“Me lavo los dientes con agua embotellada”, suspira Francisca Benítez, una señora de 76 años que aprovecha la sombra en el café de Lastras de Cuéllar, un pueblo privado de agua potable a menos de dos horas de Madrid. En España, donde la calidad del agua se ve amenazada por la contaminación agrícola, la falta de controles y la sequía, varias decenas de localidades, además de Lastras, sufren del mismo problema.
En este pueblo de Castilla y León (centro), los nitratos y el arsénico hacen al agua imbebible para sus habitantes, 350 en invierno y cerca de mil en verano. Así que cada lunes, desfilan por la plaza principal para recoger botellas de agua subvencionadas por la alcaldía, que se llevarán en brazos o carretillas.
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Entre ellos Alejandro Martín, de 17 años, que ayuda a su abuelo de 95 años a buscar la preciada agua que usa para preparar el café. Afuera, cuelgan en balcones guirnaldas hechas con botellas de plástico junto a carteles que exigen el acceso al agua potable.
“No es normal en el siglo XXI”, se irrita Mercedes Rodríguez, de 41 años.El alcalde Andrés García denuncia de su lado “la falta de dinero” público que ha retrasado un proyecto que debería traer agua potable para finales de año. Solo en Castilla y León, 63 comunidades estaban privadas de agua potable en marzo, según la televisión regional. A nivel nacional, no hay cifras oficiales.
Según el ministerio de Sanidad, 67.050 análisis realizados en el 2019 a nivel nacional –a veces en el mismo lugar en distintas fechas– mostraron que el agua no era potable. Y los niveles de nitrato son inquietantes toda vez que más de un cuarto (28%) de las estaciones de agua subterránea del país muestran una concentración cercana o superior al umbral de potabilidad y casi una cuarta parte (22%) es “vulnerable” a esta polución por la naturaleza de los suelos o las actividades agrícolas, según el ministerio de Transición Ecológica.
“20.000 cerdos para unos 50 habitantes”
La contaminación agrícola es cada vez más señalada. Como en Lierta, en la región de Aragón (noreste), sin agua potable desde el 2018 a causa de los nitratos y donde los habitantes luchan contra un proyecto para instalar una granja con 3.000 cerdos. Bajo un sol abrasador, solo un perro bebe de una fuente rebosante de algas más verdes que las montañas circundantes, que dominan una vasta extensión de campos dorados de grano salpicados de chiqueros.
Aquí, son “20.000 cerdos para unos 50 habitantes”, se queja Bernard Más, de 68 años, miembro de una asociación de habitantes que acaba de lograr la suspensión del proyecto por un año en el último consejo municipal. En el país donde el producto del cerdo es muy apreciado, “la ganadería intensiva, las macrogranjas están siendo un problema” para la calidad del agua en las zonas donde se ubican, a causa del estiércol, estima Luis Babiano, presidente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento del agua.
Pero el exceso de nitratos en las fuentes de agua sigue siendo ante todo una “consecuencia del uso de fertilizantes en la actividad agraria”, lo que constituye “el principal problema” en el campo, subrayó un informe del ministerio de Transición Ecológica de finales del 2020.
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“Agua no potable sin saberlo”
“En el ámbito rural no hay un suficiente control de las aguas y los habitantes de pequeños núcleos poblacionales podrían estar tomando agua no potable sin saberlo”, advierte el mismo informe. Una situación que preocupa hasta en Bruselas, donde la Comisión Europea lanzó un ultimátum a España en el 2020 para que mejore su control de la calidad de las aguas, so pena de altas multas.
Por igual, la sequía, que podría agravarse en España por el cambio climático, amenaza con poner en peligro la calidad del agua. Porque si la cantidad de agua disminuye y la de los productos nocivos en ella no bajan, la proporción de estos últimos aumenta, explica Luis Babiano. En Lastras, Mercedes Rodríguez teme que los problemas de agua lleven al pueblo “a la extinción”, ya que “¿quién se va a venir a vivir a un pueblo que no puede beber agua del grifo?”.
Fuente: AFP.