“Mi nombre es Shamima. Soy del Reino Unido. Tengo 19 años”, dice con risa nerviosa esta chica en medio de una habitación llena de otras jóvenes e inquietos bebés.
La escena podría corresponder a una reunión de un grupo de apoyo para madres jóvenes, pero Shamima es una de las llamadas “novias del EI” que viajaron a Siria para alcanzar los territorios controlados en aquel momento por la organización Estado Islámico y cuyo destino causa controversia en sus países de origen.
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Shamima Begum abandonó el Reino Unido cuando tenía solo 15 años, y fue despojada de su nacionalidad y la justicia británica rechazó su regreso al país. Ella y otras esposas de yihadistas relatan su historia en el documental “The Return: Life After Isis”, estrenado la semana pasada en el festival South by Southwest en Austin, Texas, en el que estuvo nominado al premio del Jurado.
Su directora, la española Alba Sotorra, ha tenido un acceso privilegiado a Shamima y otras mujeres occidentales detenidas desde 2019 en el campo de Roj (noreste), controlado por la coalición de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).
“Me gustaría decirle a la gente del Reino Unido: denme una segunda oportunidad porque aún era joven cuando me fui”, dice la joven en la cinta. “Solo quiero que dejen de lado todo lo que hayan escuchado sobre mí en los medios”.
Shamima Begum se fue en 2015 a Siria con dos amigas del Reino Unido, donde nació y creció. En Siria se casó con un yihadista del EI de origen holandés, ocho años mayor que ella. Después de huir de los combates, acabó en un campamento donde dio a luz a un bebé que murió pocas semanas después del nacimiento. Sus dos primeros hijos, nacidos en Siria, también murieron.
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Ella había sido “descubierta” en febrero de 2019 en otro campo por periodistas británicos mientras estaba embarazada. Sus declaraciones de entonces, en las que no se percibía arrepentimiento de su vida en el seno de la organización, indignaron a la opinión pública.
Pero Begum y sus compañeros occidentales, incluida la estadounidense Hoda Muthana, adoptan un tono muy diferente y de disculpa en la película de Sotorra, que las acompaña durante un taller terapéutico en el que escriben una carta a las chicas que eran cuando partieron hacia Siria.
“Sabíamos que Siria era una zona de guerra y fui allí de todos modos con mis hijos; cuando lo pienso, ni siquiera entiendo cómo pude haber hecho eso”, afirma en la cinta otra joven, también occidental. Shamima Begum explica, por su parte, que se sentía “extranjera” en Londres y que quería “ayudar a los sirios”.
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Asegura que cuando llegó allí, rápidamente se dio cuenta de que el EI “estaba captando gente” para engrosar sus filas y extender su propaganda. Fue al ganarse la confianza de combatientes kurdos durante una cinta anterior que Alba Sotorra logró que se le abrieran las puertas del campo de Roj, donde conoció a las detenidas.
“Nunca podré entender cómo una mujer occidental puede tomar la decisión de dejarlo todo para unirse a una organización que está cometiendo atrocidades como las del EI”, dice la directora a la AFP. “Pero ahora entiendo cómo puedes cometer un error”.
“Vivía con miedo”
Cuando Sotorra llegó allí en marzo de 2019, las jóvenes acababan de salir de las zonas de combate y estaban “bloqueadas”. “No pensaban, no sentían nada”, asegura. “Shamima era un bloque de hielo cuando la conocí. Perdió un hijo cuando yo estaba allí (...) Le tomó un tiempo poder llorar”, recuerda la realizadora, que lo atribuye a “un reflejo de supervivencia”.
Sotorra cita también la presencia en el campo de un núcleo, “pequeño pero muy poderoso”, de “mujeres más radicalizadas” que siguen siendo fieles al Estado Islámico y ejercen presión sobre el resto de detenidas. En la película, Shamima Begum afirma que no tuvo “más remedio que decir ciertas cosas” a los periodistas que la encontraron en 2019, “porque vivía con el miedo de que estas mujeres llegaran a mi tienda un día y me mataran y mataran a mi bebé”.
Es posible que nunca se sepa exactamente lo que sabían estas mujeres sobre las violaciones, torturas y masacres cometidas por el grupo EI. Shamima Begum jura haber ignorado que se cometían todos estos crímenes y niega haber participado en ellos. “Nunca había tenido una multa de estacionamiento en mi propio país (...) Nunca lastimé a nadie, nunca maté a nadie, nunca hice nada”, dice la canadiense Kimberly Polman, de 40 años.
“Quizás su marido mató a mi prima”, replica una mujer kurda con escepticismo. Para Sotorra, permitir el regreso de estas mujeres a su país podría ser útil para evitar que las generaciones futuras cometan los mismos errores. “Les tomó un tiempo darse cuenta de que tienen cierta responsabilidad en su elección. No pueden simplemente pensar ‘Está bien, lo siento’ y volver como si nada hubiera pasado”.
Fuente: AFP.