“Lavarte el pelo durante el periodo puede enfermarte”, es un viejo mito, muy arraigado, en varias partes del mundo. La realidad es que no hay ningún problema con lavarse la cabeza o ducharse durante el período menstrual, que por lo general dura entre 3 a 7 días.
Al contrario, lavarse regularmente el cabello durante este tiempo puede ser especialmente importante, ya que el flujo menstrual y la sudoración pueden hacer que el cabello se sienta sucio o grasoso más rápidamente.
Incluso, muchos recomiendan no bañarse en estos días, pero los especialistas coinciden en que es muy importante mantener una higiene personal adecuada y recomiendan ducharse al menos una vez al día cuando se está menstruando.
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Lo mismo en el caso del cabello, que puede llegar a ser más graso, por lo que es preferible lavarlo con agua tibia al menos día de por medio o tres veces durante la semana.
En otras palabras, lavarte la cabeza durante el período es seguro y recomendado para mantener una buena higiene personal. Ahora bien, si prefieres evitarlo, puedes usar un gorro de ducha o una toalla para cubrir tu cabello mientras te duchas.
También puedes optar por lavarte el cabello en una pileta o bacha, en lugar de hacerlo bajo la ducha, para minimizar el contacto de todo el cuerpo con el agua.
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Los kambá: un reflejo de la historia afroparaguaya
- Fotos: Gentileza
En esta edición de Mito o Realidad, el investigador Ángel Piccinini analiza el origen de la palabra “kambá”, un término utilizado para referirse a la población afrodescendiente, que significa “negro” en idioma guaraní y cuyo origen expone desde el aspecto histórico y lingüístico.
Durante la era del comercio transatlántico de esclavos, los portugueses capturaron miembros de tribus africanas y los transportaron a América como esclavos. Algunos de estos individuos llegaron a Paraguay o a regiones cercanas. Los primeros esclavos de color llegaron a la región con los conquistadores españoles y portugueses.
La presencia africana en Paraguay tuvo un crecimiento significativo en las décadas siguientes. Para 1799, de una población total de 108.070 personas, 12.546 eran afrodescendientes, de los cuales 7.948 eran libres y 4.598 aún esclavos. Este aumento continuó incluso después de la independencia del país. En 1820, se registra la entrada de un contingente de afrodescendientes orientales que acompañaron al caudillo uruguayo José Gervasio Artigas cuando pidió asilo al Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia.
RAÍCES
La teoría más plausible sugiere que “kambá” tiene sus raíces en África, específicamente en el pueblo Kamba (también conocido como Akamba o Wakamba). Este grupo étnico bantú es originario de Kenia, donde habitan una región llamada Ukambani, que abarca los actuales condados de Makueni, Kitui y Machakos.
Es importante notar que la asociación de la voz “kambá” con el idioma guaraní es probablemente el resultado de un proceso de adaptación lingüística más que de un origen guaraní auténtico.
Esta teoría explica por qué la palabra existe en guaraní a pesar de que los guaraníes no tuvieron contacto con africanos antes de la llegada de los europeos a América. Con el tiempo, el término “kambá” se incorporó al vocabulario, integrándolo y usándolo para referirse a personas de ascendencia africana.
“Otra posibilidad es que sea un préstamo lingüístico del quechua boliviano y que provenga del vocablo ‘kampas’, etnónimo para designar a ‘cierta tribu salvaje de origen boliviano’, luego transformado y vulgarizado a ‘cambas’, término genérico para designar a los habitantes ‘mestizos, blancos y morenos’ de los llanos bolivianos, como los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando”, refiere un artículo publicado por el Centro de Estudios Arqueológicos e Históricos del Paraguay (CEAHP).
ESTEREOTIPACIÓN
Un capítulo significativo en la historia de esta palabra ocurrió durante la guerra contra la Triple Alianza (1864-1870). En este conflicto, los paraguayos utilizaban términos despectivos como “kambá” y “macaco” para referirse a los soldados afrodescendientes brasileños.
