En su pequeño apartamento de Hanoi, Ngoc tatúa a mujeres cuya vida se vio alterada por un divorcio o una enfermedad y que buscan curar sus heridas vía este arte, aún ampliamente tabú en Vietnam. El tatuaje se asocia a menudo con los gángsters, la prostitución y el ambiente oculto, en este país comunista todavía muy conservador.

“Conozco a muchas mujeres que me dicen que les encantan los tatuajes pero que nacieron en una época en que nadie los acepta”, confiesa a la AFP la que se hace llamar “Ngoc Like” y comenzó a tatuar hace menos de diez años, a pesar de las críticas sobre su actividad.

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Algunas mujeres que se encuentran en la mitad de su vida optan por dar la espalda al pasado, viendo en el arte corporal una forma de emanciparse de las rígidas normas sociales con las que han vivido.

Hacerse un tatuaje es a menudo una etapa clave en su vida, subraya la artista de 28 años, cuya clientela es sobre todo femenina. “Han superado el miedo a la crítica social y tienen un deseo personal de renovación”, explica.

Sólo 4% de los vietnamitas llevan tatuajes, según los últimos datos disponibles de un estudio realizado en 2015 por el grupo de investigación vietnamita Q&Me. Según esta encuesta, 25% de los vietnamitas “se asustan” al ver tatuajes.

Pero para Tran Ha Nguyen, una maestra de 41 años, tener uno es un acto de celebración después del divorcio de su marido “conservador y rígido”. “Mi exmarido rechazaba rotundamente cualquier tatuaje en mi cuerpo. Y yo tenía miedo de perder mi trabajo si tenía algo visible”, recuerda.

Mi verdadero yo

Después de su divorcio, ella quería cortar con la persona que era y hacer cosas que nunca antes se habría atrevido a hacer. Eligió hacerse un pequeño tatuaje, que nadie podrá ver a menos que esté en bikini. “Siento que encontré mi verdadero yo”, resume.

Por su parte, Nguyen Hong Thai, de 46 años, también se recupera de un trauma tras la muerte de su marido por cáncer de pulmón. Ella eligió hacerse un tatuaje de una rosa en una cicatriz en el estómago y las palabras “para siempre en mi corazón” en el brazo.

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Su marido siempre quiso que ella se tatuara. “Ahora ya no está, pero creo que habría querido que fuera un tatuaje fuerte”, comenta. “Los tatuajes me han dado fuerza y confianza”, añade con una amplia sonrisa.

La demanda está aumentando, asegura Ngoc. En Hanoi, donde el ingreso medio per cápita es inferior a 500 dólares al mes, sus clientes suelen estar dispuestas a gastar hasta 1.000 dólares.

Fuente: AFP.

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