Llega una edad en la que se dificulta dormir más de seis horas por las noches, y si bien la ciencia advierte que esto afecta la longevidad, una reciente investigación descubrió que la actividad física contrarresta los riesgos de mortalidad asociados a la duración corta o larga del sueño.

Un buen descanso como realizar ejercicios diariamente contribuyen a prolongar la esperanza de vida, sin embargo, no estaba comprobado la relación de estos para promover la salud hasta que un estudio del Reino Unido reveló que las actividades físicas pueden compensar parcialmente las pocas horas de sueño y sus efectos colaterales que atentan contra nuestro bienestar.

La investigación se llevó adelante con más de 90.000 adultos, la edad media de los participantes fue de 62 años y el 56% fueron mujeres, según la publicación del European Journal of Preventive Cardiology. “El estudio demostró que el aumento de los niveles de actividad física debilitaba los riesgos de mortalidad asociados a la duración corta o larga del sueño”, manifestó uno de los autores de la investigación, Jihui Zhang, del Hospital Afiliado del Cerebro de la Universidad Médica de Guangzhou en China.

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El sueño corto resulta perjudicial si las actividades físicas son intermedias. Foto: Ilustrativa.

Resultados de la investigación

La duración del sueño por noche se clasificó como corta de menos de seis horas, normal de seis a ocho horas y larga de más de ocho horas, mientras que la actividad física se dividió en baja, intermedia y alta. Durante el seguimiento medio de siete años murieron unos 3.080 participantes: 1.074 por enfermedad cardiovascular y 1.871 por cáncer.

Aquellos con cantidades bajas, el sueño corto y largo, se asociaron con un 16% y un 37% más de riesgo de muerte por todas las causas, respectivamente. En los participantes con cantidades intermedias de ejercicio, solo el sueño corto fue perjudicial, con un 41% de aumento de la probabilidad de muerte por todas las causas. Las personas con un nivel de ejercicio elevado, la duración del sueño no tuvo relación con el riesgo de muerte.

En el caso de la muerte cardiovascular, las personas que dormían poco y hacían poco ejercicio tenían un riesgo elevado del 69%, que desaparecía cuando el ejercicio aumentaba. En cuanto a la muerte por cáncer, las personas que dormían poco y hacían poco ejercicio tenían un riesgo de 21% mayor, que desaparecía en las personas con volúmenes de ejercicio moderados o altos.

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