El documental “I Am Greta”, dirigido por el sueco Nathan Grossman, quien siguió durante meses a la joven activista del medio ambiente Greta Thunberg en todos sus viajes, y reunió muchísimas horas de metraje para armar lo más cercano a un perfil suyo; se estreno en la Mostra de Venecia. Greta, que ya ha concluido su año sabático para retomar el colegio, también continúa con su huelga de los viernes en Estocolmo, así como todo comenzó.
Solamente Grossman y su cámara acompañaban a la adolescente y su familia. Incluso Greta, quién apareció por videoconferencia el Festival de Venecia, admitió haber pensado que no “se veía muy profesional”. “Llegué a dudar de la seriedad del proyecto. En algún momento me preocupé. Tenía tanto material que podía contar la historia de una manera que no reflejase lo que soy. Pero ha conseguido retratarme tal como soy, y no a esa niña colérica e ingenua que grita a los líderes mundiales. Porque yo no soy esa persona”, señaló.
El documental, que para algunos críticos peca de benevolente con su protagonista, logra dar una visión más humana y cercana que las noticias cortas que puedan salir en el mundo. La acompaña en sus visitas a líderes mundiales, la muestra cuidada por sus padres que se preocupan de que coma a hora, y así también muestra un leve atisbo de su autismo, lo único que quizás se anima a mostrar pero que es vital para comprenderla también.
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Una maravilla del cine iraní que deja con la boca abierta
Por David Sánchez. Toulouse (Francia). X: @tegustamuchoelc (*)
“The Witness” de Nader Saeivar es una película que, como un espejo roto, refleja múltiples facetas de la sociedad iraní, haciendo uso de referencias sutiles pero poderosas para crear una narrativa que desafía las normas establecidas y la cárcel en Irán. Comparar los elementos simbólicos de la película con la realidad iraní y con el cine occidental nos permite desentrañar las capas de significado que Saeivar ha tejido cuidadosamente.
La película contiene imágenes que podrían pasar desapercibidas: helicópteros militares sobrevolando la ciudad de Teherán. En un primer vistazo, podría parecer una simple escena de fondo, pero en el contexto iraní, se convierte en un símbolo de la constante vigilancia y represión que pesa sobre los ciudadanos. Esta sutil presencia militar recuerda a la omnipresencia del control estatal, una realidad que se refleja en la vida diaria de los personajes. Comparando este simbolismo con la libertad que a menudo damos por sentada en Occidente, la diferencia es abismal. En la cinta cada elemento del entorno resuena con significados profundos, como el águila que vuela sobre las montañas, simbolizando una libertad que la protagonista anhela, pero que la sociedad opresiva le niega.
El uso de la pintura de Goya “Los fusilamientos del 3 de mayo” en la cocina de la protagonista es otra referencia cargada de significado. Goya pintó este cuadro como una protesta contra la tiranía de Napoleón, y Saeivar lo utiliza para establecer un paralelismo entre la lucha del pueblo español y la resistencia de la protagonista iraní contra un gobierno opresor. Esta comparación subraya la universalidad de la lucha por la libertad y los derechos humanos, ya sea en la España del siglo XIX o en el Irán contemporáneo. Aquí, la película conecta con la tradición del cine comprometido que denuncia la opresión, un tema que, aunque común en el cine iraní, sigue siendo sorprendente dada la censura y las represalias que muchos cineastas enfrentan en Irán.
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Uno de los aspectos más impactantes de “The Witness” es cómo aborda la ley islámica, en particular el artículo 630, que permite, según el film, a un esposo matar a su esposa adúltera. Aunque la película no deja claro si este artículo es real o inventado, el hecho de que se atreva a mencionarlo es un acto de valentía. En Occidente, tal representación sería vista como una crítica directa y audaz, pero en el contexto iraní, es un desafío a las normas y una muestra de la habilidad de Saeivar para burlar la censura con ingenio. Este acto de subversión se hace aún más notable cuando recordamos que otros cineastas iraníes han sido encarcelados o han tenido que exiliarse por tratar temas similares, entre ellos un director adorado en este medio Mohammad Rasoulof.
