POR JIMMI PERALTA

@gruponacion.com.py

Carlos Martini es uno de los perio­distas más recono­cidos del país. Su temple y personalidad introvertida y sobria pocas veces se reve­lan a la cotidianeidad, sin embargo, esta semana dio una nota llamativa. Disfra­zado con bastante humor se presentó en el set de Será un Gran Día, y jugó y bailó con sus conductores Dani Da Rosa y Yolanda Park, y rompió así su propia estruc­tura, y acaparó la atención de la audiencia.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Después de su gran show recorrió junto al equipo de La Nación los pasillos del canal. Saludó a cada fun­cionario, vivió de bromas pasar en el camerino, ama­ble y conversador arribó al silencio estudio del noticiero para la entrevista. Habló de la cuarentena, de sus preo­cupaciones, de la televisión como entretenimiento y de su vida en estos meses pocos amigables para todos.

-¿El show de recién te ayuda a descomprimir algo la rutina?

-Yo necesito descompri­mirme. Mis vías de escape son: el café en las tardes en el shopping Villamorra, la lec­tura permanente, la música retro, el cine clásico, y por su puesto la escritura, estoy preparando cuentos y mi ter­cera novela. Esas son como las vías de escape, los desaho­gos que yo tengo, si no sería imposible aguantar. Y esto vale para cualquier persona. Toda persona necesita tener alguna salida de lo que hace habitualmente, y más ahora donde lo habitual es el temor.

-Te disfrazaste de los ’80 ¿Vos sos un romántico de la Asunción de antes, a vos cómo te marcó la televi­sión de los ’70?

-Hay que tener en cuenta que la canción que bailé es el año 78, de los Bee Gees. Efectiva­mente yo soy un enamorado de la Asunción de ayer, y vivo de una manera muy nostál­gica, porque yo me formé con la televisión en blanco y negro. Los primeros noti­cieros que yo vi fueron de los inolvidables Héctor Veláz­quez y Susana Ibáñez Rojas, en Canal 9 Televisión Cerro Corá. Yo me crié en la época de Daktari, Bonanza, Patru­lla de Caminos, Patrulla de Puertos, Dr. Kildare, de las series de aquel entonces. De aquella gran telenovela que me hizo enamorar de sole­dad Silveira, Rolando Rivas taxista, con Claudio García Satur. Esto que hice de bai­lar hoy, aunque la estética era ochentosa, yo estaba volando a los ’70.

-¿Siendo un académico, alguna vez te imaginaste en la televisión?

-Jamás. Si hay algo de lo que yo estaba seguro en mi ado­lescencia y juventud es que en un medio que nunca tra­bajaría es en la televisión. Para mí era el símbolo de la estupidización, la frivo­lidad y de la falta de conte­nido. Yo soy sociólogo, escribí libros, enseñé en la Univer­sidad Católica. Yo comencé a escribir en Última Hora, yo en prensa a lo sumo decía ‘voy a hacer prensa escrita’. Hasta que llegó la primera guerra del Golfo, en enero de 1991. Entonces Benjamín Fernández Bogado, jefe de Prensa de Canal 9, me dice ‘venite, vamos a hacer unas transmisiones cada noche viendo la guerra’. Ahí yo me di cuenta con él que quizás, quizás la televisión podría ser. Comencé en el 93 como panelista de un programa que se llamaba ‘Buenos Días’, con Ángel Cano de CVC. En mis planes jamás estuvo la tele­visión. Es más, yo le recuerdo a Mariano Grondona, y hasta hoy digo eso: ‘Yo estoy en la televisión, pero yo no soy de la televisión’, yo soy un sapo de otro pozo.

-¿Cómo ves a la televisión como entretenimiento?

-Creo que la televisión, por mi experiencia, es básica­mente entretenimiento con información, en ese orden. Incluso la información tiene que ser presentada con cri­terios para que la gente se enganche, es decir, con cri­terios que tienen que ver con un componente de entrete­nimiento. La pregunta es... ‘y qué va a pasar con la tele­visión?’ lo que yo observo que la gente, pese a todo, inclusive a las redes sociales, hay una proporción impor­tante que dice ‘yo voy a la televisión, sigo viendo tele­visión’, inclusive creo que el consumo de televisión cre­ció en este tiempo.

-¿Cómo vivís tu vida en cuarentena?

-Ahí yo tuve que hacer algo. Yo todas las tarde iba al patio de comidas del shop­ping Villamorra a tomar un café. Pasaba las mañanas en Cáritas y siesta y mediodía en Trece, y qué pasaba por las tardes? Sabés lo que yo hice? A las cuatro y media me duchaba, me ponía la ropa como para salir, me ponía mis dos bolígrafos aquí (mos­trando la solapa), me pre­paraba estrictamente para salir, e iba a mi biblioteca. Yo trasladé la rutina para orga­nizarme, del shopping a mi biblioteca. Yo hice esa rutina, porque o sino hubiera sido muy difícil para mí.

-¿En qué te preocupe que la pandemia afecte a la gente?

-De la pandemia me preocupa mucho, como punto uno, esta­bilidad emocional de la gente. Yo hago entrevistas a psicó­logos y psiquiatras, y se han disparado parado los casos. Primero de ansiedad y des­pués de depresión. Y dice la periodista argentina Leila Guerreiro ‘el relato en este momento es del miedo’, y si no es el miedo es el susto. Entonces, por un lado está la estabilidad emocional, en segundo lugar pero no des­pués, lo incierto de nues­tro futuro económico hacia dónde vamos a ir, con esta situación económica espan­tosa nunca antes visto en la historia del Paraguay. Por lo tanto, la inquietud econó­mica, la inquietud emocio­nal y la que está en la base, es la pregunta si sobreviviré, el virus me matará? Los seres humanos por definición pode­mos lidiar con las incerti­dumbres, pero hay un límite, hay un tope, hay un umbral, y creo que ahora nuestra capa­cidad de miedo sobrepaso ese umbral, y la incertidumbre es desmesurada.

Déjanos tus comentarios en Voiz