COMENTARIO

Por Dr. Jorge García Riart

Al propósito de la Batalla de Acosta Ñu (16/08/1869) durante la Guerra Grande en la que murieron niños paraguayos, cabe una lectura de la obra Soldados de Papel escrita por la Dra. Lucrecia Johanson y publicada por el Ceaduc como parte de su Biblioteca de Estudios Paraguayos, Vol. 109.

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La investigadora analiza la prensa local durante el conflicto que enfrentó al Paraguay contra tres países aliados: Argentina, Brasil y Uruguay, entre 1865 y 1870, como instrumento de propaganda. Pretende arrojar luz sobre la construcción de objetos culturales y prácticas sociales.

No estudia las causas de la guerra, sino el modo en que fue representada a través de un periódico oficial de misceláneas políticas, culturales y sociales: El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, así como a través de cuatro periódicos de trinchera: Cabichuí, Cacique Lambaré, El Centinela y Estrella.

Las páginas no solo sirvieron para mostrar la destrucción de la guerra –como diría el prologuista Thomas Whigham– sino también para levantar, en función de un Estado naciente, la imagen de grandeza, de modernización, de fidelidades políticas. Visto así, la figura grandilocuente del mariscal es solo resultado de una estrategia.

Por ejemplo –dice la historiadora– se acusó a los brasileños de enrolar niños para la guerra, pero nunca los periódicos hicieron mención de los niños que combatieron en el bando local. Tampoco se describieron las penosas circunstancias por la que pasó el Ejército paraguayo: enfermedades, hambre y escasez de armamentos.

“A pesar de que la victoria de los enemigos era inminente, las publicaciones paraguayas transformaron escasez en prosperidad, derrotas en triunfos y víctimas en héroes, con el fin de movilizar hasta el último día a los paraguayos en defensa de su país”, concluye Johanson, quien recibió, en el 2103, el Premio de Ciencias Sociales de la Corte de Cádiz.

Agrega Lucrecia: “Además de la autocensura, provocada por el miedo o por el compromiso con la causa, existió una manipulación de la información”. No solo eso, también se manipularon políticamente los fracasos con el arreglo de frecuentes festejos patronales, no solo de vírgenes y santos sino también del endiosado mariscal.

Cruento y doloroso, el enrolamiento de niños para la guerra, sea para servicios básicos, logística o para empuñar un fusil o una lanza si fuere necesario, debe ser comprendido en medio de la coyuntura de militarización de la población paraguaya para la defensa nacional. Por ello, la prensa articuló un discurso moralista, adoctrinador y constructor.

Lo grave es que esta narrativa nacionalista sirvió de base para construir en la antesala a la Guerra del Chaco y posteriormente a su finalización, sobre todo con el advenimiento de gobiernos militares de facto, un argumento para mantener la mano dura, la represión, la censura, un discurso único.

El 16 de julio de 1948, Manuel Frutos, entonces presidente provisional, firmó el Decreto Nº 27484 que fijó el 16 de agosto el Día del Niño del Paraguay “con el fin de incentivar en todos los niños el sentimiento nacionalista por los grandes recuerdos del pasado”, tal como sostuvo en su considerando la orden presidencial.

Portada del libro.

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