Las publicaciones de guerra paraguayas como el periódico de trinchera Cabichuí tenían un alto contenido satírico y, al tiempo de ridiculizar al enemigo, tenían el objetivo de motivar a las tropas en su lucha contra el enemigo.
“El Cabichuí, admirado de las altas dotes que adornan el carácter de sus adversarios los macacos, ha tenido la disculpable curiosidad de buscar algunas noticias de su procedencia e investigando entre compañeros más aventajados en las ciencias naturales, se le ha referido a su satisfacción que descendían en línea recta de la famosa y distinguida familia orangután oriunda de Angola de África... estableciéndose después de una reñida lucha en las vastas florestas en la parte oriental del América del Sur llamado Brasil. En el transcurso del tiempo hizo alianza esta respetable familia con la de los monos, de cuya unión salieron los macacos”, señala un artículo titulado “Procedencia y aventura de los macacos”.
No obstante, es crucial destacar que el uso de soldados afrodescendientes y esclavos no fue exclusivo de las fuerzas aliadas. El Ejército paraguayo también incorporó a su filas un número significativo de afrodescendientes y esclavos, especialmente a medida que el conflicto se prolongaba y las bajas aumentaban.
GRAVES PÉRDIDAS
Después de las graves pérdidas sufridas en la batalla de Tuyutí el 24 de mayo de 1866, el mariscal Francisco Solano López se vio obligado a recurrir a nuevas fuentes de reclutamiento. Esto incluyó la incorporación de unos 6.000 esclavos provenientes de estancias estatales y propiedades particulares, incluyendo las de la propia familia López.
Estos soldados no solo servían en la infantería, sino que también realizaban tareas especializadas como asaltar embarcaciones enemigas, actuar como infantería de marina y construir importantes fortificaciones como las trincheras de Humaitá y Curupayty.
Un pasaje de un escrito del ingeniero británico George Thompson, quien trabajó al servicio del Ejército paraguayo, pone de manifiesto las actitudes raciales de la época: “La gran importación de negros y la influencia degradante de la esclavitud ha puesto á los brasileros muy abajo (como raza) en la escala de la humanidad”.
Esta declaración refleja no solo los prejuicios personales de Thompson, sino también las teorías raciales seudocientíficas que eran comunes en el pensamiento de la época.
INVISIBILIZACIÓN
Los pocos sobrevivientes y la asimilación rápida de los afrodescendientes después de la guerra ha llevado a lo que algunos historiadores llaman la “invisibilización” de la herencia africana en Paraguay.
Este hecho resulta más que patente en la afirmación de uno de los más connotados intelectuales paraguayos, Manuel Domínguez, quien en su obra “El alma de la raza” sostiene que “el pigmento negro no ensombrece nuestra piel”.
En resumidas cuentas, además de la falsa creencia de que en Paraguay no existió población negra, el origen guaranítico atribuido al término “kambá” es una asimilación lingüística que es producto de usos históricos.
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Mito o realidad: ¿Hitler murió en Paraguay?
Han pasado casi 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial, pero las interrogantes sobre cuál habría sido realmente el destino del máximo responsable del conflicto, Adolf Hitler, no se disipan. Entre las varias versiones sobre su muerte, en esta entrega de Mito o Realidad el investigador y escritor Claudio Velázquez analiza la hipótesis que sostiene que el líder nazi logró huir de Alemania y llegó al Paraguay.
Para fines de abril de 1945, era humanamente imposible escapar de Berlín, ya que la capital alemana estaba rodeada por aire y tierra por los soviéticos que buscaban darle caza. Por lo que sabemos de Hitler, es muy plausible asumir que no hubiera corrido el mínimo riesgo de ser atrapado por sus adversarios comunistas y ser exhibido ante el mundo como un trofeo de guerra.
