Viviana Orrego

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Si bien, el oficio de ser madre no tiene remuneración alguna y mucho menos otorgan un título por el sacrificio que representa esta labor, para muchas mujeres tampoco representa un impedimento para lograr sus objetivos.

Al contrario, las motiva a seguir luchando y a demostrar que sí se puede lograr aquello que anhelan con una mayor cuota de responsabilidad y sacrificio.

Este es el caso de Amelia Ruiz Villaverde, una joven madre soltera de 26 años, que con la venta de chipas, sopas y la confección de carátulas logró salir adelante con su pequeño de 11 meses y terminar la carrera de formación docente.

La flamante nueva docente es oriunda de Asunción, pero hace 14 años se trasladó junto a su familia a Capiibary, departamento de San Pedro, en donde culminó sus estudios secundarios.

Recientemente finalizó la noble carrera de docente, convirtiéndola incluso en una segunda mamá para sus alumnos, o un ángel sobre la tierra que defiende a capa y espada a pequeños inocentes que acudirán a ella para ser formados para la vida.

Priman las ganas de salir adelante

“Soy madre soltera, tengo un hijo de 11 meses. Desarrollar la carrera y trabajar al mismo tiempo es bastante difícil, en el tiempo que disponía (por la tarde) vendía chipa, hasta ahora lo sigo haciendo, los domingos vendía sopa. Es bastante difícil enlazar las labores de ser madre, trabajar y estudiar entre sí, depende de la buena gestión del tiempo y del apoyo de la familia, además prima las ganas de salir adelante”, señaló Amelia en comunicación con La Nación.

La joven y sacrificada madre no se detuvo hasta conseguir el sueño de sostener el cartón, el título que la proyecte al mundo como profesional, clave para el desarrollo del país, que es la docencia y la educación.

A pesar de que reconoce que la pandemia le jugó una mala pasada, ya que no cuenta con computadora, pudo desarrollar sus clases a través de su teléfono celular.

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“Durante el desarrollo de la carrera me costó bastante la modalidad virtual, ya que no cuento con una computadora y utilizaba el celular para realizar los trabajos. Estudiaba en el día, antes de la pandemia nuestro horario en el Instituto de Formación Docente Diocesano (IFDD) era de 7:00 a 15:00, después de eso salía a trabajar, a vender chipas”, relató.

Amelia es un ejemplo para muchas otras mujeres jóvenes que al momento de convertirse en mamás, dejan sus estudios y todos sus sueños a un lado. Ella con mucho sacrificio, perseverancia y el apoyo de su familia, concretó el sueño de ser docente, ahora está en la carrera de conseguir un lugar en este nuevo rubro que abraza.

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“Nada es imposible, depende de nuestra decisión como mujeres de salir adelante. Todo tiene su tiempo, tarde o temprano se presenta la oportunidad para cumplir nuestras metas”, fue el mensaje que dejó nuestra entrevistada a otras mamás trabajadoras que sueñan con la posibilidad de poder formarse como profesionales.

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