El uso del protector solar dentro de la rutina diaria de cuidado de la piel es fundamental. Aunque se trata de uno de los cuidados más simples, es fundamental para mantener la piel saludable. El sol es una gran fuente de vitamina D, pero exponerse a sus efectos de forma prolongada y sin el resguardo adecuado puede traer consecuencias irreversibles: desde manchas hasta enfermedades crónicas.
El riesgo de exponerse al sol sin la protección adecuada radica en los efectos de los rayos UV (ultravioletas), una radiación emitida por el sol y otras fuentes artificiales, que puede provocar quemaduras, cáncer de piel, manchas y envejecimiento prematuro. El protector solar es un mecanismo físico de defensa contra estos rayos y actúa asentándose sobre la piel, creando una barrera protectora.
Según estudios dermatológicos, el protector solar es el producto de skincare más importante. Entre sus beneficios se destacan: prevenir el daño de la piel al reflejar, absorber o dispersar los rayos UV, evitar el fotoenvejecimiento y el cáncer de piel, además de la aparición de manchas. Este producto se debe aplicar diariamente durante 30 minutos antes de la exposición al sol y reaplicarse cada 2 horas.
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El protector solar se debe utilizar no sólo en los días despejados, sino también en aquellos lluviosos e, incluso, durante el invierno para así evitar los efectos negativos de la radiación solar. Al comprar protección solar, se deben tener en cuenta sus componentes en la etiqueta.
El producto debe contar con FPS (factor de protección solar) de 30 o superior y proteger tanto contra los rayos UV como contra los rayos UVB (los rayos ultravioletas de “amplio espectro”). El protector solar debe ser además resistente al agua. La presentación a escoger, ya sea en crema o aerosol, dependerá del tipo de piel.
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