Hasta 1990 no se sabía con certeza el paradero de sus restos mortales, lo cual alimentó el misterio sobre su muerte. Recién tras la caída y disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se tuvo acceso a los archivos y se publicaron informaciones que hasta entonces eran estrictamente confidenciales.
Los primeros precursores del mito de su escape a Sudamérica fueron los propios soviéticos. Esta versión fue propagada de manera interesada por el régimen bolchevique para legitimar la ocupación de Berlín ante la latente amenaza nazi que suponía un Hitler en carácter de prófugo.
Cuando el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, preguntó a Joseph Stalin en la Conferencia de Potsdam si Hitler estaba muerto, el líder soviético respondió que no. Sin embargo, esto era una mentira, pues sus restos ya fueron encontrados el 4 de mayo de 1945 y esta conferencia se inició el 17 julio de aquel mismo año.
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Quema de restos
Artur Axmann, jefe de las Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas), oficial cercano al Führer, es quien cuenta haber encontrado a Hitler y su esposa Eva Braun muertos luego del suicidio, ambos con la mandíbula colgada. Auxman cuenta que los restos fueron sacados a la superficie, rociados con gasolina y luego quemados mientras pronunciaban un ¡Heil Hitler! Axmann empieza a relatar sus memorias en 1985.
Al poco tiempo del hallazgo de los restos de Hitler, los soviéticos los sometieron a diferentes estudios para confirmar si se trataba de los mismos y todos arrojaron resultado positivo. La dentadura de Hitler estaba casi intacta y Kathe Heusermann, asistente de Hugo Blashke, dentista de Hitler, no tardó en confirmar: “Estos son los dientes de Adolf Hitler”.
Blaschke y Heuserman asistían periódicamente a Hitler por sus problemas de caries y reconocerían perfectamente su dentadura. A esto se suma que contaban con radiografías dentales del líder nazi.
Los restos del extinto dictador alemán permanecieron en la URSS hasta abril de 1970, hasta que los mismos soviéticos, tal vez temerosos de fanáticos nazis, se deshicieron de ellos.
En noviembre de 2000 se desvelaron algunas pertenencias de la KGB, entre las que se encontraron el cráneo y la dentadura. En 2017, un estudio de investigadores franceses confirmó que un fragmento de un cráneo que presentaba correspondencias con radiografías suyas de 1944 presentaba un orificio en el lazo izquierdo que habría sido producido por un impacto de bala.
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Refugio en Paraguay
Paraguay constituyó un destino interesante para varios altos jerarcas y oficiales nazis, especialmente de las SS, que buscaban huir de eventuales juicios. Se confirmó que en nuestro territorio estuvieron Josef Mengele y Eduard Roschmann, que huyeron de Alemania incluso antes de que la guerra terminara, lo cual les permitió viajar hasta el país luego de hacer escala en otros países.
En cambio, este no es el caso de Hitler, puesto que diferentes reportes indican que estuvo hasta el último momento en el frente. El minucioso trabajo del historiador Hugh Trevor Roper, “Los últimos días de Hitler”, confirma cada aspecto de estos últimos días y descarta conjeturas en torno a que supuestamente existían dobles.
Entre las múltiples especulaciones también existió una historia según la cual Martín Bormann, jefe de Cancillería y mano derecha de Hitler, supuestamente vino al Paraguay y fue enterrado en un cementerio de Itá.
Esto quedó totalmente descartado cuando en 1998 la identidad de sus restos fue confirmada a través de un examen de ADN practicado a sus familiares. Estos restos habían sido hallados en 1972, en unas excavaciones por la estación de Berlín oeste.
Aun así, los escépticos siguen afirmando al día de hoy que los restos de Bormann fueron sacados del Paraguay, e intencionalmente fueron llevados a Berlín para supuestamente hallarse en ese lugar.
