Por Jorge Zárate, jorge.zarate@gruponacion.com.py
El documental “El canto del tiempo”, que registra el trabajo del dúo Tonolec con comunidades mbya de Misiones, Argentina, fue distinguido en el 28° Festival de Cine de Asunción, oportunidad en la que además hicieron una muy aplaudida presentación. Dueña de una de las voces latinoamericanas más festejadas por crítica y audiencia, Charo Bogarín cuenta en esta entrevista con La Nación de sus ancestros guaraníes, de sus trabajos con comunidades en nuestro país, Argentina y Brasil y de la importancia de la música como vehículo cultural profundo.
-¿Estuviste en comunidades indígenas ache guaraní?
-Sí, es la tercera vez que tengo oportunidad de venir a realizar trabajos con los niños de la comunidad de Kuetuvy, Canindeyú. También estuve en Chupapou y conocí la Reserva Mbarakaju, donde hay 120 niñas, mujeres y adolescentes que se preparan para la vida en un internado que les ofrece salir de sus lugares más rurales. Mi trabajo se focaliza en comunidades ache que cultivan la yerba mate bajo la sombra. Es un proyecto de la empresa Guayaki que hace comercio justo, que conserva la filosofía del medio ambiente, no usando venenos como el glifosato y conservando todas las capas de la selva nativa del lugar.
-¿Cuál es tu tarea allí?
-Lo mío es musical, fui para inaugurar una escuela y naturalmente cuando tomaba mi instrumento, los niños se me acercaban y así fue que Guayaki entendió que podíamos hacer algo más que brindar un modo de supervivencia, que es trabajar el afianzamiento de la identidad.
Es una mirada integradora que considera la música y el arte como un puente que les sirva a futuro para desarrollarse en lo artístico y tener una salida más que sea al margen de ser trabajadores de la tierra, que les expanda el horizonte y reforzar a través de la música y del trabajo que hago, que es escribir en leguas ancestrales o poner música a poemas, poder hacer que los niños tengan sus cantos en lenguas ache porque los niños no tienen cantos, las abuelas tienen los suyos que son como lamentos...
-Jahe 'o...
-Eso, y terminan lamentando, llorando literalmente. Pero eso no es de los niños, es algo de los adultos, así que puedo trabajar lo lúdico y musical con los pequeños, porque lo que aprendés de niño no te lo olvidas jamás, un canto que aprendés en un juego de ronda es algo que también te genera otro tipo de horizontes, como nosotros que cuando queremos expandir los horizontes de los chicos nuestros los enviamos a estudiar música o un idioma extranjero, yo vengo a ser ese engranaje musical.
SANGRE NATIVA
-¿Tu primer contacto con el guaraní?
-El primero, que fue interrumpido por la desaparición de mi padre, fue en mi niñez. Hasta los 5 años estuve viviendo en Clorinda, Formosa, aquí en la frontera, imagínate que la cultura tiene mucho más que ver con la cultura guaraní, con las costumbres paraguayas. Los saludos “Mba'éichapa”, las expresiones “Nderasóre”, cuestión que se interrumpe a los 5 años cuando fui llevada para ser criada en la provincia del Chaco. Recién lo recupero a los 30 años en este inicio del trabajo en Tonolec con Diego Pérez. De manera indirecta entro a tener contacto con mi sangre nativa ya que después de trabajar muchos años con el Coro Toba Chelalaapi, una de mis tías me dice Charo, tu abuelo fue el cacique Guairare, y fue como si nunca me hubiera mirado al espejo para saber que tenía sangre indigena. Hubo que escucharlo en palabras para sentir que había algo allí no resuelto. Intuitivamente comencé con los cantos originarios mezclados con la electrónica y hacia el 2008 me adentro en lo guaraní que es con este trabajo de investigación que es visitar 7 comunidades en Misiones de la comunidad mbya guaraní. También se nos da una convocatoria al Brasil en la zona de la represa de Itaipú donde los indígenas fueron desplazados, donde visitamos a los opy (chamanes) y los opygua, las casas sagradas que hicieron reverdecer mi ADN nativo.
-La película “El canto del Tiempo” narra parte de este proceso, ¿Cómo lo vivieron?
-Sí, narra la génesis de nuestro encuentro con lo guaraní, data del 2008, donde el director Mana García, en la Universidad de 3 de Febrero él realizaba Polifonía, una serie de programas para el canal Encuentro donde pasaban diferentes artistas y a nosotros nos tocó la temática “Legado” y allí comenzamos a hablar de nuestras composiciones en lengua qom, de los cantos de las comunidades de seguir pasando esta posta. Allí nos preguntó si no teníamos registro de ese trabajo hecho con los qom entre el 2000/10 y no teníamos. Y nos propuso hacer lo guaraní y lo pudimos hacer con dos músicos, Nerina Bader y Karoso Zuetta, que nos presentaron con las comunidades.
Eso se documentó con la idea de hacer un piloto, pero finalmente no se consiguieron los fondos, bien argentino (risas) así que el documental está hecho con lo primero que registramos, en cada comunidad en paralelo con lo que íbamos haciendo con los cantos, cómo sonorizar, agregar letra. Es un documental musical que muestra la parte más rica de Tonolec, que es el trabajo de campo. Ir a las comunidades.
-¿Cómo nace la idea del trabajo con los niños?
-El primer coro de niños con el que trabajamos fue el de los nietitos de Rosalía del Coro Toba Chelalaapi, donde ellos grabaron Manuelita y después fue difícil seguir porque cambió la dirigencia del coro y no tuvimos ya buena relación. Allí seguimos trabajando con los guaraníes y descubrimos diferencias. El canto qom es casi privativo de los adultos, en tanto que en los guaraníes es casi todo de los niños, donde todos saben cantar en su idioma, los ava, los mbya, los tupi, aquí hay una enseñanza que es tomar esa posta para educar a las nuevas generaciones, eso es lo que estoy trabajando con los ache. Porque son herramientas de poder, de dominación, la lengua y la religión, las armas vienen después, entonces es ver de qué manera se sigue trabajando en esa resistencia que hay que tener desde lo cultural para enfrentar todo lo que se impone masivamente.
-Hay allí toda una filosofía por comprender...
-…Es que cuando hablamos de música, hay una filosofía de vida, porque si se escuchan las letras, se habla de las costumbres, los dioses, las plantas y los animales, entonces se rescata la cosmogonía de los pueblos originarios que enseña que no hay dualidad, que somos uno con la naturaleza, por eso ese cuidado, esa adoración a la Pachamama, que es como la que Occidente tiene al dinero, a lo material. Ellos son la llave, tienen el conocimiento, no hace falta buscarlo en Buda, en India o en China porque nuestra gente tiene saberes sobre la tierra, sobre las medicinas que están viniendo a patentar desde afuera. Saben que la tierra es sagrada y que nos provee alimento, medicina, abrigo, tenemos que aprender a que eso sea algo cotidiano por lo que tenemos que hacer una nueva conexión,