maestro de la Franja Costera Norte que fue puesto a consideración de la ciudadanía, ayer en audiencia pública.
Consideró trascendental que antes de su ejecución el proyecto cuente con el aval de los contribuyentes. En esa audiencia pública básicamente se aglomeró “a todos los sectores interesados en el plan. Para nosotros, el plan es muy importante, ya que Asunción no ha tenido (este) en estos últimos 30 años”, señaló al canal GEN y Universo 970 AM/Nación Media.
El mismo proyectista, el arquitecto Javier Corvalán, respondió todas las consultas del auditorio sobre el citado plan urbanístico, que cambiará la imagen de la capital del país. Se hizo una presentación desde los inicios del plan, en el año 1994, hasta la fecha.
“Asunción tiene un potencial increíble en el sentido de que va a ser la primera vez que vamos a poder mirar hacia el río de frente y no darle la espalda como lo hemos hecho en todo este tiempo”, refirió.
Básicamente, se puso a consideración del público en general el plan regulador. “A veces la gente se confunde y dice ‘van a meter la topadora, se van a echar todas las casas’. En realidad no pasa por ahí. Vamos a tener un plan que nos diga: ‘tenemos un propósito como ciudad y Asunción puede regularse a nivel edilicio, a nivel urbanístico en la Costanera Norte’”, puntualizó.
El abogado afirmó que en las últimas tres décadas solo se han tenido invasiones de personas “que tampoco han sido objetos activos ni pasivos de la ciudad”
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“Maestro”: gloria y resurrección
La película “Maestro”, dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, no es una biopic que los melómanos puritanos esperan, pero tampoco es un melodrama simplista que sigue los convencionalismos del género.
- Por Julio de Torres*
- Fotos: Gentileza
Con siete nominaciones a los premios Óscar, “Maestro” está disponible en plataformas de streaming pasando desapercibida por el prejuicio de quienes piensan que es una película cien por ciento biográfica. Prejuicio en cuanto al supuesto de que la música erudita en Paraguay está marginada por el gusto general. Pero no. No es una biopic que los melómanos puritanos esperan. No es un melodrama simplista que sigue los convencionalismos del género.
Protagonizada por Bradley Cooper y Carey Mulligan, la película se aventura en un retrato particular de Leonard Bernstein que no se limita a exaltar aquellos momentos más glamurosos y exitosos de su vida, sino que matiza la faceta más compleja de su personalidad, opacada quizás por el éxito y su genio, que no ha dejado de comportar luchas que tuvo que enfrentar a lo largo de su carrera.
“Una obra de arte no responde a las preguntas, las provoca; y su significado esencial está en la tensión entre las respuestas contradictorias” es la frase inicial de la película que transversaliza gran parte de la trama.
De hecho, la contradicción del artista, afección y vicio –cuando se lo reconoce y, a pesar de ello, no importa repetirlo– de todo ser humano y que signara, en este caso, la vida de Bernstein, repercute en la articulación de dos luchas fundamentales: la lucha íntima consigo mismo, donde, enfrentándose a sus propios demonios, revela la dualidad inherente a su genialidad y tiene continuidad en la figura de Felicia Montealegre, su esposa; y su lucha con el mundo exterior, poco visibilizado en materia de valores conservadores que expliquen su miedo a aceptar y vivir su sexualidad, pese a que su interacción con colegas, amigos y amantes dejan al descubierto las complejidades de las relaciones humanas y los sacrificios que conlleva la búsqueda de la perfección artística.
SOMBRAS
La película en ese sentido es ambiciosa. No teme explorar las sombras que coexisten con la luz del escenario lejos de lo que esperan los fanáticos del director. Al contrario, más allá de solo mostrar la fragilidad del maestro detrás de la batuta, más allá de retratar el padecimiento del genio, se lo interpela con la fuerza de las reivindicaciones del presente y toma cuerpo la figura de Felicia. Felicia no sucumbió como víctima ante el cáncer que finalmente la llevó.