En definitiva, existen demasiadas pruebas de que Hitler no sobrevivió a la guerra generada por él mismo y falleció aquel 30 de abril de 1945. Las miles de versiones de personas que supuestamente lo vieron en nuestro continente podrían ser resultado de la confusión con otros jerarcas nazis o un deliberado intento de engañar con una historia que ha vendido mucho y ha hallado receptivad en el seno de un público afecto a teorías de la conspiración.
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Mito o realidad: ¿Paraguay ganó la guerra del Chaco, pero perdió territorio?
Llegamos al noveno mes del año y se recuerdan varios hechos históricos, entre los que destacan el aniversario de las victorias paraguayas en Curupayty, el 22 de setiembre de 1866 en el marco de la guerra contra la Triple Alianza, y la recuperación del fortín Boquerón luego de una lucha de 20 días que finaliza el 29 de setiembre de 1932, siendo esta la primera gran victoria en la disputa con Bolivia por la posesión territorial del Chaco Boreal en la conocida como guerra del Chaco.
En cada aniversario, especialmente en las redes sociales, surge una polémica que siempre enfrenta a las personas en las posturas que defienden: ¿Paraguay ganó la guerra del Chaco? Y si Paraguay ganó la guerra, ¿por qué perdió territorio?
En esta nueva edición de Mito o Realidad, el historiador Eduardo Ortiz Mereles, docente diplomado en Historia Militar y especialista en historia del Paraguay, responde ambas preguntas, pero cada lector sacará sus propias conclusiones.
¿Paraguay ganó la guerra del Chaco?
No hubo una victoria como tal para ninguno de los beligerantes en los documentos firmados, porque el acuerdo entre Paraguay y Bolivia hablaba de un armisticio. Ortiz cita al investigador y conocedor de la historia de la contienda chaqueña, José Luis Martínez Peláez, para precisar que “las hostilidades cesaron por la firma del protocolo del 12 de junio de 1935, pero lo hicieron por imperio de un armisticio, no por efecto de la aniquilación del Ejército boliviano. Dice el Capítulo V del Protocolo de Paz del mes de junio de 1935: “En homenaje a los sentimientos de humanidad de los beligerantes y mediadores, quedan suspendidos los fuegos a partir del día 14 de junio a las doce horas (meridiano de Córdoba)”.
Agrega que “no hubo pues más victoria militar que la expulsión del Chaco de los bolivianos, ya que al final de la guerra su ejército estaba aún en condiciones de seguir combatiendo”. Por tanto, a decir de Martínez Peláez, “la guerra se suspendió y no hubo vencedores ni vencidos. De allí que fue necesario acudir a una negociación posterior, no solo para darle final jurídico a la guerra por un tratado de paz, sino que había que poner fronteras territoriales para ambos países”.
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El Protocolo de Paz firmado en Buenos Aires el 12 de junio de 1935 establecía el cese definitivo de las hostilidades sobre la base de las posiciones de los beligerantes; se adoptaron medidas de seguridad para evitar la reanudación de la guerra y se ratificaba a su vez la Declaración del 3 de agosto de 1932, que decía que “las conquistas territoriales logradas por la violencia no serán reconocidas por los firmantes de la declaración”.
Además, una conferencia de paz debía ser convocada para resolver el diferendo entre Paraguay y Bolivia en caso de no llegar a un acuerdo por medio de un procedimiento de arbitraje. Entonces, el 14 de junio de 1935, a las 12:00 am, cesó el fuego en todo el frente de guerra, narra el historiador.
Pretensiones bolivianas
Al final de la guerra, técnica y legalmente no hubo vencedores ni vencidos por el armisticio. Pero ¿cuáles eran las pretensiones bolivianas antes del conflicto?
Bolivia sostenía que todo el Chaco era parte de su territorio, interés ya demostrado en la época de don Carlos Antonio López. Luego de la firma del Tratado del 15 de julio de 1852 entre Paraguay y Argentina, se dio la primera manifestación de protesta boliviana contra la ocupación y el dominio paraguayo sobre cierta zona ribereña del río Paraguay.
