Hablar de un amigo y un artista a través de una obra perso­nal. Ese es el camino que eligió el dramaturgo y direc­tor Agustín Núñez para res­catar del prematuro olvido latente a Ricardo Migliorisi, una eminencia de la creación en Paraguay.

“Miglionírico” es la pro­puesta audiovisual de Núñez que está disponible a través de passline.com. En ella pre­senta su interpretación y su visión de la obra del recor­dado artista plástico. La Nación habló con Agustín respecto a este ensayo.

Agustín Núñez.

-¿Es necesario y urgente rescatar del olvido y home­najear a los artistas para­guayos contemporáneos? ¿Por qué?

-Considero que es impor­tante rescatar del olvido a nuestros artistas, no solo a los contemporáneos, sino a todos nuestros valores que se encargaron de construir nuestra identidad cultural. Es muy lamentable este país que carece de memoria. Por ejemplo, las nuevas gene­raciones no tienen idea de quién fue y que aportó Rudy Torga en el teatro, o Juan Monte, en la plástica, quien creo que fue el mejor artista abstracto del país. En el que­hacer político también nos olvidamos del gran daño que algunos políticos nos hicie­ron, y nos volvemos a jugar­nos por ellos. Es un país con una memora muy frágil.

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-El arte que se aprecia abre nuevos mundos en las per­sonas y más en otros artis­tas. En ese sentido, ¿qué caminos y sensibilidades gestó Ricardo en vos como persona y como artista? ¿Qué cosmovisiones suyas te marcaron?

-El arte siempre tiene que estar abierto a la vida. En esa medida se vuelve un ali­mento en toda nuestra parte interior sensible, así como la comida es el alimento del cuerpo, y es así que se con­vierte en la medida del cam­bio y la innovación.

Los sueños y el deseo se ponen en el primer plano de la obra de Migliorisi, según la interpretación de Agustín Núñez.

-¿Qué eran o son los sue­ños, lo imaginario, para el Migliorisi que presentás en la puesta?

-Lo que yo quiero presen­tar en “Miglionírico” no es la vida de él, no es una bio­grafía de Ricardo. Son más bien momentos vividos con él y con los seres muy cercanos a él. Es esa mezcla, es un poco de Ricardo, quien con su efer­vescencia inagotable a veces a la realidad le daba un sentido muy particular que trascen­día, que nos llevaba un poco al mundo de lo onírico, de los sueños. Era un hombre que trabajaba muchísimo en dife­rentes formas expresivas.

-En la obra se dice “nido y trampa”, al referirse el telón, al arte. Con varias décadas de carrera encima, ¿en qué sentido, para vos, ese lugar de habi­tar en el arte puede saciar y liberar de la angustia, esa eterna búsqueda?

-Para mi el arte es una herra­mienta muy importante para darle un sentido a nuestras vidas, para poder expre­sarnos, para poder inclu­sive vivir, o sea, para tener una reciprocidad en dinero o cosas materiales que nos permitan seguir existiendo. El arte para mi es una nece­sidad, sin ella no podría vivir. Me preguntan si yo puedo vivir del arte, y la verdad es que yo puedo vivir mediante el arte, el arte es mi día a día, es mi vida.

-¿Cómo interpretás den­tro de este trabajo elemen­tos como el deseo y la mujer dentro de ese Migliorisi hombre y creador?

-Yo creo que eso está muy pre­sente en la película “Miglio­rínico”. Yo hablaría del deseo también como pasión. Ese temperamento pasional que siempre tuvo Ricardo, el vivir intensamente cada una de sus obras, ese darse a la creación, sin censuras, sin tabúes, sin moralinas que marquen ese bienestar que produciría a un gran sector de la sociedad que padeció con su obra. Recuerdo que en un momento la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Asunción hizo retirar sus obras de los espacios públi­cos, debido a que las conside­raba obscenas. No obstante, él fue muy fiel a lo que creía, a lo que pensaba. Tanto él como yo tuvimos a la pasión como punta de lanza en nues­tras vidas y nuestras obras. Ricardo fue un eterno ena­morado del amor, del amor a todo, y en especial dedicó su vida a buscar a esa otra parte que él necesitaba, y se fue sin encontrarlo. Al final de la película se puede ver eso. El mundo de los sueños, el mundo onírico, donde él se siente transportado por ese macho cabrío que siem­pre se hizo presente en sus obras. En sus obras él defor­maba a la mujer, al hombre, a los animales, para darle su forma. Las mujeres fueron algo muy importante en él como fuente de inspiración, como su madre, por ejem­plo, quien se le aparecía en sus sueños, desde la adoles­cencia hasta sus últimos días. Ricardo tuvo el sino del adiós en sus relaciones, y por eso también de eterna búsqueda.

-En varios de tus traba­jos encontramos en un momento a esa sociedad castradora de la imagi­nación y del deseo, into­lerante ante lo diferente. ¿Sigue siendo en parte el Paraguay ese lugar hostil de hace 50 años? Es esa una preocupación transversal en tu obra?

-La vocación de castración del paraguayo sigue siendo tan fuerte como siempre. Todo lo diferente, todo lo que sobresale, todo lo que tiene otro color tiene que ser castigado, y si es posible, tiene que desaparecer. A qué me refiero. Seguimos con el mismo esquema aplicado en el estronismo, pero ahora no solo lo hacen los estronistas, sino mucha gente de mentali­dad joven que ya tuvo acceso a otro conocimiento, a otra información, a otra forma de vida. Es algo que tene­mos que seguir trabajando, y en particular los artistas, sabiendo que vamos a seguir siendo castigados. La dic­tadura dejó dos cosas muy fuertes: el igualarnos por lo mínimo, por lo bajo, y otra cosa, eliminar la ilusión en la gente joven. Ricardo, pese a todo, fue muy valiente. En un tiempo éramos los jóvenes malditos de esta sociedad.

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