Los agentes contaminantes producidos por el ser humano perjudican diferentes entornos naturales, incluso después de la muerte. Las personas fallecidas son depositadas en un ataúd convencional que tarda años en deshacerse, sin embargo un cajón a base de hongos facilita la descomposición rápida del cuerpo y es una buena acción a favor del medioambiente.
Al morir el cuerpo expulsa una serie de toxinas cuando empieza a descomponerse en el interior del ataúd y esto contamina el ambiente. Por ello, una empresa holandesa encontró la necesidad de crear opciones biodegradable bajo la denominación de “féretro viviente”, hecho a base de hongos para facilitar la descomposición rápida del ser humano, convirtiéndolos en abono para la naturaleza.
Este ataúd conocido como “loop living cocoon” pertenece a la empresa Loop Biotech y es una alternativa sostenible y asequible que posibilita el enriquecimiento de la tierra gracias a los beneficios del micelio, una parte vegetativa de los hongos. Se descompone más rápido en comparación a los féretros tradicionales, ya que el proceso se cumple entre 30 a 45 días y el de los cajones convencionales puede superar más de 10 años sin desaparecer.
Además, a diferencia de los ataúdes de madera que pueden pesar entre 60 a 120 kg y costar más dinero, este cajón de hongos es ligero y puede pesar solo 30 kg. Para sus creadores, también representa una forma diferente de ver la muerte, ya que en lugar de pensarlo como un final, propone enriquecer la vida a través de nuestra descomposición y aceptar el ciclo natural de la vida.
Te puede interesar: ¿Sabías que leer tiene beneficios comprobados por la ciencia?
El abono humano
El ataúd de hongos enriquece el suelo, proporcionando nutrientes que ayudan a las plantas a crecer. La empresa creadora afirma que ellos “no producen, sino que cultivan” féretros, ya que al estar hecho a base de micelio crece por sí mismo hasta tomar la forma de un cajón en apenas siete días, para luego secarse de manera natural.
Tiene las dimensiones y la apariencia de un clásico ataúd, pero en color blanco, característico del micelio. En el interior, los creadores colocan una capa de turba, desecho biogénico, para recibir el cuerpo del difunto y a los insectos, de manera que la vida continúe incluso después de la muerte.
El féretro fue utilizado recientemente por primera vez, elegido como último habitáculo por una señora de 82 años, cuyo cuerpo estará totalmente descompuesto en un lapso menor al proceso que dura más de una década en un ataúd clásico de madera. Loop Biotech también ofrece una urna de hongos para almacenar cenizas cremadas.
Leé más: La frágil “masculinidad” del macho paraguayo, según un especialista