Entre las grúas y contenedores del ajetreado puerto de Róterdam, un rebaño de vacas pasta apaciblemente en la que se autoproclama la primera granja flotante del mundo. En Holanda, donde la superficie agrícola es escasa y la amenaza del cambio climático es diaria al estar parte del país bajo el nivel del mar, esta plataforma de tres pisos de cristal y acero quiere mostrar el “futuro de la ganadería”.
Las vacas viven en la planta superior. En la intermedia, la leche se transforma en quesos, yogur y mantequilla. La inferior está destinada a la maduración del queso. “El mundo está bajo presión”, dice Minke van Windergen, de 60 años, que gestiona la granja con su marido Peter. “Queremos que la granja sea tan sostenible y autosuficiente como sea posible”, añade.
Lea más: “El Caballero del Son” fallece en Cuba por COVID
La bucólica imagen de las vacas pastando contrasta con los enormes buques y la humareda que desprenden las refinerías del mayor puerto de Europa, responsable de un 13,5% de las emisiones de Holanda. Con este proyecto, inaugurado en 2019, Peter y Minke querían “llevar el campo a la ciudad”, estimular la conciencia del consumidor y crear más espacios agrícolas.
La innovación en el sector agrícola y ganadero no es nueva para los holandeses, que han conseguido convertirse en el segundo exportador agrícola mundial después de Estados Unidos gracias a una red de enormes invernaderos. Pero todo tiene un precio.
Un país muy emisor
Holanda es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero per cápita de Europa. Especialmente tiene un problema con las emisiones en la agricultura y la ganadería, como el metano producido por las vacas. Estas emisiones contribuyen al calentamiento climático que, a su vez, provoca la subida del agua tan amenazante en un país con un tercio de su territorio bajo el nivel del mar y con una alta densidad de población que deja poca superficie disponible.
Con esta granja, estos ganaderos consiguen mantener a sus reses lejos del agua tanto a largo plazo, siendo sostenibles, pero también a corto plazo dado que, al flotar, el recinto es relativamente inmune a las cada vez más frecuentes inundaciones.
Lea más: Sumá tu ayuda para evitar incendios: no enciendas una desgracia
“Estamos en el agua, con lo que la granja se mueve con la marea: sube y baja hasta dos metros. En caso de inundación, podemos seguir produciendo”, dice Minke van Wingerden. En pos de la sostenibilidad, las vacas rojas y blancas, de la raza germanoholandesa Meuse-Rhin-Yssel se alimentan de una mezcla que contiene uvas de un banco de alimentos, cereal de una hacienda local y hierba de un campo de golf cercano y del famoso club de fútbol de Rotterdam, el Feyenoord.
Su estiércol se convierte en gránulos de tierra para jardín y su orina se purifica y se recicla como agua bebible para las vacas, cuyo establo está equipado con decenas de paneles solares que generan la electricidad que necesita.
‘Las vacas no se marean’
Un ganadero asalariado gestiona la granja, pero son robots los que se encargan de ordeñar a los animales. Los quesos y los yogures los venden en una tienda en la otra parte de la carretera que promociona los productos locales. También los distribuyen por restaurantes de la ciudad con vehículos eléctricos.
“El concepto me sedujo de inmediato”, dice Bram den Braber, de 67 años, mientras rellena botellas de leche tras un contador en la tienda. “Por mis venas no corre sangre, sino leche”, asegura este hombre, uno de los 40 voluntarios de la granja. La iniciativa también quiere hacer la ganadería “más agradable, interesante y atractiva”, dice Minke van Wingerden.
Lea más: Los talibanes desfilan con vehículos militares estadounidenses
Cuando ella y su marido plantearon la idea a las autoridades portuarias por primera vez, estas preguntaron: “¿estáis locos?”, recuerda. El tiempo les dio la razón: los consumidores parecen dispuestos a pagarles 1,80 euros por litro (2,12 dólares), en vez del euro que cuesta en un supermercado. Y, si no hay sobresaltos, a finales de 2021 sacarán beneficios por primera vez.
Su objetivo es construir una segunda granja flotante, ahora para cultivos, y exportar su idea, con un proyecto en marcha en Singapur. Y, lo más importante, ¿las vacas cómo se adaptan al nuevo hábitat? “Las vacas no se marean”, dice Van Wingerden. “El agua se mueve muy poco, es como si estuvieras en un crucero”, asegura.
Fuente: AFP.