Las casas construidas con cemento están por todas partes en Irak. Pero en la ciudad de Aqrah, en el norte del país, prefieren utilizar piedras, una decisión que trae beneficios en la lucha contra el cambio climático. La ciudad, fundada hace más de 2.700 años en la ladera de una montaña de difícil acceso, se sitúa en la región del Kurdistán, que, al igual que el resto del país, sufre de un aumento de las temperaturas y de la escasez de agua.
Pero cuando se creó, la urbe estaba en el “Creciente Fértil”, donde se cree que los humanos descubrieron la agricultura hace 10.000 años. Irak, rico en petróleo, es uno de los cinco países del mundo más expuestos a los efectos del cambio climático, según la ONU.
Y ante el letargo de las autoridades, Aqrah, con 100.000 habitantes, decidió apoyarse en técnicas ancestrales para enfrentar estas consecuencias. “Las casas de piedra son mucho más resistentes” a las consecuencias del cambio climático y preservan el carácter único de Aqrah, dijo Baland Reda Zubair, alcalde de la ciudad. En el centro histórico, las fachadas de piedra varían entre un amarillo pálido y el color marrón. Los callejones de la ciudad son a veces tan estrechos que en algunos de ellos solo se puede pasar con la ayuda de burros.
En esta urbe, las autoridades decidieron prohibir el cemento para la construcción y la renovación de la ciudad vieja desde 1991, año en que el Kurdistán obtuvo la autonomía de facto de Irak. Aún está permitido en los barrios que la rodean. La piedra “nos permite reducir los efectos del cambio climático. El cemento, en cambio, retiene el calor, aumenta la temperatura y afecta el medioambiente”, insistió Zubair.
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Sin aire acondicionado
Un imponente edificio se erige en la entrada de la ciudad vieja. Construido en 1853, constituye una herencia del Imperio Otomano, del cual Irak formaba parte. “Es una antigua base militar” en obras, cuenta Jamil Siddik, un ingeniero de 63 años que supervisa los trabajos de renovación en la ciudad.
Las piedras usadas para renovarla vienen de las montañas que rodean la ciudad. “Es piedra caliza”, explica. “Para la gente que vive en Aqrah, la caliza es fácil de usar. Es barata y hay mucha”, añade. Pero es sobre todo un excelente aislante. “Los bloques de cemento solo tienen 20 cm de grosor y los de piedra entre 40 y 60 cm”, señala.
Bewar Majeed, de 37 años, vive en la ciudad vieja. Frente a su puerta, unos gatos corretean bajo 40 grados en la sombra. Pero en el interior de la casa, la temperatura es más fresca gracias a las paredes de piedra caliza. “No necesito aire acondicionado”, asegura. “Tengo un pequeño refrigerador de aire, que me basta y es más barato”, añade. Sin embargo, la política de la ciudad depende de las finanzas públicas. De 2011 a 2014. las autoridades locales restauraron 25 casas antiguas y una mezquita. Pero en 2014, se suspendieron los financiamientos “por la crisis financiera”, lamenta Zubair, el edil.
Atraer a turistas
Además de los beneficios para el medioambiente, los esfuerzos para conservar el patrimonio arquitectónico de Aqrah podrían atraer el turismo. En el primer cuatrimestre de 2022, el Kurdistán iraquí atrajo a 1,7 millones de visitantes, ciudadanos iraquíes en su mayoría, según la autoridad regional de turismo.
Pero la región, que cultiva una imagen de estabilidad, lejos de la violencia que ha ensangrentado el resto de Irak en los últimos años, no se libra de los incidentes de seguridad. Turquía, el país vecino, realiza operaciones de manera regular en la zona, con el objetivo de eliminar a los insurgentes kurdos turcos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El grupo, clasificado como “terrorista” por Turquía y sus aliados occidentales, tiene bases en la región.
Fuente: AFP.