Sin dudas, el desayuno es la comida más importante del día y, por ende, la elección de alimentos adecuados para esta comida puede marcar la diferencia en la vitalidad y el rendimiento a lo largo de la jornada. Hay una semilla en particular que se necesita consumir por las mañanas: se trata de la avena.
Al incorporar carbohidratos complejos en el desayuno, como la avena, se puede obtener un suministro importante de energía. Según importantes estudios médicos, los carbohidratos contenidos en esta semilla se liberan de manera gradual en el torrente sanguíneo y así se evitan picos y caídas de azúcar en sangre, que pueden causar fatiga.
La avena es además rica en fibra y proteínas, por lo que ayuda a mantener “llena” y saciada a una persona durante más tiempo. El consumo frecuente de este alimento y sus derivados también reduce de manera exponencial los niveles de colesterol total y colesterol malo en personas que presentan o no factores de riesgo cardiovascular.
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Además de la avena, se debe complementar el desayuno con proteínas: esta es una estrategia inteligente para ganar energía. Las proteínas no solo contribuyen a mantener la sensación de saciedad, sino también ayudan a la estabilidad en los niveles de glucosa en sangre.
Algunas fuentes de proteínas recomendadas para el desayuno incluyen huevos, yogur, queso reducido en grasas y leche reducida en grasas. Más allá de todas las recomendaciones, siempre es importante acudir junto a un profesional de la nutrición para elaborar un plan de alimentación acorde a las necesidades particulares.
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