La enfermedad que centra la atención en ella se convierte en una metáfora y, en este caso, en la materialización de una muerte que ha estado anunciándose desde el principio de la película: la traición del esposo, quien ocupa un lugar privilegiado, y su egoísmo, alimentado por el estrellato al estilo hollywoodense, son solo algunas de las estocadas que han minado la moral de alguien que podría haber sido una mejor persona. Felicia no fue víctima del destino, sino de un patriarca que le negó el derecho a ser feliz y a elegir su propio camino. Oprimida y silenciada, aceptó la vida que le tocó vivir, consciente de esa traición.
Es aquí que la película impulsa a redefinir la posición del genio en la sociedad, revelando facetas hasta ahora inexploradas de cada celebridad. En “Tár” (2022) se aborda esta reflexión sobre la relación entre la obra y el autor, convirtiéndose en un ejercicio esencial para comprender la complejidad ética al considerar el impacto del genio en la sociedad. Se reconoce que la obra de un genio, por su propia naturaleza, trasciende las limitaciones del tiempo y del espacio, pero va adquiriendo otros significados en las demandas colectivas que son fruto del contexto, de la contemporaneidad en la que está insertada.
Desde “Tár” hasta “Maestro”, ¿es válido cuestionar la coherencia entre la obra y la vida del autor? ¿Es apropiado desafiar la noción tradicional de separar al creador de su creación? ¿Hasta qué punto la obra refleja la verdad del autor y en qué medida es una creación independiente que adquiere significados propios?
Que una película despierte estas interrogantes como lo demanda Bernstein en su frase inicial, ya célebre, da cuenta del valor de la película que va más allá de nominaciones en la academia. Si bien la película no termina siendo una biopic, como la concibe la mayoría, es una historia necesaria que visibiliza lo que aún queda por conocer de Bernstein.
ESTRUCTURA
Su estructura, que arranca con el hito de reemplazar a Bruno Walter en noviembre de 1943, al mando de la Filarmónica de Nueva York, dirigiendo la obertura “Manfred” de Robert Schumann, “Tema, variaciones y finale” de Miklós Rózsa, el poema sinfónico para cello, viola y orquesta “Don Quijote” de Richard Strauss y el preludio de “Los maestros cantores” de Richard Wagner ya denota que el género es otro, pues se obvia los inicios de su carrera, que han sido determinantes y quedarían en el terreno del documental.
Es probable que Bradley Cooper haya tenido la intención de mostrar una faceta de Leonard Bernstein que reconoce aristas que la biografía tradicional se niega a ver. Sin embargo, también implica el retrato de un genio que alcanza lo más excelso en una de las escenas culminantes de la película: la famosa interpretación de la “Sinfonía N.º 2 Resurrección” de Gustav Mahler, para la cual este adaptó fragmentos de “La mesíada” del poeta romántico Friedrich Gottlieb Klopstock a su composición coral.
Con ello, el remate de la película termina reivindicando la genialidad de Bernstein que se traspola a la interpretación del actor, reproduciendo tal cual el gran trabajo de aquel, en 1974, al frente de la Sinfónica de Londres, el Coro del Festival de Edimburgo y el espectacular crucero octogonal de la Catedral de Ely, en el este de Inglaterra.
El coro final de la N.º 2 de Mahler reza los versos de Klopstock así adaptados por el compositor:
“Con las alas que me he ganado / en la búsqueda ardiente del amor / voy a elevarme hacia la luz, / a la que ninguna mirada ha llegado. / ¡Moriré para vivir!”.
La película es un reto a la secuencia bíblica de resucitar para alcanzar la gloria. “Maestro” invierte la secuencia, tal como la hemos plasmado en el título del presente artículo. Y lo hace con justa razón.
