Por Jimmi Peralta, periodista, jimmielestudio@gmail.com
Edu Barreto lanzó recientemente “Primera Piedra”, un libro que contiene 40 de sus poemas, en un transcurrir de páginas que narran una cadena de sensaciones conexas y vívidas, como sus sentir. Diseñador, académico, docente, poeta y militante lgtbi, Edu habló con La Nación sobre el libro, su vínculo con la poesía y su misma historia.
–¿Cómo te sentís con esta “Primera piedra”? ¿Es la confirmación de que tu caminar con la poesía sigue firme?
–Si bien hace tiempo que vengo explorando con palabras, “Primera Piedra” realmente es un final de etapa. Cierre de todos esos momentos en que escribís y no sabés adónde vas a llegar, y que a veces no importa, realmente.
– ¿Cuál fue el proceso de escritura y de selección de los poemas?
–La mayoría de estos poemas se escribieron a partir de los talleres que tomé, en mis viajes en colectivo y en esos días en que no tenés palabras para justamente nombrar lo que no se puede, y ahí comenzás el juego. A partir de alguna canción o de responder a los poemas de otros poetas que me impresionaron es que fui hilvanando estos bocetos que luego fueron madurando. La primera selección la realizó realmente Andrés Ovelar, uno de los editores de este libro, para luego ir puliéndose a partir de su mirada. El cierre lo dio Giselle Caputo, con quien fui decantando poemas para llegar a los 40 que están publicados. La mirada de Giselle fue fundamental porque encontró el hilo conductor y fue ordenando los poemas, como un relato.
POESÍA COMO CATARSIS
–¿Qué temáticas abordás en la selección de poemas que estás publicando?
–Vine a este mundo gracias a una mujer y entre a la poesía a través de la poesía de ellas. “Primera piedra” contiene poemas surgidos del proceso de duelo ante el fallecimiento de mamá y luego de una amiga muy querida, Marcela Morel. Esas partidas hicieron que me reacomode en los días y me ayudaron a ensayar respuestas ante sus ausencias. En las palabras de presentación Giselle se refiere al agua como ese fluir de recuerdos y de memoria, que cruza todo el libro en cuanto a esas despedidas. El subtítulo es “Poesía gay bajo el agua”, que ya anticipa que esas partidas se refieren a los chicos que me afectaron de alguna forma, pero decidieron irse. Entonces, en esos dos tipos de ausencias es que hay dolores, y decidí que debía hacer algo con ellos.
–Tu poesía es en muchos sentidos de amor, y también es poesía política. ¿Cómo se puede cruzar ambas cosas?
–El amor y la poesía son políticos, entonces más que cruzar creo que la propia palabra concentra estas dos gigantes ideas. El juego que elegí es desmenuzar y quedarme con aquella parte del fruto con más pulpa y jugo. Es en este acto, creo, que está la búsqueda de una voz que cuente cómo es el lugar desde donde se escriben estas cosas. Decir me duele, y que nazca un verso, como bien lo describió Giselle, en la presentación del libro.
–¿Contanos un poco sobre tu vínculo con las letras y el diseño?
–Esperando a mamá que había viajado a Montevideo, cuando tenía apenas 3 años, dibuje un sol en la arena con un palito, teniendo pocos datos de cómo era un sol, según me contaron. Y que es el dibujo sino esas palabras que no se tienen, y se deben representar como sea. Las letras siempre estuvieron ahí, solo que el diseño ocupó más espacio por la vocación y por el campo laboral en el que me inserté para luego llegar al área académica.
- ¿Cuánto de vos vas descubriendo en tanto escribís? ¿Cuánto es descubrirse y cuánto recrearse?
–Escribir por momentos es una búsqueda, incierta, bien lo dijo Clarice Lispector: escribir es lanzar una piedra, a lo hondo de un pozo. Escribir es escupir aquello que digeriste y entendiste que debe estar lejos o fuera de vos. Al comienzo vi a la poesía como un espacio para poder hacer catarsis, como eso que explota luego de que no consiguió fluir. Podés haberte descubierto en el acto de reconstruirte, aunque no tengo en claro que pasa primero y que pasa segundo, (no importa mucho de hecho) solo la certeza que hay cortocircuitos. Se ve una lucecita y luego nace el texto, aunque todo el proceso sea ya el texto.
–Por qué la metáfora que a veces oculta lo erótico en la poesía, muchas veces es mejor vista que cierto decir frontal? ¿Están en la balanza belleza y pudor?
La poesía para mi es ese lugar donde poco caso le hago a lo que pueda avergonzarme, porque para normas y límites ya está la sociedad (y qué sociedad es la que nos tocó… Mamá!). Entonces me parece fundamental que la palabra sea la vía por la cual podamos decir lo que nos plazca sin mucho maquillaje, pero tratando de que un mensaje cristalice para que este gesto se refleje en quien se anime a bucear en lo que escribimos. Así creo que se busca una voz, encontrándonos con nuestra palabra y de ahí con los demás. Recuerdo que una vez vi una obra de teatro y una de las actrices dijo en su parlamento, “Detrás de toda belleza hay cierta crueldad”. Y la poesía tiene eso de siniestro, de ser reveladora, pero a un cierto precio.