La actuación de Maryam Boubani en su personaje de Tarlan es sencillamente extraordinaria. Su evolución a lo largo de la película refleja la presión asfixiante de una sociedad que exige obediencia y conformidad. Desde la relación tensa con su hijo ingrato (y por qué no decirlo, medio tonto) hasta la carga de vivir bajo leyes injustas, Boubani captura la desesperación y la fortaleza de su personaje con una precisión emocional que es difícil de igualar. Comparando su interpretación con el cine occidental, uno podría pensar en actrices como Meryl Streep o Cate Blanchett, cuyas actuaciones también trascienden la pantalla para resonar profundamente con el espectador. Sin embargo, lo que Boubani logra es aún más impresionante dado el contexto restrictivo en el que trabaja.
El humor, aunque sutil, también tiene su lugar en la película, especialmente a través del hijo de la protagonista, un personaje que, en su propia torpeza, añade una capa de humanidad y realidad a la historia. Este contraste entre la dureza del entorno y los escasos momentos de humor recuerda a los toques de realismo mágico en el cine de directores como Fellini o Almodóvar, donde lo absurdo se entrelaza con lo cotidiano para subrayar la tragedia de la vida. No perderse EL momento de realismo mágico con la maravillosa escena final, una verdadera joya con un potente mensaje.
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Un aspecto sorprendente es la participación del propio director, Nader Saeivar, en el papel de un farmacéutico, un detalle que añade una capa adicional de meta-narrativa al filme. Esta decisión, aunque pequeña, subraya el control y la visión personal que Saeivar tiene sobre su obra, un enfoque que también se ha visto en el trabajo de directores como Alfred Hitchcock, quienes aparecían brevemente en sus películas, pero siempre con un propósito. Este director aún tiene que mucho que dar aún, si le dejan, ya que, con su tercera película como director, una cada dos años, nos tiene ya esperando al 2026 para la siguiente.
Finalmente, la danza juega un papel crucial en la película, simbolizando la resistencia y la esperanza de un futuro mejor. La escena culminante, en la que la hija baila frente a su padre, es una declaración poderosa de desafío contra las normas opresivas. Este acto, tan simple y hermoso, tiene un peso enorme, mostrando que, a pesar de las restricciones, la cultura y el arte pueden ser herramientas poderosas de resistencia. Comparada con el cine occidental, esta escena podría evocar la rebelión silenciosa de los personajes en películas como Billy Elliot bailando delante de su padre, donde la danza también se convierte en un acto de liberación.
“The Witness” es, sin duda, una obra maestra, otra más del cine iraní contemporáneo, que, a través de sus referencias y simbolismos, ofrece una crítica profunda de la sociedad en la que se inscribe.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.
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“El mohicano”, luchando contra la corrupción en Córcega
Por David Sánchez. Toulouse (Francia). X: @tegustamuchoelc (*)
La película “Le mohican” o “El mohicano”, dirigida por Frédéric Farrucci y protagonizada por Alexis Manenti y Mara Taquin, es una película que parte de la selección Orizzonti Extra en el Festival de Cine de Venecia 2024.
La cinta mezcla la intensidad de una persecución implacable con la profundidad de una transformación revolucionaria. Ambientada en la salvaje y hermosa isla de Córcega, la película sigue a Joseph, un pastor solitario y testarudo, que se enfrenta a la mafia que intenta arrebatarle su tierra. Este conflicto lo convierte en un fugitivo, perseguido tanto por la ley como por sus enemigos, mientras su sobrina Vannina utiliza las redes sociales para mantener viva su leyenda.
La película no solo se gana el calificativo de “necesaria”, sino que lo hace con total merecimiento. Este filme, un thriller social disfrazado de cine negro, nos enfrenta cara a cara con la corrupción y las mafias que, como una sombra, se extienden por todo el mundo, aunque en esta ocasión la trama se sitúa en el contexto de la especulación inmobiliaria en Córcega. Farrucci nos ofrece una obra que, aunque localizada, se universaliza en su denuncia: la corrupción no conoce fronteras, y las mafias, aunque disfrazadas con trajes diferentes, operan bajo los mismos principios en todos los países.
