Tendemos a postergar las cosas que aparentemente no nos hacen sentir bien. Sin embargo, ¿sabíamos que desde el ámbito psicológico al hacerlo solo nos metemos en un círculo que nos genera más tensión?
Existen dos tipos de procrastinación: la pasiva y la activa. La pasiva es la que se trata de “quiero hacer, pero no ahora, más tarde”, es la que persigue una fantasía de control que cree que de igual manera ese contenido o tarea va estar listo para la fecha. Y la activa, se trata de la postergación consciente, intencional, de dejar esa tarea para el último minuto a pesar de las buenas intenciones.
La doctora en Psicología, Psicoterapeuta y Docente, Olivia Gamarra, define la procrastinación como “el retraso voluntario de un curso de acción previsto a pesar de esperar ser peor por el retraso”.
Lo revelador de todo esto es que esa evitación, esa procrastinación, la próxima vez nos va hacer sentir peor. “Cuando caemos en ella damos inicio a este círculo: la tarea nos da tensión y vamos a la distracción, con eso recibimos alivio temporal, pero luego viene la ansiedad y la culpa”, explica Gamarra.
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¿Qué hacer para combatir la procrastinación?
1. Combatir las distracciones. Cerrar las redes sociales en la computadora, silenciar el celular, notificaciones, etc., y otras cosas que podrían esperar. Preparar el ambiente, la temperatura, ruidos, etc. Avisar a las personas que nos rodean que vamos a realizar una tarea.
2. Identificar la ansiedad. Si se siente, la doctora recomienda sentarse en un lugar silencioso y practicar la respiración relajada unos 5 minutos. Inspirar por la nariz contando hasta 4, contener un rato la respiración, y exhalar contando hasta 4. Buscar app sobre mindfulness como también música relajante para trabajar, etc.
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3. Reconocer lo que pensamos. La doctora explica que esto se llama “metacognición”, pensar lo que pensamos. No hacer caso a los pensamientos negativos y determinarnos a hacer igual esa tarea.
4. Festejar los logros. Grandes o pequeños. “Muchas veces lo que impide la realización de la tarea es que se siente muy lejos la recompensa. Por ejemplo, estudiar para un examen, pero para saber la nota hay que aguardar unos días o una semana. Si nos ponemos pequeñas recompensas al hacer las cosas esto nos motiva y nos deja una sensación placentera para la próxima. Puede ser salir un rato al patio o balcón, leer una novela que estaba en pausa, ir a comer un dulce, etc.”
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