“Llevar el cabello liso es sinónimo de orden y pulcritud”, nos decían los adultos cuando éramos niñas. ¡Y qué equivocados estaban! Nos instalaron la idea de que cualquier melena rebelde iba en contra de lo estéticamente correcto y que, por eso, debíamos hacernos amigas del secador, la planchita y los productos químicos.

Hace un par de años, Mabel Lara, una presentadora de noticias colombiana, reflexionó en una entrevista con la revista Semana que “dejarse el cabello crespo es un acto político”. Y es que en aquella ocasión, la periodista contó que, cansada de tener que alisarse el cabello para el noticiero, había pedido a su directora si podía llevarlo al natural.

Después de 20 años, Mabel cortó toda relación con productos químicos, a los que ya no aguantaba porque los consideraba un negocio y una esclavitud, y apareció en pantalla con su cabello enrulado. “El pelo tiene una cantidad de metáforas sobre poder, sobre sentirse libre. Las mujeres negras lo han tenido más claro. Lo que ha significado para nosotras ha sido transformador”, comentó sobre el valor de su decisión.

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“Dejarme el pelo crespo es un acto político. Es decirle a un país como el nuestro que existimos. Que somos así, de caderas grandes y de pelo ensortijado. En Colombia nos hemos dicho la mentira de que somos todas rubias y de ojos claros. Yo como periodista no debería estar hablando de mi pelo, pero en este momento de madurez tengo unas licencias, y también unas deudas históricas con las mujeres a las que represento”, enfatizó.

La afroparaguaya Bárbara Medina, bailarina del ballet Kamba Kua, considera que muchas veces la carencia de representación es un gran problema a la hora de buscar ese amor propio para lucir el cabello natural.

“Cuando tomamos conciencia de que nuestro cabello afro simboliza lucha, reivindicación de nuestros derechos, orgullo por nuestra identidad y amor a nuestra herencia, decidimos amarnos tal cual somos y buscamos alternativas que nos liberen de sentirnos bellas ‘solo con el cabello liso’”, expresó.

A principios de este año, la fotógrafa afroparaguaya Mayeli Villalba publicó un imagen suya donde contaba cómo había sido la relación con su cabello en la adolescencia y de qué manera el feminismo y su lucha por visibilizar a la población afro en Paraguay la habían ayudado a avanzar un paso más hacia la libertad.

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Desde que el cuidado de mi cuerpo quedó más bajo mi responsabilidad que de mi mamá empecé a descubrir ofertas comerciales para la domesticación capilar. Shampoo para “rizos rebeldes” y cremas “antifrizz” de todo tipo y costo han pasado por mi. Eran bienvenidas aquellas propuestas que me den esperanza de pasar un poco más desapercibida y sobre todo evitar los motes de virulana, aká pichorori, aka chara y otros. Todos los días dedicaba muchísimo tiempo a darle forma de bucle perfecto a cada mechón de mi cabello, podría apostar que para lograrlo muchas veces he llevado más crema que cabello. En la adolescencia domesticar mi cabello antes de ir al cole pudo haber sido más importante que desayunar. Recuerdo especialmente las mañanas de invierno porque la estrategia era salir con el cabello mojado para que se seque con las acartonadas formas que la industria estética racista nos impone, era muy feo salir de casa mojada en invierno a las 6 am. A los 17 me alise el cabello, nunca le había sometido a un proceso químico tan agresivo a mi cuerpo. Durante el proceso me ardían tanto los ojos que no podía abrirlos, me ardían también las fosas nasales, pero ni modo, tenía que seguir respirando, así que la irritación duró varios días. El olor a amoniaco permaneció al menos por una semana en mi cabeza. Mi lacia cabellera sí era aceptada por el entorno. Yo sabía que me estaba disfrazando. Y al poco tiempo ese juego dejó de ser divertido para mí. El feminismo me curó de algunos complejos sobre mi cuerpo. Pero supe que mi feminismo era blanco cuando entendí que no cuestionaba el lado racista del patriarcado, y que todo el rechazo que viví por mi cabello desde siempre, era presión estética racista. Mi cabello fué largo hasta 2019, como en Paraguay hace mucho calor casi siempre, vivía con rodete. Aunque también me gusta, llevaba tiempo de no hallarme con el pelo largo, pero esa es la forma en que más se disimula el volumen de mi tipo de pelo. El 2 de enero le mostré al peluquero la foto de una chica de enorme y orgulloso afro "quiero sentirme así" le dije. Ese día avancé un pasito más hacia la libertad. #autorretrato 15 #afroparaguay #everydaylatinamerica #everydayeverywhere

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Durante mucho tiempo, las expresiones despectivas que hacían referencia a las melenas rebeldes, como “parece virulana”, han sostenido esa postura de que la perfección radica únicamente en el orden, en que cada cabello esté en su lugar. Sin embargo, eso cambió gracias a la manera en que muchas mujeres han salido a defender sus cabellos rizados, soltándolos y librándolos de cualquier proceso dañino.

Porque finalmente, así como lo escribió la antropóloga Susana Colodrero López, “el cabello es un medio de expresión social y cultural”. Y en ese sentido, al cabello rizado aún le quedan muchas cosas que decir.

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