Se dan luego una serie de hechos apenas finalizada la guerra contra la Triple Alianza, empezando en el año 1878 con el laudo Hayes, en el que el presidente de los EE. UU., Rutheford B. Hayes, declaraba que Paraguay “tiene legal y justo título al territorio situado entre los ríos Pilcomayo y Verde, así como a la Villa Occidental (o Chaco)”.
Luego de concluida la guerra del Pacífico contra Chile en el año 1884, Bolivia perdía definitivamente su costa sobre el mar y a partir de ahí buscaría una salida hacia el este por el océano Atlántico.
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Acuerdos de límites
Entre Paraguay y Bolivia se firmaron cuatro acuerdos de límites: a) El Tratado Decoud – Quijarro en 1879, b) el Tratado Aceval – Tamayo en 1887, c) el Tratado Benítez – Ichazo en 1894 y, por último, el Tratado Soler – Pinilla en el año 1907.
Para mejor referencia, Ortiz adjunta croquis de las divisiones territoriales firmadas en cada acuerdo, que no fueron ratificados por el Congreso paraguayo, ya sea por diversos motivos políticos o porque el destino reivindicaría al Paraguay en cuanto a sus territorios en el Chaco Boreal, por medio de las armas y al final de la guerra.
El 9 de setiembre de 1932 comienza la batalla por la recuperación del fortín Boquerón, que estaba en poder de los bolivianos. Veinte días después, el 29 de setiembre, se da la primera gran victoria de los dirigidos por el joven teniente coronel José Félix Estigarribia.
La falta de agua fue una dura realidad, refiere Ortiz y agrega el valor de los soldados paraguayos, el valioso aporte de las enfermeras y el personal de blanco; los choferes del Chaco que siempre son olvidados, el uso de armas modernas nunca vistas en Paraguay en aquellos días (tanques, lanzallamas, ametralladoras, etc.), las batallas aéreas, el clima (calor de día, frío de noche), la conducción de los oficiales paraguayos empezando por el comandante José Félix Estigarribia, la conducción política del presidente Eusebio Ayala.
“En fin, tanto se puede contar de todo lo que pasó en tres años de dura y cruenta lucha por el control de los territorios chaqueños”, remarca.
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Conclusión
Sin ninguna duda, a criterio de Ortiz, magíster en Ciencias de la Educación y actual presidente de la Asociación Cultural Mandu’arã, se puede considerar que el Ejército paraguayo “ganó” o fue el “mayor vencedor” de la guerra, porque al finalizar la misma el Paraguay obtuvo 136.225 km2, o sea un 125 % más de todo el Chaco Boreal.
En cuanto a los 153.747 km2 obtenidos a través de las armas, el Paraguay cede en las negociaciones de paz aproximadamente un 10 % de ese territorio, que en realidad no tenía antes de la guerra.
De los 324.000 km2 que son la totalidad del Chaco Boreal, Bolivia se quedó con 76.672 km2 (23 %), mientras que el Paraguay con 247.328 km2 (77 %). Al mismo tiempo, esa superficie supone lo que hoy en día es el 60 % del territorio patrio. Lo correspondiente a Bolivia supone el 7 % de su superficie. Además, se mantuvo la soberanía sobre el río Paraguay.
“Debemos recordar siempre a los héroes y heroínas de la guerra del Chaco, ya que es un justo y más que merecido homenaje para quienes pelearon en defensa del Paraguay. Muchos de ellos nunca más regresaron a sus hogares, regando con su sangre el Chaco Boreal, que sin lugar a dudas es paraguayo y lo es gracias a ellos y ellas”, concluye.
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Francisco Solano López ¿fue hijo biológico de don Carlos A. López?
