Por David Sánchez, desde Tesalónica (Grecia), X: @tegustamuchoelc (*).
Presentada en competición dentro del festival de cine de Tesalónica TIFF 65, en Grecia, “Arcadia”, del griego Yorgos Zois, es una película que nos sumerge en un ambiente inquietante, donde la realidad y lo sobrenatural se entrelazan de manera poética, con una carga simbólica tan pesada como los zapatos que muchos de los personajes no pueden quitarse.
Desde los primeros minutos, la cinta atrapa al espectador, insinuando que hay un misterio bajo la superficie, como si algo estuviera constantemente fuera de foco, al estilo de “Twin Peaks” de David Lynch. Este pueblo costero es un refugio para almas atrapadas en su propia tragedia, y los protagonistas Yannis y Katerina no tardan en descubrir que los límites entre la vida y la muerte aquí se desdibujan de una forma desconcertante.
El recurso visual de la presa es uno de los más impactantes. Cada paso descendente de Katerina parece simbolizar su avance en el enfrentamiento de sus propios miedos, revelando algo sobre el duelo y el apego. La iluminación fría y azulada, que evoca una atmósfera opresiva, refuerza el peso de la carga emocional que llevan. La presa parece ser un espejo de sus propias emociones, un lugar donde enfrentarse a aquello que aún no han soltado.
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Este pueblo está lleno de personajes extraños, como el policía y el perro que observa inquietantemente. No son solo personajes secundarios, sino elementos simbólicos que nos recuerdan constantemente el límite entre la vida y la muerte. Y es que en “Arcadia”, la muerte no es el final, sino otro estado en el que los deseos y pasiones persisten. Esto se refleja en el bar Arcadia, un lugar donde las barreras entre los vivos y los muertos se rompen de manera inesperada y hasta bizarra. Katerina, a través de sus encuentros en este lugar, redescubre su propio deseo, un deseo que estaba apagado en su matrimonio. La conexión entre la vida y la pasión aquí es tan fuerte que, incluso después de la muerte, parece que los cuerpos siguen buscando ese último placer como una liberación final.
Un toque brillante y oscuro es la aparición, mientras una madre está intentando hablar con su hijo muerto, de la palabra “bread” (pan) en una caja que, a primera vista, parece decir “Dead” (muerte). Este juego visual introduce una reflexión sobre la dualidad de la vida que da el pan alimentando a la gente y la muerte, donde ambas coexisten en el mismo espacio. Es un recordatorio de que en la vida —así como en esta historia— siempre hay algo que nace de lo que ya ha muerto.
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Al final, la película nos deja un mensaje poderoso: a veces, para poder vivir plenamente, debemos liberar a los que ya no están, igual que el coche que cae cuando se rompe la cuerda. En el caso de Yannis, se ilustra por el cambio de rumbo cuando sigue al coche fúnebre, un ejemplo directo. También hay un ejemplo sutil de este cambio de rumbo en su vida, en esta nueva vida sin su mujer, que ocurre en la compra de unos zapatos nuevos, un acto aparentemente banal que simboliza un nuevo comienzo, un renacer después de aceptar la pérdida. Los zapatos de su mujer, imposibles de quitar al inicio, finalmente son abandonados en un acto de aceptación del destino.
“Arcadia” es una mezcla de drama, suspense y momentos de humor oscuro, una experiencia visual y emocional que deja una fuerte impresión sobre la vida, la muerte y la necesidad de soltar para avanzar. Un gran ejemplo de buen cine gracias al director griego Yorgos Zois.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.