Las historias de superación fueron una constante durante este periodo de pandemia y crisis económica mundial. Los ejemplos de personas que vencieron a sus adversidades son redundantes hasta este momento, donde los embates del COVID-19 golpean duramente a las economías familiares y a aquellos emprendimientos que buscaban cumplir un sueño. Muchos de ellos cayeron en el camino, otros, sin embargo, decidieron no sucumbir y salir adelante.
En esta edición de ejemplo de superación acercamos a nuestros lectores el caso de Julio González, un llamativo vendedor de chipas de 29 años de edad que fue viral en las redes sociales por cómo se presenta a sus clientes y por la actitud que demuestra: lleva un pulcro uniforme, tiene todos los insumos sanitarios (guantes, tapabocas, protector facial, alcohol en gel) y, por sobre todas las cosas, sus excelentes modales. No obstante, su historia guarda detrás duras experiencias y un legajo de actividades sociales para el bien de su comunidad.
En conversación con La Nación, González comentó que es del barrio San Rafael de Presidente Franco, Alto Paraná, pero que trabaja en las calles de Ciudad del Este. Es líder de una familia, es casado y tiene dos hijos menores de edad a quienes tiene que alimentar. Pero la historia de Julio resultó ser mucho más profunda de lo que reflejaba en sus redes sociales y sus valores, más de lo que fueron visibles a través de los posteos virales.
Julio relató que tuvo una infancia muy dura, ya que su padre falleció antes de su nacimiento y su madre tuvo que hacerse totalmente cargo de él. A temprana edad se vio obligado a salir a las calles en el barrio San Rafael a comercializar deliciosas minutas preparadas por su madre. Lo hacía bien por la mañana, ya que antes del mediodía debía ir a la escuela para estudiar. Su etapa escolar tampoco fue nada fácil, ya que acudía a clases con su canasta de venta, lo que le generaba todo tipo de insultos, burlas y risas por parte de sus compañeros.
“Siempre fui una persona trabajadora, pero pasé mucho desprecio y bullying. Papá falleció y yo crecí con mamá, quien le conoció a otro señor, que le abandonó después a su suerte con dos hijos más, quienes son mis hermanos menores. Sufrí mucho y a veces, por estar solo y sin papá, sin tener a nadie que entendía mi situación, llegaron incluso momentos en que pensé sacarme la vida”, expresó González.
La venta ambulante siempre fue parte de su vida, pero también probó trabajar en varios lugares. Llegó incluso a lograr un puesto en la Municipalidad de Presidente Franco, donde duró solo tres años debido a la conclusión del periodo municipal y la llegada de otra administración. “Entonces, volví a la calle y sigo aquí. Todos los días estoy en el semáforo del Área 4 de Ciudad del Este, de mañana y tarde. Acá se pasa de todo, ya me asaltaron, me pegaron, de todo ya aprendí”, dijo.
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¿Qué vende Julio?
Julio contó que vende chipas especiales paraguayas, que realiza una exquisita chipería local. No obstante, manifestó que lo primero que vende realmente es su imagen. “El cliente primero ve tu pinta y después el producto. A mí me conocen por el uniforme que utilizo. Es algo diferente a los demás vendedores. Con todos los elementos de higiene, ofrezco mis productos y dejo a mis clientes que los mismos tomen la chipa del canasto”, expuso.
Este esquema genera más confianza en las personas por la seriedad que transmite como vendedor. A pesar de ello, a veces pasa malos ratos por clientes que lo ignoran totalmente. “Te hace sentir mal a veces, te acercás a un vehículo y te cierra el vidrio por la cara. Ni mueve la mano ni la cabeza. Eso golpea. Vos te vas con toda la amabilidad. Algunos dicen que tienen miedo y por eso suben la ventana, pero a veces estoy solo yo ahí e igual me ocurre”, lamentó.
Detrás del pintoresco vendedor existe un valor social grande
Con todas las situaciones adversas que surgen, Julio continúa con su mismo impecable trabajo y sigue marcando la diferencia. Confesó que su secreto es encomendarse a Dios cada mañana antes de salir de casa para enfrentar una nueva jornada laboral.
Más que un pintoresco vendedor de chipas y de carácter muy particular, Julio González resultó para nuestro conocimiento un actor social de su comunidad. Él es conocido en su barrio por su solidaridad y carisma para con los más necesitados, valores inculcados por su madre desde muy pequeño.
“Yo sé lo que es pasar hambre, sé lo que es tener en Navidad tres coquitos y una tasa de cocido, mientras tus vecinos comen manjares. Año Nuevo si que ya no tenés comida y golpea eso. Muchas veces vi a mamá llorar”, relató.
Durante los primeros meses de la pandemia, Julio instaló en su vivienda una panadería solidaria, donde ofrecía estos productos gratis para las personas que más lo necesitaban. Subió al Facebook e igualmente fue viral por su actitud.
Uno de sus clientes que escuchó la labor social que venía haciendo le donó 40 kilos de carne, con los que pudo hacer una olla popular para un grupo de indígenas desamparados. Tras visitar a esta comunidad, Julio afirmó quedar devastado por las condiciones en las que se encuentran. A raíz de esto, impulsó la campaña “Abrigando con amor”, con la que consiguió recolectar una gran cantidad de abrigos igualmente a través de las redes sociales para luego acercarlos hasta la comunidad a bordo de un camioncito.
Entre otras actividades, también realizó una colecta de juguetes para niños cuyos padres no pueden solventar estos elementos tan importantes en la etapa infantil de los más pequeños.
Emprendió, pero se vino la pandemia
Los años en la calle y la constante búsqueda de siempre autosuperarse llevaron a Julio a arriesgarse a un desafío más grande: empezar un emprendimiento gastronómico. Adquirió con sus ahorros un carrito lomitero y todos los insumos y productos necesarios para el efecto. No obstante, llegó la pandemia del COVID-19, lo que echó a perder su negocio y todo su capital invertido.
“Por eso, volví de vuelta a la calle, donde realmente siempre estuve. Uno siempre trata de crecer y sé que en algún momento voy a caminar de vuelta hacia la superación. La calle me enseñó todo y uno escoge qué camino tomar. Gracias a los principios de mi mamá, sigo adelante siempre”, expuso González, quien además de su beneficio personal y familiar, busca desde el lugar que le toca ocupar en la vida el bien de su comunidad.