Tomar una siesta es una práctica muy común para recuperarse del sueño insuficiente por la noche e, incluso, reposar el “estómago” a la hora de realizar la digestión. No obstante, lejos de lo que se cree, el descanso después del mediodía no sería beneficioso para la salud, especialmente cuando se extiende por un largo periodo.

Según un estudio elaborado por las universidades de Murcia y Harvard, las siestas largas tienen una incidencia negativa en la salud metabólica. Fue así que se demostró que quienes dormían la siesta por más de media hora tenían un índice de masa corporal más elevado, además de más probabilidades de sufrir presión arterial alta y otras condiciones cardiovascularmente peligrosas.

Las siestas prolongadas también están relacionadas con índices de glucosa elevados y presiones arteriales más altas. Todo parece indicar que quienes toman siestas largas suelen tener hábitos con connotaciones negativas para la salud: desde acostarse tarde por las noches hasta excederse en el almuerzo, entre otros.

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Las siestas pueden influir igualmente en los niveles de cortisol, conocida como la hormona del estrés. El cortisol aumenta al levantarse de la siesta, más si se trata de un descanso de larga duración. De modo que, al momento de descansar por la noche, el sueño no llega y aumenta el estrés.

Para que una siesta sea considerada “saludable”, no debe extenderse en duración y, mucho menos, superar la barrera de los 30 minutos de descanso. De lo contrario, existe un mayor riesgo de sufrir diferentes problemas de salud.

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