El esfuerzo por mantener el orden y la limpieza en la casa no solo sirve para la estética, sino también para la mente. Un estudio confirmó que una persona ordenada posee mayor eficiencia y pierde menos tiempo. En el caso contrario, el desorden suele expandirse a varios aspectos de la vida.
Según importantes investigaciones, reducir el desorden minimiza las distracciones, mejora la concentración, promueve mayor control, puede aliviar el estrés y brindar una reconfortante sensación de bienestar. La “frescura” mental que proviene de la limpieza y el orden es una evidencia del vínculo que existe entre el entorno físico y la función cognitiva.
La neurociencia sugiere que cuando el ambiente está rodeado de desorden los cerebros deben trabajar más para procesar la información y tomar decisiones. La presencia de objetos desordenados o estímulos visuales irrelevantes puede fragmentar la atención y reducir la capacidad para mantener el enfoque en tareas importantes.
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En esta misma línea, fomentar un entorno organizado proporciona al cerebro las condiciones óptimas para funcionar de manera eficiente y promover el bienestar general. Como cualquier tarea, aprender a ser ordenados puede requerir tiempo y disciplina, pero es un hábito que tendrá un impacto significativo en el bienestar.
Algunas acciones pueden facilitar el esfuerzo de mantener el orden como, por ejemplo, crear una rutina de limpieza. Dedicar un tiempo de 10 a 15 minutos diarios para organizar o limpiar el espacio puede hacer una gran diferencia. Igualmente, es primordial eliminar del espacio todo aquello que no se usa y evitar acumular.
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