Como en toda historia existen voces dispares sobre algunos hechos, La Nación busca dilucidar qué es mito y qué es realidad desde una voz cualificada, como lo es la de un historiador. En este artículo, el debate se centra en el año de nacimiento del mariscal López y en la posibilidad de que su progenitor no sea el que la historia cuenta.
Se trata del tercer artículo de la serie Mito o Realidad, que tiene como protagonista al investigador histórico José Luis Martínez, quien expuso su visión sobre el año de nacimiento de Francisco Solano López y el porqué podría no ser el hijo biológico de Don Carlos Antonio.
El pasado 24 de julio fue nuevamente conmemorado el natalicio del mariscal Francisco Solano López, sobre cuyo padre biológico se debate hace años; existe una fuerte versión de que no era hijo biológico de don Carlos A. López. Esto se basa en que el año oficial de su nacimiento, 1827 al día de hoy, no sería el verdadero.
Francisco Solano habría nacido en 1826, dando cabida a la versión de que sería hijo biológico de Lázaro Rojas de Aranda, padrastro de Juana Paula Carrillo, madre biológica de López (h). A Lázaro la historia le atribuye ser padrino de Francisco, sin que existan pruebas de ello.
La historia de cómo se fijó el año de 1827 nos dice que en 1977, durante el gobierno del general Alfredo Stroessner, las autoridades del Congreso Nacional, a la vista de los debates sobre la fecha cierta del nacimiento, solicitaron a la Academia Paraguaya de Historia que defina el asunto. La Academia respondió el 23 de mayo de ese año informando al Congreso las conclusiones verbales de dos de sus miembros, Marco Antonio Laconich y Víctor Ayala Queirolo, quienes establecieron –indubitablemente- el 24 de julio de 1827 como la fecha de nacimiento.
Ayala Queirolo argumentó que la fecha fue citada en un artículo de El Centinela de 1867 (año 1, N° 14, 24 de julio de 1867), que se editaba al cuidado del propio Mariscal en plena Guerra Guasu; mientras que Laconich afirmó que dado que los padres de Solano López contrajeron matrimonio el 22 de julio de 1826, el mariscal –por deducción- no podía haber nacido sino al año siguiente, en 1827.
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Así, la eventual castidad de doña Juana Pabla Carrillo al contraer matrimonio y un artículo mandado publicar por el propio Solano López son las pruebas de la fecha oficial del nacimiento del mariscal de Acero en 1827 (ver APH, Publicaciones, vol. 16 pág. 192/5). Sin embargo, y no pudiendo ofrecer una prueba documental de lo que se le solicitó, La Academia aclaró convenientemente que no existía la documentación que indicase la fecha real del nacimiento, “posiblemente haya desaparecido, por lo menos hasta la fecha no se ha encontrado” (Sic).
Se refirió a la “Fé de Bautismo” que debía aparecer en el libro de registro de la Parroquia de San Roque, donde se bautizaban los niños nacidos en Trinidad durante el cierre de la Parroquia de los Recoletos por disposición del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. El libro desaparecido corresponde al período 1815-1870 (Curia Metropolitana – archivista Aldo Oviedo).
Tampoco aparecen las fechas de nacimiento de Venancio e Inocencia López Carrillo, hermanos de López, sin embargo, algunos historiadores y hasta genealogistas les dan fecha de nacimiento a ambos. Lo cierto es que tampoco tienen a la vista sus respectivas “Fé de Bautismo”, por lo que se colige que las mismas se hallarían en el libro de registro desaparecido de la Parroquia de San Roque.
Los dos últimos hermanos, Mónica Rafaela y Benigno, sí cuentan con su “Fé de Bautismo” en la re-erigida Parroquia de la Recoleta en 1829; la primera nació el 23 de noviembre de 1830 y el segundo se bautizó el 25 de mayo de 1834, sin indicar la fecha de nacimiento, que se considera ocurrió unos días antes.