*Actor, dramaturgo e investigador en artes y humanidades
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Una rosa invisible para el maestro
EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Hace tres días, el 24 de enero, el mundo estaba pendiente de lo que sucedía en Argentina con el paro convocado por “los trabajadores”. Por un lado, los aburguesados sindicalistas que defienden sus privilegios a costa de discursos de mentiras y por otro, los verdaderos trabajadores que soportan el rigor del nuevo gobierno que con la consigna de “no hay plata” justifica la desesperación ciudadana.
Para las viejas sanguijuelas, “la lucha” les resulta fácil ya que el nivel de criterio de la masa joven deja mucho que desear y es manipulable. Con medias verdades les hacen creer que Milei les roba los derechos ganados en décadas pasadas, aunque, en realidad esos derechos se diluyeron como el poder adquisitivo de la clase trabajadora. Pero los dirigentes les hacen creer que la injusticia económica que viven actualmente es culpa del nuevo gobierno. Y salen a la calle a manifestarse sin entender bien por qué.
Adoctrinados con los reels y tiktoks, los jóvenes de hoy ya se ganaron el mote de “la generación sin talento”. Son adictos a la pantalla del celular y esclavos de los likes. Ese es su mundo. No piensan, no ejercitan su cerebro, no se capacitan, no leen, no tienen experiencias reales. Viven como zombis.
Otro 24 de enero, pero de 1944, nacía un hombre que hoy tendría 80 años. Un genio que esta generación no tuvo el privilegio de conocer, pero que con su talento revolucionó la forma de pensar de niños y jóvenes a quienes enseñó sobre mundos desconocidos, aventuras y valores de vida. Su nombre era Robin Wood.
Gracias al periodismo tuve la suerte de cruzarme con él en algunas ocasiones. Por ejemplo, una mañana fui a entrevistarlo en el hotel en el que se hospedaba en Asunción. Para mi sorpresa, desayunaba sandía. Claro, como por entonces vivía en un país helado como Dinamarca, esa fruta era difícil de conseguir allá. Así, sin querer, me enseñó a valorar lo que tenía y no me daba cuenta.
De charla fácil, me contó varias anécdotas y le mencioné que no sabía cómo un personaje suyo había perdido un ojo. Sonrió y tres meses después a través del correo paraguayo recibí una sorpresa desde Copenhague: era una edición de lujo, tapa dura, en italiano. Decía: “Una promesa es deuda. Ahora vas a saber cómo el tuerto perdió el ojo”. Y recordé lo que me había dicho, sobre la indignación de sus lectores, que le habían escrito reclamándole “qué se creía él para dejar tuerto a Nippur”. Su gentileza me enseñó el valor de la palabra.
En otra ocasión lo encontré en Caazapá. Él iba a cumplir 60 años y estaba allí para la celebración de la fundación de la ciudad (10 de enero).
Viajero incansable, escribía sus guiones desde un tren mientras por las ventanillas admiraba el paisaje de Oriente, o desde la nieve en Europa y luego enviaba sus escritos a la editorial Columba para que se los publicaran.
Creó casi cien personajes, que tenían aventuras desde la desconocida ciudad mesopotámica de Uruk, miles de años antes de Cristo, o en el Egipto de los faraones, o con la peligrosa mafia china o desde el FBI, hasta el espacio a años luz de la Tierra tratando de salvar a la humanidad; así enseñó sobre el amor, la amistad, la frivolidad de la vida y hasta la profunda filosofía de la muerte.
Hace tres días, por su cumpleaños, varios fantasmas fueron a felicitar a su padre en la tumba. Sobre la lápida, uno de ellos dejó una rosa roja invisible. Ni Dago ni Nippur tendrían la sensibilidad necesaria para ese gesto, pero los conocedores sospechan que pudo ser Dennis Martin, aunque Amanda también sería capaz. De todas maneras, conociendo al maestro y su afición por los caminos infinitos, Robin recibió esa rosa en algún lugar lejano del universo, satisfecho por el deber cumplido, aunque desilusionado por los jóvenes de ahora, desbordados por la tecnología sin límites.