• POR ÓSCAR GÓMEZ
  • PERIODISTA

La constante del segundo tiempo fue Sol de América jugado en ataque y River esperando sacar una contra que senten­cie la cuestión. Era matar o morir para ambos y el premio final terminó siendo para el visitante, que sobre el final del partido hizo pagar cara la decisión de River de meterse muy atrás y muy temprano.

Corrían apenas seis minutos del primer tiempo cuando un tiro libre corto quedó de manera fortuita en los pies de Emiliano Agüero, quien tuvo todo el tiempo del mundo para controlar el balón, girar en el área y elegir una esquina para castigar bien temprano.

Era el 1-0 del local, que parecía presagiar un primer tiempo dominante de River. Nada más alejado de la realidad. A partir de ese gol, fue Sol de América el que se impuso.

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La casi nula presión de Prieto a la salida solense y la poca capacidad de aguantar balo­nes hicieron que el equipo de Sanguinetti encuentre tranquilidad para generar sus jugadas. Agüero perdía refe­rencia de marca en el cen­tro del campo, lo que le per­mitió a Sol mover el balón hasta encontrar el momento exacto de volcar sobre uno de los costados el juego, especial­mente el derecho (izquierdo de River), donde Jourdan y Gustavo Velázquez compli­caron y mucho a Carlos Mon­tiel. Era cuestión de tiempo para que llegue el empate y fue el propio Velázquez el encar­gado de anotar.

Para la complementaria, la historia arrancaba de la misma manera: Sol mane­jando el balón, todavía sin mucho peligro, pero River las­timando en el momento justo.

Y qué manera de lastimar la del Kelito. Requena recibió el balón en la cabecera del área grande y remató colo­cado y a ras del piso para que el local vuelva a festejar. Un golazo. Pero, otra vez, este gol lo sacó del partido a River en función ofensiva y todavía faltaba mucho por jugar. Sol de América estuvo siempre mejor parado y el local cada vez defendía más cerca de su arco. Además, los contragolpes reco­rrían menor distancia debido al cansancio de los hombres de River y así como ocurrió en la primera mitad, era cues­tión de tiempo para que llegase de nuevo el empate visitante, que esta vez fue definitivo. ­

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