Por Omar Jara. Agencia Regional.

“Vengo de abajo, pero tengo una meta elevada”, afirmó Leticia Peralta a La Nación/Nación Media, una madre y esposa, actualmente con 26 años que se dedica al ramo de la peluquería, que engloba peinados, tratamientos capilares y maquillaje.

Ella es oriunda de R.I. 3 Corrales, que queda 25 kilómetros al noreste de Coronel Oviedo en el departamento de Caaguazú. Allí vivía con su familia de condición humilde. Estudiaba en el colegio de la zona, donde pudo concluir el bachillerato, y al mismo tiempo trabajaba en lo que le gustaba haciendo planchitas a 3.000 guaraníes.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Lea más: Ejemplo de superación: joven con discapacidad, próxima a ser nutricionista, alienta la empatía a los empleadores

La joven no se rindió y fue sumando pasos hasta concretar su propio negocio de belleza. Foto: Gentileza.

“Gracias a Dios pude terminar el bachillerato y trabajar en casa al mismo tiempo. Por suerte, en el colegio nos proveían de los útiles escolares, entonces con mi trabajo lo que hacía era comprar de a poquito las cosas que necesitaba para trabajar, ya sea peine, gel, esmaltes”, relató la joven ejemplar. “Una vez trabajé desde las 7:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche; hice 50.000, estaba muerta del cansancio, pero feliz porque eso para mí era muchísimo”.

Leticia narró un episodio muy emotivo de su historia de vida y se refiere a que su papá, en vez de festejarle sus 15 años, le regaló un curso completo de peluquería por un año. “A los 15 años, mi papá me pagó un curso de peluquería de un año como regalo de 15. Lastimosamente, él falleció antes de que termine el curso y apenas pudo verme empezar”, recordó acongojada y a la vez feliz.

Lea también: Ejemplo de superación: abuelo emprendedor ofrece un sinfín de artículos tallados en madera

Leticia Peralta cuenta actualmente con una clientela que confía en su profesionalismo. Foto: Gentileza.

Leticia siguió relatando que “entre todos (padres y hermanos) me ayudaron a levantar un pequeño espacio de madera para que pueda trabajar. Tenía muchas clientes y una vez que terminara el bachillerato quería (como todos) un futuro mejor y salí de casa. Mis primeros empleos me demostraron que la vida fuera del cuidado de mamá es muy dura”.

Luego Leticia se casó y su marido le dio el apoyo “para estudiar maquillaje y me enamoré de esta profesión. De a poco y con mucho sacrificio hoy día ya tengo mi propio salón y me va muy bien. Agradezco a todas las personas que me apoyaron desde que empecé haciendo trencitas a 3.000 guaraníes y a las que ahora son mis clientes y alumnas”, concluyó la joven emprendedora.

Lea además: Ejemplo de superación: abogada caaguaceña no pudo ejercer en EEUU y despuntó con decoración de eventos

De las planchitas al negocio propia, la joven dedicó una década a formarse y trabajar para realizar su sueño. Foto: Gentileza.

Déjanos tus comentarios en Voiz