Cenar tarde puede tener consecuencias negativas para la salud, según afirma una investigación científica. Lo ideal es que la última ingesta del día se realice con suficiente tiempo para su digestión antes de acostarse.
Al tratarse de la última comida del día, los investigadores del Brigham and Women’s Hospital se preguntaron si importa el tiempo en el que comemos y cuánto afecta a la salud. Descubrieron que comer muy tarde tiene efectos profundos sobre el hambre y las hormonas reguladoras del apetito, la leptina y la grelina, que influyen en nuestro impulso del hambre.
Según el informe, los niveles de la hormona leptina que indican saciedad se redujeron a lo largo de las 24 horas durante los turnos de alimentación tardía en comparación con los de alimentación temprana. Cuando las personas que participaron de la investigación comieron más tarde, quemaron calorías a un ritmo más lento y exhibieron el aumento notable de grasa.
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Cenar tarde se relaciona con un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad, así como con un mayor consumo de alimentos ricos en calorías, grasas y azúcares, incluso las personas que cenan tarde suelen tener un mayor índice de masa corporal (IMC) y de circunferencia de cintura. Este mal hábito también puede afectar negativamente al sueño.
De hecho, dificulta conciliar el sueño y reduce la calidad del descanso, esto se debe a que el proceso digestivo puede interferir con el sueño reparador y hacer que la persona se sienta menos descansada al despertar. Además, aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y metabólicas, como la diabetes, ya que altera el ritmo circadiano del cuerpo, lo que puede afectar la regulación de la glucosa y la insulina en sangre.
De esta manera, la ciencia confirma que es más favorable para la salud cenar temprano, es decir, al menos dos horas antes de irse a dormir. Esto puede ser más beneficioso para el bienestar en general.
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