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El filme refleja una realidad incómoda y vigente: en cualquier rincón del mundo, los “malos” visibles son apenas la punta del iceberg. Debajo de ellos, se esconde un entramado de complicidades que involucran a instituciones que deberían ser imparciales, y a medios de comunicación que han sido comprados por los poderes fácticos. La ley, que debería ser un baluarte de igualdad, se muestra en esta película como una entidad que aplica con doble rasero: mientras algunos son juzgados con el peso total de la justicia, otros son favorecidos por la misma.
Es aquí donde Farrucci da un golpe directo, una crítica feroz que resuena con situaciones actuales, como lo que sucede en Brasil, donde las redes sociales son censuradas para proteger a ciertos individuos. En “El Mohicano”, las redes sociales emergen como la última trinchera de la libertad de expresión, una herramienta que los ciudadanos utilizan para decir lo que los medios tradicionales, atados de manos, no pueden o no quieren decir.
La elección de Córcega no es casual. Esta isla, con su historia de conflictos y su reputación de ser un territorio donde la ley a menudo se dobla bajo la presión de las mafias locales, se convierte en un espejo de otros lugares en Europa. Farrucci nos recuerda con maestría que, aunque estemos en el corazón de Europa, la impunidad sigue siendo un veneno que se esparce, fortaleciéndose en regiones donde una minoría ruidosa y violenta somete a la mayoría que no comparte sus opiniones. Este miedo que se respira en Córcega es similar al que se vivía en el País Vasco español en los años 90, un miedo que paraliza y que obliga a los ciudadanos a mantenerse en silencio.
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En medio de este panorama sombrío, Alexis Manenti brilla con luz propia. Su interpretación de Joseph es una de las razones por las cuales “El Mohicano” se eleva por encima de otras películas del año, tomando el relevo de actor indispensable que en 2022 fue Karim Leklou para “Pour la France”. Manenti, a quien ya hemos visto en obras como “Les Misérables” y “Athena”, logra transmitir de manera magistral el agotamiento físico y emocional de un hombre que ha estado huyendo de la mafia. La escena en la que, recién operado, se reúne con un grupo de granjeros es una muestra sublime de su capacidad actoral. Su rostro, marcado por la fatiga y la desesperanza, nos hace dudar junto a él si finalmente se rendirá.
“El Mohicano” es una obra que destaca en el panorama cinematográfico francés por su valentía al denunciar y por la profundidad con la que aborda temas necesarios de discutir.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.
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“Super Happy Forever”, el film japonés que no es tan feliz
Por David Sánchez. Toulouse (Francia). X: @tegustamuchoelc (*)
“Super Happy Forever” que se presenta en el Festival de Venecia 2024, dentro de la sección Giornate degli Autori (días de los autores), surgió en 2018 cuando Hiroki Sano y Yoshinori Miyata propusieron hacer un filme donde interpretaran sus propios personajes. La historia se desarrolla entre 2018 y 2023, con un “paréntesis” de la pandemia de covid-19, que afectó profundamente a la vida de todos. El director se inspiró en la muerte repentina de un amigo cercano en 2021, lo que le provocó una gran conmoción y le motivó a explorar esos sentimientos en la película. El casting fue sencillo, con Sano y Miyata como protagonistas, y Naoru Yamamoto fue recomendada por Miyata para el papel de Nagi.
Durante el rodaje, el director valoró mucho la colaboración y el intercambio de ideas entre el equipo técnico, que se mantuvo reducido para fomentar una buena comunicación. Las localizaciones en la península de Izu, especialmente el hotel principal, se seleccionaron cuidadosamente para crear la atmósfera adecuada.
