Hazaña con triun­fazo histórico. De visitante, suma­mente sacrificado. El pre­mio es enorme: valen tres puntos de oro. Sorprendió y el gran planteamiento tác­tico. Qué mejor manera de empezar la Libertadores para Cerro Porteño. Ante un rival como el Atlético Mineiro, demasiado favo­rito, pero que fue devorado por sus falencias y el coraje del Ciclón.

Diego Churín se encargó de silenciar el estadio Mineirão de Belo Horizonte. Faltaban doce minutos para el final. San­tiago Arzamendia, una de las grandes figuras del par­tido, lanzó el centro. Churín atropelló en el corazón de la defensa, adelantándose al arquero y convirtió el tanto que hizo diferencia.

Cerro aguantó con el sacri­ficio de hombres livianos desde el medio con Villa­santi, Carrizo y Ruiz. Agui­lar fue el único de oficio en la contención firme, estuvo metido entre los defenso­res. Dos remates de Nel­son Haedo rondaron el gol. Larrivey peleó, pero pocas pelotas le alcanzaron.

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Se sufrió con la tenencia del rival, los remates de Cazares y la anulación correcta de dos goles (posición adelan­tada y tiro libre indirecto). Flojo arbitraje del argentino Vigliano, quien perdonó y no se animó a expulsar a Adilson por violenta falta contra Haedo. Carrizo se portó con un par de ataja­das. Ruiz corrió una bar­baridad y Hernán Novick entró muy bien para tener la pelota con criterio. La defensa hizo correcto tra­bajo con los cuatro: Can­dia, Escobar, Amorebieta y Arzamendia. Victoria reso­nante e inobjetable.

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