Si bien todos los aceites están repletos de grasas y calorías, su composición química y sus efectos sobre la salud pueden ser muy diferentes. Con tantas clases disponibles en el mercado, ¿cómo saber cuál es el mejor a la hora de cocinar y si se debería evitar alguno?
En los últimos tiempos, se ha desplazado el aceite de girasol para introducir opciones supuestamente más “benévolas” como, por ejemplo, el aceite de coco. No obstante, lejos de lo que se cree, este ingrediente tiene un alto contenido en grasas saturadas y ningún estudio puede respaldar que se trata de un “superalimento” para la salud, según análisis de la Universidad de Harvard, replicados por la prensa internacional.
El aceite de coco también puede aumentar los niveles de colesterol perjudicial, que están relacionados con las enfermedades cardíacas y los accidentes cerebrovasculares. Tampoco está exento de convertirse en grasa mal acumulada dentro del organismo, por lo que no siempre es la mejor alternativa.
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Lo mismo sucede con el aceite de oliva, que tiene fama de ser el más saludable de los aceites vegetales. Si bien puede mejorar el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativa, solo es especialmente beneficioso cuando no se cocina, pero incluso bajo cocción tiene un porcentaje muy alto de ácidos grasos monosaturados.
De ahí que, entre la gran variedad, se recomienda optar por un aceite más bajo en grasas saturadas. Lo mejor siempre es consultar con un profesional de la nutrición para determinar cuál se adapta mejor a las necesidades y exigencias alimentarias particulares.
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