En la postproducción, el director trabajó inicialmente con la editora Keiko Ohkawa y luego continuó solo, reduciendo la película a una forma más simple y fuerte. La música también desempeña un papel narrativo importante, con la canción “Beyond the Sea” de Bobby Darin como inspiración, y una partitura original compuesta por Daigo Sakuragi.
El cineasta japonés Kohei Igarashi, con este film desafía las expectativas desde su propio título. Aunque podría sugerir una historia alegre y optimista, la película se sumerge en temas profundamente humanos como el amor, la pérdida y la inevitabilidad del destino. La película logra entrelazar el pasado y el presente en un relato conmovedor y agridulce.
La historia sigue a Sano (interpretado por Hiroki Sano) y su amigo Miyata (Yoshinori Miyata) en su regreso a Izu, un balneario japonés donde, cinco años antes, Sano conoció y se enamoró de su esposa Nagi (Nairu Yamamoto). La película se estructura en dos partes claramente definidas: la primera se centra en la lucha de Sano por sobrellevar la reciente y súbita muerte de Nagi, mientras que la segunda nos lleva al momento en que ambos se conocieron, cinco años atrás, reviviendo el nacimiento de su amor.
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Igarashi utiliza la narrativa no lineal para explorar cómo los recuerdos y los objetos asociados a ellos pueden moldear y, a veces, distorsionar nuestra comprensión del presente. Sano, que se encuentra en una lucha interna contra el dolor de la pérdida, busca desesperadamente un sombrero rojo que Nagi perdió años atrás. Este sombrero, más que un simple objeto, se convierte en un símbolo del vínculo que compartieron y del destino que los unió.
El destino juega un papel central en el film, casi como si fuera un personaje más. A través de tomas que siguen a los personajes por el balneario y vistas en retrospectiva que revelan cómo se entrelazaron sus vidas, la película sugiere que el destino no solo une a las personas, sino que también puede tener un aspecto lúdico y caprichoso. Este juego del destino se manifiesta, por ejemplo, en una escena donde Sano y Nagi comparten fideos en plena noche, una escena que sugiere que el destino mismo parece conspirar para entrelazar sus vidas.
Visualmente, la película destaca por su uso cuidadoso del color, con el azul y el rojo apareciendo de manera prominente para evocar recuerdos compartidos y emociones pasadas. Estas elecciones de color no solo embellecen la narrativa visual, sino que también profundizan en la psique de los personajes, especialmente en la relación entre Sano y Nagi. La primera mitad de la película está marcada por la lucha de Sano contra la avalancha de recuerdos dolorosos tras la muerte de Nagi, mientras que, en la segunda mitad, conocemos a una Nagi despreocupada, cuya olvidadiza naturaleza contrasta con su profesión de fotógrafa, un oficio que podría reflejar su necesidad de capturar y conservar momentos.
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La música, como indicamos anteriormente, también juega un rol esencial en la narración, especialmente con la recurrente “Beyond the Sea” de Bobby Darin, que actúa como un hilo conductor a lo largo de la película, simbolizando la eternidad del amor y los recuerdos. Sin embargo, es la partitura original de Daigo Sakuragi la que proporciona una textura única a la película, acentuando la repetición y los ecos del pasado que persisten en la vida de los personajes.
El reparto principal, compuesto por Hiroki Sano, Yoshinori Miyata y Nairu Yamamoto, logra una química palpable que ancla la historia en la realidad emocional de sus personajes. Además, Hoang Nhu Quynh, en el papel de Anh, la empleada vietnamita del hotel, se convierte en una presencia inesperadamente crucial, portando el sombrero rojo de Nagi en la escena final y simbolizando la continuación de los recuerdos compartidos entre Sano y Nagi.
“Super Happy Forever” es una obra que, a pesar de su aparente simplicidad, está cargada de complejidad emocional y simbolismo. Al narrar una historia de amor desde su trágico final hasta su tierno comienzo, Igarashi nos recuerda que, aunque el tiempo pueda desvanecer los momentos felices, estos nunca se pierden por completo. La película, en su esencia, es un tributo a la durabilidad del amor y la memoria, presentando una visión melancólica pero reconfortante del ciclo interminable de la vida y el destino.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.