Hijo bastardo
También existen versiones de que Francisco Solano López es el supuesto hijo bastardo de Carlos Antonio López. Se menciona la desaparición del libro completo de bautismos de la Iglesia de San Roque (donde se bautizaban los niños de Trinidad hasta 1829, como fue el caso de Solano López y sus hermanos Venancio e Inocencia) como indicio de que no se habría querido mostrar el verdadero año del nacimiento de López.
Los libros de bautismos de los años 1826 y 1827 de las otras parroquias, La Encarnación y Catedral, permanecen intactos y en buen estado en la Curia Metropolitana, pero no figura Francisco Solano. Curiosamente, el libro de registro de bautismos de la Parroquia de la Catedral, a cuya jurisdicción pertenecía Juana Pabla Carrillo, exhibe para el 24 de Julio de 1827 dos bautismos a nombre de Francisco Solano Mieres y Francisca Solana Riquelme, pero ninguna referencia a Francisco Solano López.
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De las primeras consideraciones históricas sobre el asunto tenemos las anotaciones del historiador y diplomático argentino Dr. Estanislao Zeballos, quien en su segunda visita al Paraguay en 1888, en el apartado “Varias noticias recogidas en la Asunción”, escribió: Todas las personas con las que he hablado de López, haciendo yo notar la diferencia de sus rasgos fisionómicos, diferentes de los de su padre Don Carlos Antonio, están conformes en asegurar que no es hijo de este, sino de un señor Rojas.” (Sic) (La Guerra del Paraguay en primera persona – Testimonios inéditos - Comp. Liliana Brezzo –Ed. Tiempos de Historia, Asunción, 2015).
Zeballos, incluso, desliza que López (h) sería hermano del coronel (Juan Alberto?) Meza, de notable parecido.
Otra prueba
Los festejos del centenario del natalicio de López, en 1926, con un O’Leary de presidente de comisión de festejos, es otra prueba de que el año 1826 era considerado en firme. De hecho, O’Leary así lo afirma en su grandiosa obra reivindicatoria del mariscal, en el capítulo II de “El Mariscal Solano López” (1920).
“Nació el héroe de Cerro Corá el 24 de julio de 1826 en el seno de una familia extraordinaria” (Sic). En su respuesta de 1977 al Congreso Nacional, la Academia Paraguaya de la Historia manifestó que esto fue “un error de O’Leary” (Sic), cuando éste ya había fallecido (1969).
Dos cálculos
Un primer cálculo es el que nos obliga a hacer el ya citado Juan E. O´Leary en aquel capítulo II, cuando respecto de la muerte del dictador Francia dice: “Ocurría esto en 1840. Tenía entonces catorce años Francisco Solano López” (Sic) (p. 15). El Dr. Francia falleció el 20 de septiembre de 1840 y habiendo nacido Francisco Solano un 24 de julio, no pudo haber sido –por imperio de este cálculo- sino en 1826.
Un segundo cálculo, con base netamente histórica, nos dice que en octubre de 1856 don Carlos A. López redujo la edad mínima para ser presidente, de 45 años pasó a 30 años, para ajustarla a la edad que habría cumplido Francisco Solano en julio de ese mismo año. Esto no sería factible si hubiera nacido en 1827, porque recién tendría 29 años. Aunque esto no es determinante, es un indicio del pensamiento estratégico de don Carlos.
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Lo expuesto nos permite llegar a la conclusión de que Francisco Solano López no podría haber nacido en 1827, lo único que queda por saber es si Lázaro Rojas es su verdadero padre y esto no hay forma de probarlo, más que con los dimes y diretes de la época. Aunque, cuando vemos la foto del supuesto hijo de éste, el Coronel Meza, bastante parecido a Francisco Solano, quedan pocas dudas. Oficialmente, se seguirá considerando a López como el primogénito de don Carlos, sin que su “Fé de Bautismo” haya sido exhibida.