“¿Ahora hay una Semana de la Moda?”, ironiza la modelo Christelle Yambayisa, en alusión al programa parisino que arrancó este lunes pasado en línea. Con la desaparición de las pasarelas por la pandemia, el oficio trata de adaptarse.

“No es que haya menos trabajo”, explica esta modelo residente en París que en los últimos meses viajó a países como Italia, Suecia y Polonia para protagonizar campañas publicitarias. Pero el oficio no es el mismo, admite a la AFP, recordando cómo las Semanas de la Moda, principal trampolín profesional para las modelos, pautaban su vida antes de la pandemia.

Con el calendario de septiembre, el más importante, “nos poníamos a hacer deporte, a acostarnos temprano para estar en forma para los castings”, recuerda Yambayisa. El objetivo era abrir o cerrar un desfile, un privilegio que propulsaba la carrera de cualquier modelo. Pero en los videos en que ahora las marcas presentan sus colecciones a falta de poder reunir a su público alrededor de una pasarela, los rostros “ni se reconocen”, explica.

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Golpe financiero

Los ingresos también cayeron. Una Semana de la Moda exclusivamente presencial, como la última que se celebró en París en febrero de 2020, permitía ganar “como mínimo 4.000 euros (4.800 USD) y hasta 50.000 euros (US$ 60.000), en algunos casos. Era un momento importantísimo”.

Para la modelo turca Oyku Bastas, empleada habitual de las Semanas de la Moda de París, Milán, Londres y Nueva York, la crisis sanitaria supone un “golpe muy duro”.

“Durante seis meses no gané nada”, confía. Antes, ingresaba entre 6.000 y 7.000 euros (US$ 7.200-8.400) por cada programa de desfiles, lo que le permitía vivir y seguir estudiando “durante tres meses”. Al principio de la pandemia, no podía ni salir de Turquía: “Las fronteras cerraron, los consulados dejaron de trabajar”, explica.

Gracias a un visado estadounidense, desde hace un mes trabaja en Nueva York donde participa en sesiones de fotos. “Solo hay una por día, no es cada día y las tarifas no son las mismas”, afirma Bastas. La crisis en cambio ha impulsado la demanda local, como explica a la AFP Cyrielle Lalande.

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“Al ser francesa y encontrarme en París, pude trabajar con firmas” nacionales y viajar a países vecinos como Italia y España, explica. “Tengo incluso nuevos clientes. Como no todas las modelos pueden viajar, las firmas buscan más a nivel local”, añade.

Así, el diseñador francés Julien Fournié tuvo que contratar ‘in extremis’ a una modelo en Francia para filmar su último video, puesto que la modelo bieolorrusa con la que contaba no pudo viajar, al tratarse de un motivo considerado “no esencial”.

No obstante, sus vestidos de alta costura habían sido confeccionados a medida para ella. La española Nieves Álvarez, musa de Stéphane Rolland, confió en enero a la AFP sentirse una “privilegiada”, respecto a muchas de sus compañeras, por el hecho de haber podido viajar a París a presentar en línea la nueva colección del diseñador.

“Los equipos son franceses, incluidos los maquilladores, mientras que antes había una mezcla” de nacionalidades, explica Yambayisa, que “como todas las modelos negras en París”, ahora trabaja “mucho más”, a falta de extranjeras negras.

39 tests PCR

El trabajo de las modelos tiene además la particularidad de estar especialmente expuesto al COVID-19, al no llevar mascarilla durante las sesiones. Cuatro afirmaron a la AFP haber contraído la enfermedad durante el puñado de desfiles presenciales que se celebraron en la Semana de la Moda de septiembre. Pero desde entonces, algunas firmas exigen a todos los presentes en estas sesiones un test PCR realizado 48 horas antes. Bastas se somete a dos tests por semana y Christelle ya lleva 39.

Fuente: AFP.

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