Más allá de las experiencias personales que se puedan recolectar en diferentes etapas de la vida, nuevos estudios científicos demostraron que sí existe un periodo en la vida donde la felicidad alcanza su punto máximo: se trata de la infancia. Los resultados ofrecieron una perspectiva única sobre cómo los adultos pueden contribuir a la felicidad de los más jóvenes.
Según la investigación respaldada por la Asociación Estadounidense de Psicología, la felicidad de una persona disminuye entre los 9 y los 16 años para luego aumentar ligeramente hasta los 70 años y volver a disminuir a los 96. Esta disminución en la satisfacción con la vida se debe a los cambios en el cuerpo y en la vida social que se producen durante la pubertad y, posteriormente, la madurez.
El pico de felicidad de una persona se da durante la primera infancia hasta los nueve años. Si bien esta satisfacción puede volver a aumentar a los 70 años de edad, las personas nunca vuelven a tener ese mismo nivel de estado emocional positivo. La investigación remarcó que son los niños quienes están más beneficiados, en su inocencia, por la magia de los sentimientos positivos.
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En el marco del análisis se demostró además la necesidad de preservar la inocencia infantil y el rol importante de los adultos a la hora de trabajar en la felicidad de los más jóvenes. Sin necesidad de regalos costosos, ofrecer cariño, tiempo para el juego y un ambiente familiar seguro son claves fundamentales para cultivar la felicidad infantil.
Una buena vida está relacionada con la calidad de las relaciones que una persona desarrolla a lo largo de las etapas. Si bien en la infancia se experimenta el pico de felicidad, cualquier persona puede ser capaz de buscar su bienestar y cambiar positivamente distintos aspectos en su vida en cualquier momento, siempre y cuando lo desee y tenga la predisposición para hacerlo.
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