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“Mon Inséparable”, retrato profundo de la maternidad, el amor y la emancipación
Por David Sánchez. Toulouse (Francia). X: @tegustamuchoelc (*)
“Mon Inséparable”, el primer largometraje de la directora francesa Anne-Sophie Bailly, se destaca como una de las obras más conmovedoras presentadas en la sección Orizzonti del Festival de Cine de Venecia 2024. Este film explora la complejidad de criar a un hijo con discapacidad intelectual, abordando con delicadeza y sin caer en sentimentalismos excesivos, los desafíos y las profundas emociones que enfrentan las familias en esta situación.
La historia gira en torno a Mona (interpretada magistralmente por Laure Calamy), una esteticista que se enfrenta a un shock emocional cuando descubre que su hijo Joël (Charles Peccia Galletto), quien ha vivido con un retraso intelectual desde su nacimiento, ha dejado embarazada a Océane (Julie Froger), una joven con una discapacidad similar que trabaja en el mismo centro especializado que él. Este evento sacude no solo a Mona, sino también a los padres de Océane, especialmente a su padre, quien cuestiona vehementemente si su hija tenía la capacidad de consentir la relación.
Bailly construye un relato que, si bien tiene todos los elementos para ser melodramático, elige en su lugar un enfoque contenido y respetuoso. Mona, atrapada entre su instinto maternal, la voluntad inquebrantable de su hijo de ser padre y su propio deseo de vivir una vida plena, se ve rápidamente superada por las circunstancias. La complejidad de este dilema se refleja en cada gesto y palabra de Mona, interpretada con una energía contenida pero potente por Calamy.
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El guion de Bailly es simple, pero eficaz. La directora, quien también escribió el guion, logra capturar con gran precisión la vida de una madre que ha dedicado todo a su hijo, pero que ahora se enfrenta a la posibilidad de perderlo en su proceso de emancipación. Este es un tema que rara vez se explora en el cine, y Bailly lo aborda con una humanidad que evita el discurso moralista, permitiendo al espectador reflexionar sobre las implicaciones de estos eventos sin imponer juicios.
Una de las mayores fortalezas de “Mon Inséparable” radica en su capacidad para representar algo que no está establecido como normal de una manera que desafía las expectativas del público, formando parte de un grupo de películas que se han visto recientemente en Francia como son “Hors normes” o “Presque”, en España el símil podría ser “Campeones”, con su versión en Estados Unidos llamada “Champions”, aunque en estas dos últimas el humor es el nexo principal, un poco como le ocurre a “Intouchables”. La película de Bailly no se trata únicamente de la discapacidad de Joël, sino de cómo esta afecta a todos los que lo rodean, especialmente a Mona. La relación madre-hijo, cargada de amor, pero también de frustración y cansancio, se convierte en el eje sobre el cual gira la narrativa, mostrando cómo Mona ha sacrificado su propia vida en función de las necesidades de Joël.
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El enfoque visual de Bailly refuerza este relato. La dirección evita cualquier extravagancia innecesaria, optando por una representación más simple que permite a las emociones surgir de manera orgánica. Las escenas íntimas, filmadas con una suavidad que capta tanto la ternura como la tensión, exacerban el deseo de emancipación de los personajes. Este es un film profundamente terrenal, que se ocupa de un tema complejo con una sensibilidad rara vez vista en el cine.
Laure Calamy ofrece una actuación que es, sin lugar a dudas, una de las mejores del 2024. Su interpretación de Mona es tan real y palpable que es difícil discernir entre la actriz y el personaje. Calamy captura con exquisita precisión la contradicción entre el amor incondicional de una madre y el agotamiento acumulado por años de sacrificios. Es en estos momentos donde la actuación de Calamy brilla con mayor intensidad, ofreciendo una de las interpretaciones más sinceras y conmovedoras del año.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.