Verónica Giménez, veronica.gimenez@nacionmedia.com
Para muchos es una costumbre dejar las cosas para última hora a pesar de que podrían hacerlas en el momento, y aunque se crea que solo es por pereza, en realidad se denomina procrastinación y es mucho más que postergar las tareas pendientes. Podrías sentirte atrapado entre la culpa y el caos, sin saber qué es lo que te está pasando.
El psicólogo Nicolás Palomino señaló que la procrastinación es cuando una persona voluntariamente deja de lado sus deberes que no le resultan agradables para dedicar su tiempo a otras actividades que podrían ser menos importantes o urgentes. Antes de continuar, aclaró que no se trata de ningún tipo de trastorno, sino más bien de un comportamiento distractivo.
“Quizás a muchos les suene como un mero acto de pereza, pero la verdad es que puede presentarse en personas con cierto nivel de estrés. Cuando uno se siente sobrecargado de actividades y, nuevamente, recibe otras tareas que le llevarían mucho tiempo y esfuerzo prefieren procrastinar, tratando de relajarse antes para luego dar lugar a ese quehacer más desafiante, dejándolo para último momento y resultando aun más estresante”, explicó en conversación con La Nación/Nación Media.
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Las principales señales de procrastinar son dejar todo para “más tarde”, inventar excusas para no ocuparte del pendiente al instante y aplazar el inicio de la tarea todo lo posible sin importar que sean cosas mínimas. El profesional aconseja identificar estos comportamientos y los motivos que impulsan a invertir tu tiempo en aquellas actividades menos complicadas o en torno al ocio.
“El indicador más fuerte se da cuando preferís incluso hacer cosas que en un momento común no harías ni por gusto, pero que aún así preferís antes de cumplir con ese pendiente que evitás. Necesitás reconocer que el tiempo perdido no vuelve y que termina siendo un daño autoinfringido”, sostuvo.
Procrastinar puede tener consecuencias negativas
Mencionó además que la prevención más óptima siempre será un planeamiento de aprovechamiento del tiempo distinguiendo el nivel de esfuerzo y preparación que requieren las actividades por cumplir, partiendo por las más complicadas. Aunque la procrastinación no está diagnosticada y no tiene respaldos científicos, proviene de factores psicológicos.
De hecho, la procrastinación puede tener consecuencias prácticas, como retrasarse en el trabajo o no conseguir objetivos personales, también tiene repercusiones emocionales o mentales. Se la asocia a la depresión, ansiedad y estrés, a dormir mal, a una actividad física inadecuada, a la soledad y a dificultades económicas, según un estudio realizado por expertos.
“El tratamiento, si cabe el término, va más que nada del lado del cambio de hábitos. Por ejemplo: qué hace que últimamente sientas mayor fatiga, cansancio mental y/o emocional, qué te hace temer y evitar este tipo de tareas, cómo afrontás lo que considerás un problema, entre otros enfoques”, puntualizó.
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